Bruckner / Hindemith / Mozart 7/04/2021
El compositor Anton Bruckner (1824-1896) nació en la pequeña villa de Ansfelden, Austria, en un medio rural de clase obrera. Su padre se desempeñaba ahí como maestro de escuela, y entre él y un primo se encargaron de dar al pequeño Anton sus primeras lecciones musicales. Las responsabilidades del padre incluían la ejecución del órgano en la iglesia local, actividad que el pequeño Bruckner llegó a desempeñar en algunas ocasiones, antes de cumplir once años, para suplir sus ausencias. Poco después de la muerte del padre, en 1835, la familia se mudó a otro pueblo cercano, donde Anton fue aceptado como niño del coro de un monasterio agustino. Ahí pudo recibir una vasta educación musical y una guía espiritual que lo marcaría de por vida. Se dedicó algunos años a la docencia, como su padre y su abuelo, hasta que en 1855 fue elegido, por decisión unánime, para ocupar el puesto de organista de la catedral de Linz. Esta afortunada situación le permitió dedicarse de lleno a la música. Visitó Viena en varias ocasiones, donde tomó clases de armonía y contrapunto con el importante teórico Simon Sechter. En alguna de estas visitas, en 1861, impresionó a los vieneses con sus capacidades de improvisación al órgano, lo que le valió un puesto de Profesor de armonía y contrapunto en el Conservatorio de Viena. Entre sus alumnos más notables y posteriores defensores se encontraba Gustav Mahler.
Aunque Bruckner fue un excelente organista, dejó apenas un puñado de obras para este instrumento. Una de las pocas que sobreviven es el Preludio y Fuga en Do menor, WAB 131 (1847). La pieza no quedó del todo concluida: en el margen superior derecho del manuscritooriginal, Bruckner escribió la anotación «NB. Versuchen versch[iedener] Contr[apunkte]», es decir: probar diferentes contrapuntos. Esto, junto con otras anotaciones, sugiere que la obra fue concebida como un ejercicio teórico o de composición. La experimentación con las técnicas del contrapunto da cuenta de la rigurosa exigencia de técnica musical que el propio Bruckner se imponía. Buena parte de este conocimiento acumulado se puede apreciar en su Quinta Sinfonía, en la que treinta años después de su Preludio y Fuga echa mano de sus mayores habilidades contrapuntísticas.
Bruckner llegó a ser uno de los compositores más innovadores de la segunda mitad del siglo XIX. Su música abreva de las tradiciones de Beethoven y Schubert y, en cuanto a su orquestación y manejo armónico, de Richard Wagner. La influencia de Bruckner en compositores posteriores es notoria; entre sus seguidores contemporáneos, además de Mahler, se encontraba Hugo Wolf; Jean Sibelius y Richard Strauss se esforzaron por conseguir y estudiar su música; György Ligeti profesó una gran admiración por su música y, en el terreno sinfónico, uno de los mayores entusiastas de su obra fue Paul Hindemith.
Paul Hindemith (1895-1963), compositor, teórico, director de orquesta y violista alemán, sobresalió en su país como la figura más importante de su generación, la de entreguerras. Destacó tanto en la composición como en la enseñanza musical. Descendiente de una familia de melómanos por el lado paterno, tomó clases de música desde muy niño, al igual que sus hermanos. Paul, que era el mayor, aprendió el violín; su hermana Toni, el piano; y su hermano Rudolf, el violoncello. Desde 1907 comenzó clases formales con la violinista suiza Anna Hegner, quien reconoció su temprano talento y lo recomendó con su propio maestro, Adolf Rebner –violinista en la Orquesta de la Ópera de Frankfurt, primer violinista en un cuarteto que llevaba su nombre y profesor en el Conservatorio Hoch–. Rebner consiguió que el pequeño Paul ingresara al Conservatorio. Hindemith, originalmente concentrado en sus estudios de violín, contribuyó tempranamente a la economía familiar tocando en público, en posadas, bailes, orquestas de cine y ópera. En 1914, Hindemith formó parte de la Orquesta de la Ópera de Frankfurt como primer violinista. En este puesto tuvo la oportunidad de conocer a algunos de los mejores directores de la época: Willem Mengelberg, Wilhelm Furtwängler, Fritz Busch y Hermann Scherchen quienes, posteriormente, serían entusiastas y promotores de la música de Hindemith. Un año más tarde, en 1915, se convirtió en el segundo violinista del cuarteto de su maestro, Adolf Rebner, además de aparecer como violinista solista en conciertos de Haydn, Mozart, Beethoven y Mendelssohn. A los 28 años, tocó la parte de violín solista en el estreno de la Historia de un soldado, de Igor Stravinsky, en la que fue su última aparición como violinista. A partir de ese momento cambió el violín por la viola.
