Grieg / Elgar / chavez 30/04/2021

Axel Juárez | Xalapa
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Edvard Grieg (1843-1907) fue un compositor, pianista y director de orquesta noruego, el compositor más importante de su generación y principal promotor de la música de su país. Se inició en el piano de la mano de su madre, posteriormente, a los 15 años ingresó en el Conservatorio de Leipzig, ciudad alemana que le brindó la oportunidad de escuchar la música que se estaba haciendo en ese momento. En la importante sala Gewandhaus pudo escuchar a Clara Schumann tocando el Concierto para piano de su marido, Robert; también pudo asistir a varias representaciones del Tannhäuser de Wagner. A su regreso a Noruega se interesó por la música folclórica de su país, sobre la que basó buena parte de sus composiciones, no citando directamente el folclor sino apropiándose de su esencia.

A principios del siglo XVIII, el poeta y dramaturgo danés Ludvig Holberg (1684-1754) había puesto en alto el nombre de su país al llegar sus obras a los círculos teatrales europeos más importantes. Su habilidad para el humor le había granjeado el apodo de “El Molière del Norte”. También Noruega reclamaba como suyo al poeta,ya que había nacido en Bergen, la ciudad natal de Edvarg Grieg, en tiempos en que Noruega era parte del reino de Dinamarca. En 1884, en el marco de las celebraciones del bicentenario del nacimiento del poeta, la ciudad de Bergen quiso brindarle un homenaje. Para ello comisionaron a Grieg –entonces ya uno de los compositores más admirados de Europa– la composición de una cantata para voces masculinas –que se interpretaría al aire libre, en las inmediaciones de un recién inaugurado monumento a Holberg– y una obra para la sala de conciertos. La cantata no tuvo éxito –cayó en el olvido después del estreno–, como sí lo tuvo la Suite Holberg Op. 40 (1884). Inspirada en las suites barrocas basadas en danzas, fue originalmente escrita para pianosolo, con el título: “De la época de Holberg: Suite en estilo antiguo para piano”, y arreglada al año siguiente para orquesta de cuerdas por el propio Grieg. La Suite rápidamente se convirtió en una de las obras preferidas del compositor y del público.

Los estilos de composición por los que pasó Grieg terminaron por desembocar en el impresionismo a finales del siglo XIX, especialmente con su Cuarteto para cuerdas en Sol menor, Op. 27 (1877-1878). Para el historiador de la música Nils Grinde, Grieg anticipó a Debussy en las obras compuestas a partir de la década de 1870. El propio Ravel llegó a declarar en vida que «no había escrito una sola obra que no hubiera sido influenciada por Grieg». En una conversación entre Ravel y el compositor inglés Frederick Delius, éste dijo: «la música francesa moderna es simplemente Grieg mas el preludio del tercer acto de Tristán», a lo que Ravel respondió: «tienes razón, siempre hemos sido muy injustos con Grieg».



Otro compositor que halló inspiración y fuente de ideas musicales en la cultura y el paisaje de su país fue Sir Edward Elgar (1857-1934). Fue el cuarto hijo de un afinador de pianos y dueño de una tienda de música. Tuvo un comienzo relativamente oscuro y un largo proceso de aprendizaje del oficio. En su infancia mostró talento musical y aprendió a tocar el violín, el piano y el órgano, pero fue hasta los 16 años cuando se convirtió en músico independiente tocando en algunas orquestas locales. Aprendió por su cuenta –mediante el estudio de libros y una etapa de experimentación práctica– el arte del contrapunto y la orquestación. Su abundante inventiva, fuerza y singular carácter musical lo colocó en la cima de la música británica de su tiempo, volviéndolo uno de los compositores románticos más destacados de Europa. El crítico musical Michael Kennedy describe detalladamente el estilo de Elgar:

Sus dotes melódicas son el fundamento de toda su obra; su armonía despliega por momentos un rico cromatismo y otras veces es simple y conmovedoramente diatónica; su tratamiento tonal es a menudo inestable y evasivo, imprimiendo a la música un aire fantástico; su orquestación es brillante y colorida, con un empleo particularmente impresionante de las texturas en las cuerdas; su estilo compositivo se basa en el gusto por recursos como secuencias, terceras ascendentes, séptimas descendentes y triadas paralelas. Su estilo es una amalgama muy individual de influencias diversas como Schumann, Wagner, Gounod, Saint-Saëns, Franck, Liszt y Brahms. Con semejante linaje, la “anglicidad” específica que se le adjudica es difícil de definir, incluso no es de sorprender que la impresión extremadamente poderosa e impactante que provoca su música, mueva a algunos a utilizar el adjetivo “elgariano.

