Debussy / Sás / Bizet 14/02/2014

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Preludio a la Siesta de un Fauno - Claude Debussy / Cantos del Perú - Andrés Sás / Sinfonía en do mayor - Georges Bizet

En 1865, Stephane Mallarmé, el más alto representante del movimiento simbolista en la poesía, inició la composición de su poema La siesta de un fauno, que en 1875 fue rechazado para su publicación, lo que obligó a Mallarmé a publicarlo por su cuenta en una rara y lujosa edición ilustrada por Edouard Manet, uno de los precursores del impresionismo pictórico. En 1892, Claude Debussy (1862-1918) tomó el poema de Mallarmé como inspiración para su famoso Preludio a la siesta de un fauno, que fue estrenado en París en 1894. El propio Debussy describió brevemente su obra con estas palabras:

Mi música es una ilustración muy libre del poema de Mallarmé. Proyecta un fondo siempre cambiante a los sueños y deseos del fauno en el calor de una tarde de verano mientras, cansado de perseguir a las asustadas ninfas y náyades, cae en un sopor inducido por el vino, al fin libre para disfrutar todo lo que ha deseado de la naturaleza.

Era evidente que la música de Debussy, desde su origen textual en el poema de Mallarmé, se prestaba para la realización escénica. En efecto, en 1912, también en París, Vaslav Nijinski coreografió la pieza de Debussy y bailó él mismo el papel del fauno. Edmund Gosse hizo un resumen más poético del contenido y la intención del texto de Mallarmé, en estos términos:

Un fauno, un ser simple, sensual y apasionado, se despierta en el bosque al amanecer y trata de recordar sus experiencias de la tarde anterior. ¿Fue el afortunado recipiente de una visita real de las ninfas, diosas blancas y doradas, divinamente tiernas e indulgentes? ¿O el recuerdo que parece retener es sólo la sombra de una visión, no más sustancial que la árida lluvia de notas de su propia flauta?

Como corolario mitológico a este asunto, vale la pena mencionar que los faunos eran dioses o semidioses adorados por pastores y agricultores, e identificados con el dios griego Pan, gran flautista y personaje fundamental de la mitología musical. Como deidades rurales, los faunos fueron representados primero como hombres con cuernos y cola de cabra, y más tarde les fueron añadidas las patas de cabra, identificándolos así con los sátiros, con quienes comparten ese carácter sensual y lujurioso que ha quedado cabalmente impreso en la partitura de Debussy.


De padre belga y madre francesa, Andrés Sás (1900-1967) nació en París, fue educado en Bélgica y estudió ingeniería química antes de dedicarse de lleno a la música. Estudió en el Conservatorio Real de Bruselas y avanzó lo suficiente en sus estudios de violín como para convertirse, al paso de los años, en profesor de ese instrumento. En 1924 fue contratado como profesor de violín por el gobierno peruano; una vez instalado en Perú, Sás permaneció en ese país después de terminada su encomienda gubernamental. Se casó con una pianista peruana, fundó con ella una academia de música situada en el distrito de Miraflores en Lima, y pronto obtuvo el reconocimiento oficial de los estudios ahí realizados. Entre los alumnos distinguidos de la Academia Sás-Rosay está el prestigiado compositor peruano Edgar Valcárcel (1932-210). En 1951, Sás fue nombrado director del Conservatorio Nacional de Música, y a sus labores creativas, administrativas y académicas añadió las de investigación, dedicando mucho trabajo al estudio, recopilación y difusión de las músicas tradicionales de Perú. Entre los textos que escribió, destacan aquellos relacionados con la música de los incas y la música colonial peruana. Fundó la revista Antara, y fue asiduo colaborador de la Revista Musical Chilena. Una revisión de sus principales obras permite apreciar con cuánta asiduidad asimiló Andrés Sás la música tradicional de su país adoptivo; entre sus obras destacan Aires y danzas indios del Perú para niños, Suite peruana, Rapsodia peruana, Quenas, Sonatina peruana, Tres piezas sobre motivos de indios peruanos, Coros infantiles sobre motivos folklóricos.

Cantos del Perú fue compuesta originalmente para violín y piano, en 1927. Es una secuencia de canciones, escritas en el lenguaje del impresionismo francés, donde los movimientos lentos alternan con los rápidos. Cada una busca representar distintos aspectos de la vida cotidiana durante el Imperio Incaico. En las comunidades andinas había una relación directa entre música, economía y política. La música era –y aún lo es en algunas comunidades remotas– una parte integral del trabajo, y no una actividad recreacional apreciada solo por sus valores estéticos. Siembra (Molto moderato), imagina la temporada de siembra, donde la comunidad trabajaba para obtener beneficio mutuo de la tierra. La autoridad de los Incas supervisaba este proceso, pues la tierra y el trabajo en ella eran colectivos, pertenecían a la comunidad. Kachampa (Allegretto), es un vocablo quechua que se refiere a una danza guerrera. El autor representa el espíritu combativo, una de las características que definen al pueblo Inca. El tercer canto, Aire y Danza (Moderato, Allegretto), presenta un punto de vista más personal. Empieza con un movimiento lento, Aire (a modo de un yaraví, antiguo género mestizo), casi reflexivo, que refleja un sentimiento de nostalgia por ese pasado glorioso, y termina con una Danza a modo de huayno, género bailable típico del Perú, que representa una fiesta popular. La versión orquestal de la obra, cuyo estreno mundial escuchamos hoy, fue realizada por Espartaco Lavalle Terry.