Hacia el final de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) Hindemith fue llamado al servicio militar, y asignado a una banda de guerra en la que tocaba el bombo. Poco después fue enviado a las trincheras como centinela,donde sobrevivió de pura suerte a los ataques con granadas, como escribió posteriormente en su diario de guerra. Mientras estuvo en el ejército pudo seguir componiendo, y con otros colegas militares formó un cuarteto de cuerdas. En una ocasión en que con su grupo interpretaba el Cuarteto de Claude Debussy (1862-1918),Hindemith tuvo una epifanía musical: la noticia, difundida por la radio, de la muerte del compositor interrumpió la interpretación. Sobre este hecho escribió:
«No tocamos hasta el final. Era como si a nuestra interpretación le hubieran robado el aliento de vida. Pero nos dimos cuenta por primera vez que la música es más que estilo, técnica y expresión de sentimientos poderosos. La música traspasó las fronteras políticas, el odio nacional y los horrores de la guerra. En ninguna otra ocasión he visto con tanta claridad la dirección que debe tomar la música ».
Dieciocho años después, otra muerte impactó su pensamiento musical. El 19 de enero de 1936, Hindemith viajaba a Londres para promocionar su obra Der Schwanendreher (1935), sin embargo, al día siguiente fallecía el rey Jorge V del Reino Unido, lo que causó una conmoción nacional. La obra de Hindemith (donde él mismo tocaría la viola) –programada para el día 22 en el Queen's Hall de Londres– fue cancelada por obvias razones. Al día siguiente, Hindemith escribió, con un peculiar estilo del humor, a su editor musical Willy Strecker:
«Querido Willy, deberías saber de inmediato lo que sucedió. No sé si anoche apuntaste tu excelente radio en dirección a Londres. Si lo hiciste, habrás notado que debido a la muerte del Rey el cisne no se pudo girar. Antier por la mañana hubo gran desesperación en la BBC. Los supervisores musicales de la BBC definitivamente querían que participara en el concierto –se hizo en un estudio y no en el Queen’s Hall–; después de darle vueltas al asunto y de no encontrar ninguna pieza adecuada acordamos que podría escribir para la ocasión una “Trauer-musik”. Se me asignó un estudio y algunos copistas entusiastas, luego, desde las 11 de la mañana a las 5 de la tarde hice un fuerte duelo. Resultó una pieza agradable, en la misma dirección de Mathis [la ópera Mathis der Mahler] y Schwanendreher con un coral de Bach al final (Vor deinen Thron Tret ich hiermit, [«Aquí estoy ante tu trono»] muy adecuada para reyes) que resultó ser conocido por todos los niños de Inglaterra. Ayer tuvimos un buen ensayo, con gran devoción y sentimiento. Fue conmovedor. Los supervisores estaban fuera de sí y muy agradecidos. Mis alumnos ahora están escribiendo artículos sobre el asunto, están orgullosos que este viejo aún pueda hacerlo bien y rápido. El violista solista de la orquesta repetirá varias veces la pieza. ¿No deberíamos echar mano de esta historia?… Después de todo no es común que la BBC consiga que un extranjero escriba una pieza sobre la muerte de su rey y la difunda por radio en toda su cadena. Ahora quiero especializarme en los muertos, quizás ahí encuentre más oportunidades… El “Schwanendreher” se hará más adelante, tal vez a principios de agosto… no pude ver mucho de Londres en esta visita ya que pasé todo el tiempo sentado con la viola y el papel pautado. P.H. Sastre a medida».
En seis horas, al día siguiente de la muerte del rey Jorge V, Hindemith compuso su emotiva Trauermusik(Música de funeral, 1936). La obra es una suite para viola y orquesta de cuerdas, conformada por cuatro breves movimientos: I. Lento, II. Con un movimiento tranquilo, III. Vivo y IV. Coral Aquí estoy ante tu trono: Muy lento. El propio Hindemith fue el solista en el estreno de la obra, durante aquella transmisión desde un estudio de la BBC en Londres.