La Serenata para cuerdas en Mi menor, Op. 20 (1892) deja entrever ese dominio melódico y fino trabajo en las texturas, especialmente en el Larghetto. A menudo se asume, sobre la génesis de la Serenata, que es una revisión de tres bocetos para cuerdas cuyo manuscrito se ha perdido. Se titulaban: ‘Spring Song’ (Allegro), ‘Elegy’ (Adagio) and ‘Finale’ (Presto). Fue la primera de sus obrascon la que Elgar se sintió satisfecho.



Carlos Chávez (1899-1978) fue una figura decisiva en la vida cultural y musical del siglo XX de México: compositor, director, maestro, ensayista musical y funcionario del gobierno en importantes cargos. En una carrera que se extiende poco más de 50 años compuso más de 200 obras y dirigió numerosas orquestas en Estados Unidos, América Latina y Europa. Sus inquietudes intelectuales lo llevaron a impartir numerosas conferencias y a escribir extensamente sobre la música y su lugar en la sociedad. Desde niño recibió sus primeras lecciones de solfeo y piano gracias a su hermano Manuel. Educado en el contexto de una familia acomodada y de prestigio político, tuvo acceso a la mejor educación musical de aquella época, entre sus primeros maestros destacaron: Juan B. Fuentes (armonía, 1908-1911), Manuel M. Ponce (piano, 1910-1914) y Pedro Luis Ogazón (piano, 1916-1920). La faceta de compositor se la debe principalmente a Manuel M. Ponce, sus primeras composiciones tienen influencia directa de su maestro. Aunque tomó clases formales de composición con Ponce, entre 1914 y 1918, su aprendizaje lo continuó de manera autodidacta. En los años veinte viajó por primera vez a Nueva York, donde conoció y aprendió del iconoclasta Edgar Varèse. Dirigió la Orquesta Sinfónica de México (antecedente de la actual Orquesta Sinfónica Nacional) entre 1928 y 1948, así como el Conservatorio Nacional de Música entre 1928 y 1935. Escribió mucha música para piano solo, música para instrumentos solistas como la guitarra, el oboe, el arpa y los timbales, y una buena cantidad de música vocal y de cámara.

La Sinfonía No. 5 para orquesta de cuerdas (1953) fue un encargo de la Serge Koussevitzky Music Foundation de la Biblioteca del Congreso de Washington, EUA, con fecha del 24 de septiembre de 1952. Chávez escribió la obra en el transcurso del año siguiente, durante una prolongada estancia en Acapulco. Considerada como “neoclásica”, la Quinta de Chávez explota magistralmente los recursos sonoros de la orquesta de cuerdas –uso de texturas extremas, articulaciones bruscas, uso constante de los armónicos–, lo que ha llevado a críticos como Edward Cole a definir el carácter de la obra como: «su huesudo armazón se transforma en carne de auténticos valores específicos». La fluidez de los tempi, el uso contrapuntístico, la solidez y claridad de los temas de la Quinta la colocan ineludiblemente en el lenguaje neoclásico, sin embargo no es tan fácil clasificar una sinfonía de Chávez, pues como el especialista en su obra, Robert L. Parker, nos dice de ella: «hay en la obra suficiente subjetividad y expresión dramática, especialmente en el segundo movimiento, para que el término ‘neoclásico’ deba aplicarse con cautela». El género sinfónico, con todas sus implicaciones técnicas, fue el núcleo del pensamiento musical de Chávez, como compositor y pedagogo. En su Quinta asistimos no sólo a un despliegue técnico de recursos sino a momentos de intensa actividad sonora que bien pueden llegar al éxtasis. A diferencia de algunos contemporáneos suyos, Chávez se alejó del folclorismo para explorar magistralmente la “forma” más que el contenido. Como nos dice Julián Orbón:

No es posible esperar de Chávez el tratamiento folklórico que percibimos en los Sones de mariachi de Galindo, en el Huapango de Moncayo, y el que en buena parte forma la médula del estilo de Silvestre Revueltas. En estos compositores las condiciones armónicas, métricas e instrumentales de la música popular son llevadas a un plano especulativo de orden superior en el que estas condiciones, sin embargo, permanecen. Se trata de una suerte de iluminación del material primario lograda por la orquestación, la armonía, las derivaciones rítmicas; todo ello crea una imagen, en el sentido poético; provoca una epifanía en la que los secretos de esas músicas del pueblo son nuevamente revelados. Así sucede, sobre todo en la obra de Silvestre Revueltas. Chávez se dirige más a apoderarse de estructuras internas que a sentir una seducción inmediata; hay en su actitud más energía que contemplación.



Axel Juárez