Georges Bizet (1838-1875) compuso una Sinfonía en do mayor que, entre algunos melómanos con experiencia, es su obra más conocida después de su ópera Carmen, y es una partitura que tiene una historia bien interesante. Se sabe que Bizet fue influido de modo importante por la música y la personalidad del compositor Charles Gounod (1818-1893), al grado de que el mismo Bizet se lo hizo saber en una carta en la que le hablaba de su miedo a ser absorbido por la personalidad musical de su ilustre amigo y mentor. La influencia de Gounod sobre Bizet comenzó cuando éste escuchó por primera vez la ópera Safo, a la edad de doce años. Tiempo después, como muestra de su admiración y respeto, Bizet realizó un arreglo para piano de la Primera Sinfonía de Gounod, y casi de inmediato inició la composición de su propia sinfonía. Bizet tenía entonces diecisiete años de edad, y su espíritu joven se dejó impresionar por la música de su admirado héroe, de modo que la Sinfonía en do mayor muestra claramente algunos rasgos que Bizet tomó de la música de su maestro. Al paso del tiempo, Bizet habría de reconocer el enorme peso de la influencia de Gounod en su sinfonía, de modo que la descartó, con el resultado de que la obra no fue interpretada ni publicada en vida de Bizet. Los musicólogos dicen que en el primer movimiento de la sinfonía hay algo del espíritu de Gioachino Rossini (1792-1868); en el segundo, han detectado la sombra de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791); en el tercero, la insinuación de una danza folklórica; y en el cuarto, algo del espíritu de Félix Mendelssohn (1809-1847) y mucho de la presencia de Gounod. La Sinfonía en do mayor de Georges Bizet fue estrenada en la ciudad de Basilea, bajo la batuta de Félix Weingartner, el 26 de febrero de 1935, sesenta años después de la muerte del compositor. La historia registra que Bizet escribió la sinfonía en el corto lapso de un mes, prueba evidente de que la concibió en un arranque de eufórica inspiración cuyo origen fue, sin duda, la admiración que sentía por Gounod. El hecho es que toda la sinfonía comunica una sensación de ligereza y transparencia que habla bien de la facilidad musical de Bizet.

El alcatraz, composición original de Abelardo Vásquez, es un canto y baile folklórico de la tradición negra del Perú, considerado como el rey del tondero, género bailable afro-peruano. Su expresión danzante es un baile de parejas en el que la mujer lleva colgado de la cintura un pañuelo, del cual sobresale una larga pluma a la que el hombre debe prenderle fuego con una vela encendida, mientras ella trata de evitarlo moviendo las caderas de manera especialmente sensual. De ahí la insinuante frase con que inicia el estribillo de la canción: A que no me quemas el alcatraz. He aquí una versión del texto de El alcatraz:

Al son de la tambora, de clarines al compás
Yo encenderé tu vela que no me quemas, el alcatraz
Yo encenderé tu vela que no me quemas, el alcatraz

A que no me quemas, el alcatraz
A que no me quemas, el alcatraz
A que si te quemo, el alcatraz
A que si te quemo, el alcatraz
A que no me quemas, el alcatraz
A que sí te quemo, el alcatraz

Salgan todos los negritos, salgan todos a la pampa
Unos vayan con su pico, otros vayan con su lampa
Unos vayan con su pico, otros vayan con su lampa

A que no me quemas...

Acércate Francisco y tráigamela pa’cá
Yo te diera cinco reales, a que no me quemas el alcatraz
Yo te diera cinco reales, a que no me quemas el alcatraz

A que no me quemas…

Que sus, que susto tengo, ya me voy a desmayar
Que sus, que susto tengo, ya me voy a desmayar
Al ver que este negro viejo no puede quemarme a mí el alcatraz
Al ver que este negro viejo no puede quemarme a mí el alcatraz

A que no me quemas...

Si se ha señalado que esta es una versión del texto de El alcatraz, ello se debe a que, como ocurre con mucha frecuencia con las canciones tradicionales, es posible hallar versiones distintas de la letra. El texto aquí citado corresponde a la grabación que realizó de El alcatraz el ejemplar grupo mexicano ‘Los Folkloristas’.