La corta y agitada vida de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) bien podría servir de modelo para entender profundos cambios musicales y sociales en la Europa del siglo XVIII. Es a mediados de ese siglo cuando la música, más que otras artes, «vivió una brusca escisión entre la teoría y la práctica. Para Johann Sebastian Bach, por referir a un maestro que murió en el meridiano de aquel siglo, la teoría y el hecho artístico eran algo indisociable, se alimentaban mutuamente; pero el eclipse barroco trajo consigo un nuevo modo de entender la música que vino a plantear la relación entre el arte y el artista ». Esta conflictiva situación sociomusical exigía de los compositores hacer más creíble su música, adecuándola a las ideas racionalistas en boga, asentadas en la Ilustración. A partir de Mozart se puede ir rastreando una ruptura sociomusical respecto a los compositores de siglos anteriores. Esta escisión tiene que ver con el mundo de las emociones y los afectos. Independientemente de su importancia sonora, musical, la vida de Mozart nos da pistas para entender transformaciones sociales y estéticas. El holandés John Neubauer (1933-2015), quien fuera un estudioso de la literatura comparada con intereses en la música, indagó acuciosamente en ese cambio de lo que la música representaba antes y después de la época de Mozart: «el paso de este tipo de representación musical del XVII y principios del XVIII a lo que se dio en llamar la expresión musical de finales del XVIII […] se trató de un movimiento hacia una mayor verosimilitud en la representación, pues ahora se les exigía a los compositores que realizaran un retrato cuidadoso de emociones finamente matizadas, individualizadas y personales, y no de las pasiones normales ». El glorioso y genial arte de Mozart se enmarca en esa coyuntura, es importante aclararlo puesto que su estilo musical es una síntesis de muchos elementos diferentes, fusionados sobre todo en los años que pasó en Viena. Su música madura, caracterizada por una exquisitez melódica, elegancia en sus formas, riqueza de armonía y texturas, estuvo marcada por la ópera italiana y arraigada en algunas tradiciones instrumentales de Austria y el sur de Alemania. A diferencia de otros grandes maestros, como Haydn (mayor por 24 años) y Beethoven (menor por 14 años), Mozart destacó en todas las corrientes musicales y estilos populares de su tiempo, por lo que se le considera el compositor más universal de la historia de la música occidental.
Entre abril y diciembre de 1775, Mozart desarrolló una fascinación por los conciertos para violín, produciendo una serie de cinco, que acrecentó considerablemente su sofisticación musical. Compuestos en Salzburgo, los cinco conciertos se destacan por la belleza de sus melodías y el hábil uso de las características expresivas y técnicas del instrumento; sin embargo, para algunos analistas Mozart no exploró toda la amplitud de posibilidades que brinda el violín, lo que otros compositores como Beethoven y Brahms hicieron posteriormente. Entre esos cinco conciertos, el más sobresaliente es el Concierto No. 5 en La mayor, K. 219 (1775). Según Ramón Andrés, de los cinco, «el último de ellos, en La mayor, es el más logrado y también el más frecuentado por los violinistas. Todo él muestra una consistencia superior al resto de la serie, desde el tratamiento orquestal hasta la escritura del solista. La perfección y nobleza del primer movimiento, Allegro aperto, da paso a un ‘Adagio’ puramente mozartiano en el cual se repite esa melodía de fácil identificación debido a su celebridad ». Escrito para orquesta de cuerdas, dos oboes y dos cornos, destaca de entre sus tres movimientos el Allegro aperto, una indicación atípica en su obra y que sólo se repite ocho veces en todo su catálogo: en dos de sus Conciertos para piano (el No. 6 y No. 8), en su Concierto para oboe en Do mayor y en algunas de sus óperas. Normalmente, se interpreta esta indicación como una manera de tocar el movimiento de una forma majestuosa, más amplia que lo que se haría en un allegro convencional. El pianista y director francés Jean-Pierre Marty (1932) fue más allá de las convenciones y llegó a la conclusión, en un interesante libro, que para Mozart todas las piezas vocales marcadas como Allegro aperto son himnos a la esperanza, a la alegría, al amor, a la naturaleza y a la felicidad, o bien, cantos litúrgicos de alabanza. Queda en el escucha la tarea de descifrar si esto aplica al Concierto No. 5, tomando en cuenta que el alcance dramático de esta obra es impresionante, casi una ópera en forma de concierto, con el solista como protagonista.
Axel Juárez