Dvorak 25/02/2022

Edgar Alejandro Calderon Alcantar | Xalapa
Antonín Dvorák: Danza eslava n.° 2 op. 72 / Concierto para violoncello op. 104 / Sinfonía No. 9 op. 95 Desde el Nuevo Mundo

De Bohemia al Nuevo Mundo, un puente musical con la Sinfónica de Xalapa.

El programa de esta noche resulta especialmente atractivo ya que se conforma de tres obras maestras de una de las figuras más prominentes de la música checa, me refiero al compositor Antonín Dvo?ák (1841-1904), cuyo legado musical (de unas 400 composiciones aproximadamente), es uno de los más trascendentes de la música europea de los últimos años del siglo XIX, ya que refleja, de manera directa y genuina, los ideales nacionales y la gran riqueza cultural de su tierra, a través de la fina esencia del romanticismo musical.
Antonín Dvo?ák nació el 8 de septiembre de 1841, en una pequeña aldea llamada Nelahozeves, cerca de Praga, en la región Bohemia de lo que actualmente es la República Checa. Antonín creció en el seno de una familia de comerciantes, su padre se dedicaba a la carnicería, pero, desde muy temprana edad, Dvo?ák mostró grandes dotes para la música. Aprendió a tocar violín, viola, órgano y piano, aunque tuvo siempre la firme intención de ser compositor. Probablemente, el haberse desarrollado como intérprete de viola y como compositor, de manera paralela, le haya conferido las inigualables habilidades para la inventiva de caudales inagotables de melodías tan elocuentes que fácilmente se asientan en la memoria de su auditorio y lo incita a tararearlas.
Los inicios de la trayectoria musical de Dvo?ák no fueron sencillos, sobre todo en el aspecto económico, no obstante, su enorme talento fue siempre su mejor carta de presentación, de tal suerte que cuando Dvo?ák aplica a una beca estatal otorgada a jovenes artistas en dificultades económicas, recibe el favor y reconocimiento del ya célebre compositor Johannes Brahms (1833-1897) quien formaba parte del jurado calificador y que además no dudó en recomendarle con su editor musical en Berlín, Fritz Simrock (1837-1901). Progresivamente, Simrock se convirtió en el principal editor de la obra de Dvo?ák e hicieron una gran mancuerna.
Para entrar en materia del programa de hoy, escucharemos primeramente la Danza eslava Op. 72 nº 2, que forma parte de la segunda serie de danzas eslavas que terminó de componer el 9 de julio de 1886, en su versión para piano, y que luego él mismo orquestó, entre noviembre de 1886 y el 5 de enero de 1887, las danzas 1, 2 y 7 fueron estrenadas al día siguiente bajo la dirección de Antonín Dvo?ák e nterpretadas por la Orquesta del Teatro Nacional (Praga).
Cabe señalar que tras el enorme éxito comercial que obtuvo la publicación de la primera serie de Danzas eslavas Op. 46, compuestas y publicadas ocho años antes, Simrock le había sugerido a Dvo?ák la composición de una segunda serie, a lo que en repetidas ocasiones el compositor se había negado bajo el argumento: “hacer dos veces lo mismo es diabólicamente difícil”. Sin embargo, cuando empezó a componerlas cambió de idea, pues reconoció ante Simrock: “Las danzas son puro deleite y creo que serán muy diferentes (sin broma y sin ironía)”, y terminó de componer la serie de 8 Danzas eslavas Op. 72 en sólo un mes.
Concretamente, la Danza nº 2 es un Allegretto grazioso en la tonalidad de mi menor, basado en la danza popular, de origen ucraniano, Dumka, que tiene un carácter reflexivo, es muy semejante a un tiempo de vals lento, que transita suavemente en el delicado timbre de la cuerda y de los alientos madera, hasta que aparece una sección contrastante que se distingue por una breve migración al modo mayor, acompañada del brillante timbre del triángulo. Evidentemente, el carácter de la segunda serie de danzas es más maduro que el primero, ya que Dvo?ák idealizó y sofisticó las danzas a niveles insospechados, además de que entre una y otra serie se circunscriben algunas composiciones de gran formato como: el Concierto para Violín, las Sinfonías 6 y 7, y el Oratorio Santa Ludmila, respectivamente.
Aunque, en un sentido estricto, el proceso creativo de composición en la vida artística de Dvo?ák duró aproximadamente 42 años, fue a partir de 1880 cuando su fama alcanzó la dimensión internacional y rápidamente su actividad y prestigio como compositor, director de orquesta y profesor fueron cada vez mejor valorados. En contraparte, en la década anterior, su vida personal tuvo algunos momentos difíciles, uno de ellos fue de tipo sentimental, pero, en definitiva, el fallecimiento de tres de sus hijos, siendo aún muy pequeños, mermaron el estado anímico del compositor, por lo anterior, se puede percibir en la obra del Dvo?ák maduro, una lucha incesante de temas y motivos musicales felices, otros de éxtasis, que se contraponen a episodios de profunda melancolía que son conducidos a puntos climáticos de frenética emoción, sirva como ejemplo la Sinfonía nº 8, Op. 88, en sol mayor, estrenada en Londres en 1890 bajo la dirección del propio compositor.

