Brahms / Beethoven / Grieg 23/05/2014
Johannes Brahms
La historia de la Obertura trágica de Johannes Brahms (1833-1897) tiene mucho que ver con la de su otra obertura de concierto, la llamada Festival académico. En 1879 la Universidad de Breslau confirió a Brahms un doctorado honoris causa y en agradecimiento el compositor escribió la obertura Festival académico. Por razones un tanto incomprensibles, a Brahms le surgió la necesidad de componer al mismo tiempo otra obertura, de cualidades contrastantes con aquélla. Mientras la Festival académico era alegre y optimista, la vena melancólica de Brahms requería de otra salida, tal y como el compositor lo decía en una carta a su amigo, el editor Fritz Simrock. En otra carta, dirigida al compositor Carl Reinecke (1824-1910), Brahms decía de sus dos oberturas:
“Una de ellas llora, la otra ríe.”
Así, para dar rienda suelta a su íntimo llanto espiritual, Brahms compuso la Obertura trágica en el mismo año de 1880, en el balneario de Bad Ischl. Al parecer, Brahms nunca tuvo en mente utilizar esta música para acompañar alguna representación escénica. Sin embargo, es un hecho que una buena parte del inicio de la obertura ya existía, en forma de bosquejo, desde la década de los 1860s; hasta la fecha no se tiene noticia de la intención original de Brahms al escribir aquel bosquejo que más tarde se convertiría en la Obertura trágica. De hecho, antes de poner título a esta obra el compositor consultó con algunos de sus amigos, ninguno de los cuales pudo sugerirle un título mejor, de modo que lo trágico fue lo que marcó, en la mente de Brahms, a esta obra suya.
La historia señala que la Obertura trágica fue estrenada simultáneamente con la obertura Festival académico el 4 de enero de 1881 en la ciudad de Breslau, con el propio Brahms como director de la orquesta. Este hecho no deja de ser notable porque, en un sólo día, se estrenaba la quinta parte de las obras orquestales de Brahms. En efecto, la producción puramente orquestal (sin instrumentos solistas) de Brahms fue relativamente escasa: sus cuatro sinfonías, las dos oberturas, dos serenatas, las Variaciones sobre un tema de Haydn y su propia orquestación de las Danzas húngaras. En el verano de 1881, de nuevo en Bad Ischl, Brahms realizó algunos cambios a la partitura de la Obertura trágica hasta dejarla en la forma definitiva con la que hoy se le conoce.
Nota final: así como algunas fuentes hablan del estreno simultáneo de las dos oberturas de Brahms, otras indican que la Obertura trágica fue estrenada primero, el 26 de diciembre de 1880, por la Filarmónica de Viena dirigida por Hans Richter.
Ludwig van Beethoven
La historia registra que allá por 1803 Ludwig van Beethoven (1770-1827) tuvo entre sus alumnos de piano al joven archiduque Rodolfo de Austria, hijo del emperador Leopoldo II y hermano de otro emperador, Francisco II. Cuentan los historiadores que las habilidades pianísticas del joven archiduque eran muy limitadas, y que ello explica la configuración de la parte de piano del Triple concierto, escrita por Beethoven pensando precisamente en su aristocrático alumno. Las otras dos partes solistas del concierto fueron evidentemente concebidas para músicos de mayor técnica y experiencia, siendo la más difícil de ellas la parte del violoncello. Así, la estructura del Triple concierto fue diseñada por Beethoven para una dotación de solistas que incluía al archiduque Rodolfo en el piano, August Seidler en el violín y Anton Kraft en el violoncello. Entre las muestras que pueden hallarse de la dificultad diversa de las partes solistas está sobre todo el hecho de que en la parte del piano hay muchos pasajes paralelos para las dos manos, poco trabajo de acordes y muy pocos intervalos grandes. En cambio, la parte del violín es más madura y exigente, y ya prefigura algunos de los hallazgos expresivos que Beethoven incluiría en el Concierto Op. 61. ¿Y qué pasa con la parte del violoncello solista? Para esta cuestión, recurro a un violoncellista experto, que además conoce bien la partitura del Triple concierto. He aquí las palabras de Álvaro Bitrán:
La parte del violoncello es la parte solista más difícil de este Triple concierto. No sólo es técnicamente muy compleja, sino que está escrita de manera que muchos pasajes demuestran que Beethoven no conocía a fondo el violoncello. En ciertas partes de la obra el violoncellista debe cambiar posiciones de mano izquierda de un modo que hace difícil la fluidez del discurso musical. De hecho, una buena interpretación de esta parte de violoncello requiere de técnicas contemporáneas, por lo que imagino que en la época de Beethoven no existían violoncellistas capaces de tocar la obra tal y como debe ser tocada. A pesar de esto, el Triple concierto es una obra que ha sido injustamente menospreciada, y yo estoy de acuerdo con quienes piensan que al paso del tiempo será justamente valorada.
Para complementar esta observación a cargo de un buen violoncellista, cabe recordar que algunos musicólogos, como Deryck Cooke, nos informan que para resolver ciertos problemas de balance sonoro en su Triple concierto, Beethoven dio un gran relieve a la cuerda más aguda del violoncello, que así puede dialogar con el violín de manera más equitativa, como si fuera una viola.
El Triple concierto fue terminado por Beethoven en 1804, mismo año en el que puso a su Sinfonía Heroica una dedicatoria a Napoleón, para retirarla de inmediato al enterarse de que Bonaparte se había proclamado emperador. La partitura del Triple concierto fue publicada en 1807, y su primera ejecución pública se realizó en 1808.
Edvard Grieg
En el año de 1865, Edvard Grieg (1843-1907) conoció en Copenhague a un joven colega y paisano suyo, Rikard Nordraak (1842-1866), quien tenía la convicción de que era posible crear una música que fuera inconfundiblemente noruega. Nordraak comunicó a Grieg este ideal nacionalista, y a partir de ese momento, según la mayoría de los musicólogos, el interés nato de Grieg en la música folklórica se intensificó, al grado de que casi todas sus obras importantes posteriores están marcadas por su origen en la música tradicional de Noruega. En ese sentido, las Danzas Sinfónicas Op. 64 de Grieg son, estrictamente, cuatro arreglos orquestales de otras tantas tonadas folklóricas. Si se descartan las transcripciones realizadas por el compositor a partir de obras escritas originalmente para otros medios, las Danzas Sinfónicas representan la composición orquestal original más tardía y madura de Grieg, y están consideradas entre sus mejores obras. La impresión general de estas cuatro piezas folklóricas orquestadas por Grieg es muy similar a la de varias otras de sus obras: una refinada organización de materiales tradicionales noruegos, presentada con un componente orquestal que debe mucho al sinfonismo romántico alemán, particularmente el de Robert Schumann (1810-1856). En cuanto al perfil expresivo de las Danzas Sinfónicas, su audición permite percibir un ambiente que en lo general es bucólico, pastoral, pero que no carece de momentos intensos y dramáticos. Si bien el compositor propone una orquestación compacta y bien balanceada, puede decirse que los alientos-madera se llevan la parte del león en las Danzas Sinfónicas Op. 64 de Edvard Grieg.
Juan Arturo Brennan