Herbert / Kopytman / Borodin 30/05/14

Juan Arturo Brennan | Tlaqná
Concierto n°. 2 - Victor Herbert / Kaddish - Mark Kopytman / Sinfonía n°. 2 - Alexander Borodin
Victor Herbert Después de estudiar y tocar el piccolo y la flauta por una breve temporada, Víctor Herbert (1859-1924) decidió adoptar definitivamente el violoncello como su propio instrumento. Tuvo una carrera de buen nivel como violoncellista en diversos conjuntos en Europa, y después de mudarse a los Estados Unidos (había nacido en Dublín, Irlanda) en 1886, llegó a ser violoncellista de la Orquesta de la Ópera Metropolitana de Nueva York. Como solista, fue invitado por algunas de las más importantes orquestas de los Estados Unidos, y su carrera como ejecutante se extendió hasta la segunda década del siglo XX. Compuso seis obras para violoncello y orquesta, y otras siete para violoncello y piano. Se dice, y con razón, que el Segundo concierto para violoncello de Herbert es la única de sus obras instrumentales que ha trascendido. Con motivo del estreno de la obra, un crítico de Nueva York escribió estas palabras: El Sr. Herbert tocó con singular habilidad y brillo, su sonido es suave y agradable, y su interpretación de su propia obra le dio tal placer al público que fue requerido en dos ocasiones para ser ovacionado. En otra ocasión, al finalizar una ejecución de su Concierto No. 2, Herbert recibió en su camerino la visita de Antonin Dvorák (1841-1904), quien lo felicitó calurosamente por la obra y por su interpretación. Se dice que en ese momento, debido a su admiración por el Concierto y por la interpretación de Herbert, Dvorák concibió la idea de componer su hermoso Concierto en Si menor para violoncello y orquesta, que al paso del tiempo habría de hacerse mucho más famoso que el del compositor y violoncellista irlandés-estadunidense. Los violoncellistas afirman que desde el punto de vista técnico, el Segundo concierto de Herbert es mucho más exigente que el de Dvorák. Víctor Herbert fue el solista en el estreno de su Concierto No. 2 para violoncello, realizado en Nueva York en marzo de 1894, con la dirección orquestal de Anton Seidl, quien años atrás había sido responsable (junto con otro famoso director, Walter Damrosch) de invitar a Herbert y a su esposa, la soprano Therese Förster, a unirse a las filas de la célebre Ópera Metropolitana de Nueva York, mejor conocida como ‘Met’. Mark Kopytman Una de las muestras más claras de la mezcla de liturgia judía y lenguajes contemporáneos que hay en la música de Mark Kopytman (1929-2011) está en su obra titulada Kaddish. Básicamente, el kaddish es un himno de alabanza a Dios contenida en el servicio litúrgico judío. Si bien en lo general el kaddish es un rezo de magnificación y glorificación de Dios, tiene una acepción particular como un himno luctuoso. De hecho, cuando de manera coloquial alguien se refiere a “decir el kaddish” o “rezar el kaddish” se sobreentiende que se trata específicamente de una plegaria luctuosa. Los deudos rezan el kaddish para enfatizar que a pesar de la muerte, la pérdida, el luto y el dolor, aún glorifican a Dios. Es posible encontrar en la parte solista del Kaddish de Kopytman ciertas expresiones y giros melódicos que también están presentes en obras análogas, como el Kol Nidrei de Max Bruch (1838-1920) y el Schelomo de Ernest Bloch (1880-1959). En una reseña publicada con motivo de una ejecución en concierto del Kaddish de Kopytman a cargo del violoncellista israelí Amit Peled, se decía que en esta pieza el instrumento solista toma el rol del hijo mayor de una familia, recitando la plegaria por los muertos, mientras que la orquesta de cuerdas hace el papel del padre. La obra está escrita en un solo movimiento, dividido en varias secciones de variado estado de ánimo. Poco antes del final de Kaddish, Kopytman incluye una cadenza austeramente expresiva para el solista. La pieza concluye con una larga