El punto más álgido de la carrera musical de Dvo?ák coincidió con la oferta para desempeñarse como director del Conservatorio Nacional de Música de Nueva York en los Estados Unidos de Norteamérica, cargo que inició en 1892 y que posicionó a nuestro compositor como una especie de “Embajador de la música checa en el Nuevo mundo”.
La Sinfonía nº 9, Op. 95, en mi menor, titulada Desde el Nuevo Mundo, fue compuesta entre el 10 de enero y el 24 de mayo de 1893, se estrenó en Nueva York, el 16 de diciembre de ese mismo año a cargo de la New York Philarmonic Society, bajo la batuta del director húngaro Anton Seidl (1850 - 1898). A propósito de esta sinfonía, el propio Dvo?ák sostenía que su estilo compositivo era muy diferente al de su obra anterior, debido a la experiencia y el encuentro con la nueva cultura, el nuevo ambiente, la independencia económica, etc. Dvo?ák tomó el reto de demostrar su propia teoría sobre las posibilidades de aprovechar los elementos de la música afroamericana y de las tribus originarias norteamericanas, en correspondencia con la tendencia nacionalista mundial, curiosamente, él fue contratado para fundar la Escuela de Composición Nacionalista Americana. No obstante, el postulado de considerar los elementos característicos de la música afroamericana y de las tribus originarias como principal vena de la música nacionalista estadounidense causó mucha polémica en diferentes sectores de la sociedad norteamericana.
La Sinfonía nº 9 se destaca por el notable equilibrio entre las extraordinarias melodías, la rítmica innovadora, y el temperamento discursivo procedente del Góspel afroamericano, Dvo?ák tuvo cercana amistad con el cantante de ese género H. T. Burleigh. Dvo?ák trató de captar el espíritu de esas melodías, pero sin recurrir a alguna cita específica. Aunque varios musicólogos coinciden en que el último tema del primer movimiento está, consciente o inconscientemente, inspirado por el góspel Swing low, sweet chariot, debido al gran parecido.
Sobre las influencias de la música de las tribus americanas cabe apuntar que durante la primavera de 1893, mientras Dvo?ák escribía la sinfonía, visitó el Wild West Show que organizaba el legendario Buffalo Bill, en Nueva York, en ese evento participó un grupo de Oglala Sioux. El musicólogo Michael Beckerman propone que tanto el segundo movimiento como el tercero fueron inspirados en el poema Canción sobre Hiawath del poeta H.W. Lonfellow, según lo demuestran algunas anotaciones sobre el manuscrito autógrafo de la partitura del segundo movimiento que dicen: inicio de la leyenda. La música capta el peregrinaje de Hiawath y su esposa Minnehah por la naturaleza virgen del continente, pero en la sección intermedia se entona, de manera contrastante, el funeral de Minnehah. El tercer movimiento se basa en la escena de la boda, concretamente en la danza de un chamán y la tribu, como lo refirió Dvo?ák al New York Herald. Por otra parte, a pesar del uso intencional de los elementos musicales americanos, éstos se fusionan mediante una perfecta simbiosis con los de la música checa.
El cuarto movimiento posee, desde mi perspectiva, los temas más emblemáticos de la sinfonía que se exponen al principio de este movimiento, pero también acumula, de manera audaz y efectiva, los principales motivos melódicos de los movimientos anteriores, como una especie de analogía a los recursos empleados por Beethoven en su novena sinfonía.
El estreno de esta sinfonía fue muy esperado, tanto por la polémica causada por los postulados de inspiración ya referidos por Dvo?ák como por la expectativa de escuchar la última obra del afamado maestro checo. Por ello, las localidades se agotaron totalmente, tanto para el ensayo general como para el estreno. La cima de la carrera artística de Dvo?ák fue claramente evidenciada con las estruendosas olas de aplausos que celebraban el final de cada uno de los movimientos. Pero, sobre todo, el aplauso final fue especialmente conmovedor, según el testimonio de uno de los hijos del compositor. Curiosamente, en años recientes, algunos de los temas más famosos de compositores como John Williams reflejan una clara influencia de Dvo?ák, y su influencia trasciende hasta el ámbito de la música comercial
Ante el enorme éxito artístico cosechado por Dvo?ák, resulta difícil de imaginar que su estancia en los Estados Unidos fuera a durar poco tiempo más, pues la nostalgia por su tierra natal y el sentimiento de extrañar a sus hijos le hicieron pensar en el regreso a chequia.
Dvo?ák comenzó a componer el icónico Concierto para Violonchelo Op. 104, en si menor, en 1894, durante el último ciclo académico que desempeñó como Director del Conservatorio Nacional de Música de Nueva York. Paradójicamente, Dvo?ák no había reconocido el potencial del violonchelo como un instrumento solista, pues no había explorado a detalle los extremos de su tesitura, tanto el grave como el agudo, que no siempre se utilizan en el plano sinfónico. Posiblemente, lo que impulsó a Dvo?ák a escribir un concierto para este instrumento haya sido durante el estreno del Concierto de Violonchelo nº 2 escrito por el violonchelista y compositor Victor Herbert (1859-1924) quien era compañero suyo en el conservatorio neoyorquino.

