Stravinsky Consagración de la primavera es un programa presentado por la Orquesta Sinfónica de Xalapa en el concierto del 5 de abril de 2019. Contiene las piezas sinfónicas hechas por el famoso compositor de música Igor Stravinsky. El programa de música fue dirigida por Eduardo Leandro.
Iannis Xenakis (1922-2001) de ascendencia griega y nacionalizado francés, perteneció a una generación pionera de compositores que revolucionaron la música del siglo XX después de la Segunda Guerra Mundial. Fue un personaje marginal dentro de la vida académica musical francesa, pensador musical radical y compositor pionero en aplicar avanzadas técnicas matemáticas e informáticas a sus composiciones. En 1948 destacó como ingeniero al ingresar en el estudio del famoso arquitecto Le Corbusier. Su pensamiento sobre el sonido trascendió la música cuando aplicó los procesos de composición y la estética de sus obras en complejos diseños arquitectónicos, especialmente en el afamado Pabellón Phillips de Bruselas, diseñado junto con Le Corbusier. Inspirado en su composición musical Metastasis, le dio al edificio el nombre de Poema electrónico. Pléïades (1979) fue compuesta para un ensamble de seis percusionistas, y para su ejecución Xenakis inventó un nuevo instrumento: el sixxen. Cada uno de los cuatro movimientos de esta obra refiere a alguno de los tipos de instrumentos de percusión utilizados (tambores, teclados, metales y la mezcla de todos ellos), así Peaux –pieles en francés– evoca a los tambores, que con una creciente tensión exploran diversas sonoridades. Lo innovador de las composiciones e ideas de Xenakis ayudaron a reemplazar el tradicional pensamiento musical con nuevos y radicales conceptos de la composición sonora, influyendo con su lenguaje en muchos jóvenes compositores, dentro y fuera de Europa. La música de Xenakis tiene profundas raíces en anteriores movimientos artísticos europeos. Este gran arquitecto sonoro, hibridador consciente de patrones arquitectónicos y sonoros, debe su imaginación musical a una tradición nada lejana.
James Díaz (1990) ha desarrollado su carrera como compositor tanto en su natal Colombia como en los EUA. En su obra procura crear texturas y entornos sonoros únicos y extenderse más allá de la música de concierto, incluyendo proyectos que exploran el potencial de medios mixtos y electroacústicos. Profundamente influenciado por las bandas de rock psicodélico, su música también se basa en elementos del canon clásico, la música renacentista, la arquitectura modernista, los paisajes latinoamericanos, el minimalismo y la fotografía. Respecto a Espejos en el Vacio (2017), el propio autor los describe de esta manera: “Metafóricamente hablando, los espejos son asociados con realidades y tiempos alternativos o paralelos. Estos escenarios irreales pueden ser contradictorios a nuestra realidad, o comportarse y desarrollarse de maneras diferentes, pero al final todas estas visiones de lo real pueden coexistir en el vacío. En esta pieza, conviven diferentes tipos de texturas en múltiples temporalidades. A pesar de sus diferencias de sonido y comportamiento en el tiempo, estas texturas multicolores se pueden escuchar como una masa de sonido, casi como una acuarela sonora que esta suspendida y en movimiento simultáneamente.”
A principios del siglo XX, algunas de las principales ciudades europeas –entre las que sobresalían Viena y París, y que contagiaron a otras tantas del mundo– se encontraban en una convulsión de cambios industriales, económicos, sociales y, por supuesto, artísticos. Estos cambios dieron lugar a lo que conocemos como vanguardias –expresiones, muchas veces experimentales– que pusieron de cabeza diversos conceptos de índole artística, cultural, política, filosófica y literaria. Si el arte nace en lo profundo de lo social, entonces la música es un retrato fiel de los comportamientos y cambios de las sociedades que la crean, de manera que el arte imita a la sociedad y, sin duda, ésta al arte. Las vertiginosas erupciones tecnológicas, políticas, etcétera, de principios del siglo pasado influyeron decisivamente en las composiciones musicales contemporáneas o de vanguardia. Igor Stravinsky (1882-1971) fue un notable representante de los cambios en la escena musical, de la mano de la enorme valorización que se tenía del ballet primero en la Rusia zarista y posteriormente en toda la Unión Soviética. La música de Stravinsky impresionó a Serguéi Diáguilev (1872-1929), importante empresario ruso, creador de los Ballets Rusos –célebre compañía de ballet fundada en 1909 con los mejores integrantes del Ballet Imperial del Teatro Mariinsky de San Petersburgo–. Diáguilev encargó a Stravinsky varias composiciones para su compañía, que resultaron en tres ballets, atrevidos e innovadores: El pájaro de fuego (L’Oiseau de feu, 1910), Petrushka (1911) y La consagración de la primavera (Le sacre du printemps, 1913). Probablemente no haya, en la historia de la música, estreno de obra tan polémico y escandaloso como el de La consagración de la primavera en el Teatro de los Campos Elíseos, en París, el 29 de mayo de 1913. Marie Rambert (1888-1982) bailarina ayudante de Vaslav Nijinsky, el coreógrafo original, y el pintor Valentine Hugo (1887-1968) recordaban el estreno así: «Los insultos y los abucheos tapaban el sonido de la orquesta. Hubo puñetazos y bofetadas […]. Desde los palcos una voz llamó a Ravel “sucio judío”; el compositor Florent Schmitt replicó “cállense, putas de Passy”. Entre bastidores, Diáguilev daba órdenes de encender y apagar las luces de la sala para calmar a la gente». A pesar de las múltiples críticas antagónicas a la obra, el público francés —al año siguiente— logró asimilar la Consagración de Stravinsky en una versión de concierto, sin ballet. En 1941, la obra llegó a formar parte —como la única incluída de un compositor vivo— de la película de Walt Disney Fantasía; en la misma tónica cinéfila, en el año 2009 el cineasta francés Jan Kounen abre su interesante película Coco Chanel & Igor Stravinsky con una escena que detalla el escandaloso estreno de Le sacre du printemps. El escritor, compositor y filólogo ingles Samuel Butler (1835-1902) recuerda en su ensayo Life and Habit de 1877 que «Lo único que realmente odiamos es lo desconocido». Las costumbres desconocidas ofenden, constantemente lo demuestran las enconadas críticas a lo ignoto, seguramente basadas en el miedo. Sirva esta reflexión para que esta noche, mediante una escucha atenta, perdamos el –mucho o poco– miedo sonoro que tengamos a lo desconocido.
Axel Juárez
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