nota aguda, envuelta en cambiantes armonías. Por lo general, los compositores suelen escribir primero la versión de cámara de una obra y más tarde realizan la versión orquestal. Para su Kaddish, Mark Kopytman procedió en sentido inverso. Compuso la versión original de la obra, para violoncello (o viola) y cuerdas en 1981, y no fue sino hasta 1992 que realizó la versión para violoncello (o viola) y piano. Como referencia no sólo musical, sino también cultural y litúrgica, cabe recordar que Maurice Ravel (1875-1937) compuso en 1914 sus Dos melodías hebreas para voz y piano, que son Kaddish y El enigma eterno. Por su parte, Leonard Bernstein (1918-1990) compuso en 1963 (y revisó en 1977) su Tercera sinfonía, a la que puso por título Kaddish, cuya partitura dedicó a la memoria del presidente John F. Kennedy. Alexander Borodin Alexander Borodin (1833-1887) inició su carrera de compositor a los 29 años de edad. A pesar de este tardío inicio, mostró siempre un vigoroso y original talento musical que quizá pudo haber desarrollado mejor si no hubiera dedicado lo mejor de su vocación a desentrañar los misterios de la química. Precisamente por el poco tiempo libre que le dejaba su profesión, Borodin bendecía aquellas épocas en las que enfermaba, ya que la cama y el aislamiento le permitían componer con mayor asiduidad. El catálogo de Borodin está formado por dos óperas, cinco obras orquestales, cuatro piezas de música de cámara, una docena de canciones y un puñado de piezas para piano. La composición de la Segunda sinfonía fue realizada al mismo tiempo que la de su obra más notoria, la ópera El príncipe Igor. Borodin inició la sinfonía en 1869 y hubo de detenerse después de terminar el primer movimiento cuando le fue sugerida su participación en la creación de una ópera-ballet de composición colectiva que habría de ser realizada en colaboración con Cui, Mussorgski y Rimski-Korsakov. El proyecto no fructificó y Borodin pudo dedicarse de nuevo a su sinfonía, que fue terminada en 1876. Las condiciones del estreno, realizado en 1877, fueron poco favorables y la Segunda sinfonía fue recibida fríamente y con hostilidad por el público de San Petersburgo, donde Eduard Napravnik dirigió la primera ejecución de la obra. Originalmente, Borodin concibió su Segunda sinfonía como una pieza de música abstracta, pero la influencia nacionalista de sus colegas no se hizo esperar y muy pronto la obra tenía ya un programa descriptivo. El primer movimiento, según ese programa, debía representar una asamblea de príncipes y guerreros rusos del siglo XI. El tercer movimiento habría de referirse a las canciones de los trovadores eslavos, y el cuarto describiría los banquetes de los héroes de la mitología rusa. Más aun, el crítico Vladimir Stassov la llamó Sinfonía Paladín, reafirmando el supuesto carácter heroico de la obra. Lo cierto es que, a pesar de todas estas historias y descripciones, la Segunda sinfonía de Borodin es fundamentalmente una obra abstracta de gran vigor rítmico y una fluida invención melódica. Entre los puntos notables de la pieza, uno es evidente de inmediato: el inicio del primer movimiento, en el que procediendo de una manera poco usual Borodin expone el tema principal en unísonos secos, comenzando a armonizar hasta varios compases más tarde. A raíz de la pobre recepción que la obra tuvo en su estreno, Borodin se abocó en 1879 a hacer una revisión de la orquestación de la obra, que se reestrenó en este mismo año bajo la batuta de Rimsky-Korsakov, sin embargo la obra permaneció sin publicarse y Borodin regresó a ella de nuevo en 1886, meses antes de su muerte, para preparar la versión final. Como solía ser costumbre entre los compositores rusos de aquel tiempo, Alexander Glazunov (1865-1936) y Rimski-Korsakov (1844-1908) colaboraron en la edición final de la Segunda sinfonía de Borodin, publicada en su versión final en 1887. Juan Arturo Brennan