En cuanto a la estructura musical el concierto de Dvo?ák toma como referencia el de Herbert, pero en el plano del contenido, está absolutamente influido por lo anímico, en parte por la añoranza de regresar a su país, pero sobre todo porque mientras lo componía se enteró del grave estado de salud de Josefiná Kounicová (hermana de su esposa), de quien Dvo?ák se enamoró mientras fueron compañeros de trabajo en el Teatro de la Orquesta, ella como actriz y él como violista. Antonín y Josefiná mantuvieron una relación cercana a pesar que sus vidas tomaron rumbos diferentes.
El primer movimiento tiene forma sonata, aun convencional para las formas instrumentales, sus giros melódicos tienen un carácter peculiar y conmovedor al mismo tiempo, ya que transita entre las escalas modales y las tonales de una manera exquisita. El rasgo principal del concierto es la melancolía, aunque no la resignación, en definitiva, este concierto es una de las obras más íntimas de Dvo?ák.
La primera versión fue terminada en un plazo de tres meses. Al finalizar su contrato en Nueva York, Dvo?ák regresa a Praga, pero al enterarse del fallecimiento de Josefiná, decide reescribir el cierre del tercer movimiento. Sustituyó los últimos cuatro compases antes de la coda y puso en su lugar un gran episodio de 60 compases, que se enlazan con el remate de la coda final. En esos compases añadidos, el compositor hace una cita musical de su canción: Kéž duch m?j sám (Que mi espíritu solo pueda soñar) del ciclo de Cuatro canciones Op. 82, que era la preferida de Josefiná. La melodía contrahecha es interpretada por el violín, mientras que el violonchelo mantiene su papel solístico. Este melancólico episodio musical puede ser visto como un sensible epitafio dedicado a su gran amor, enmarcado en la escencia del romanticismo musical.
Poniendo nuevamente de relieve el enorme prestigio y fama mundial de Dvo?ák, había mucha expectativa y propuestas por parte de violonchelistas para estrenar el concierto. No obstante, Dvo?ák lo había prometido a un amigo suyo, Hanus Wihan (1855-1920), pero por inponderables circunstancias, el concierto se estrenó en Londres el 19 de marzo de 1896, con Leo Stern en el violonchelo y la Philarmonic Society, bajo la dirección de Dvo?ák. Hasta la fecha es uno de los concierto más emblemáticos del repertorio violonchelístico. En esta ocasión la parte solista corre a cargo del destacado violonchelista checo Ji?í Barta. Les invito a disfrutar de este exquisito programa.

Mtro. Edgar Alejandro Calderón Alcántar, Conservatorio Nacional de Música, Ciudad de México