Gluck / Strauss / Beethoven 11/06/14

Juan Arturo Brennan | Tlaqná
Orfeo y Eurídice - Christoph Willibald Gluck / Concierto para oboe - Richard Strauss / Sinfonía n°. 6 - Ludwig van Beethoven
Christoph Willibald Gluck, a 300 años de su nacimiento Después de un inicio musical indiferente, basado más en su habilidad como intérprete de la armónica de cristal que en sus dotes de compositor, Christoph Willibald Gluck (1714-1787) adoptó el estilo operístico italiano para una serie de producciones que le encomendó la Ópera Imperial de Viena. Cuando la moda musical cambió, Gluck se adaptó rápidamente al cambio y se orientó hacia el estilo de ópera ligera francesa que le permitiría, en el año de 1773, dejar Viena para establecerse en París y supervisar la producción de su más reciente ópera, Ifigenia en Áulide. Para entonces, ya bajo la influencia de los libretistas franceses, Gluck estaba intentando romper con algunas de las convenciones más arraigadas de los estilos operísticos que había cultivado hasta entonces. Así, el compositor se orientó hacia algunos temas inspirados en la antigüedad clásica; algunos de los títulos de las óperas de su último período son Orfeo y Eurídice, El triunfo de Clelia, Telémaco, Alceste, Paris y Elena, e Ifigenia en Áulide. Orfeo y Eurídice, designada como una azione teatrale, en tres actos, está basada en un libreto de Ranieri de Calzabigi. Se estrenó en el Burgtheater de Viena el 5 de octubre de 1762 y desde entonces es la más famosa y popular de las óperas de Gluck. Además, con Orfeo y Eurídice el compositor realizó una importante renovación del género operístico de su tiempo, tanto en el uso de la orquesta como en la sólida caracterización de los personajes. Después de su estreno (en el que el papel de Orfeo fue cantado por el castrato Guadagni), Orfeo y Eurídice fue repetida un centenar de veces. Richard Strauss, a 150 años de su nacimiento Cuando los Aliados entraron a Alemania en 1945, hallaron a Richard Strauss (1864-1949) trabajando tranquilamente en su casa, en la pequeña ciudad de Garmisch. El viejo compositor recibió hospitalariamente a las tropas de ocupación, y de vez en cuando invitaba a los militares a su casa para un vaso de vino y una plática. Durante una de esas veladas, Strauss conoció a un joven soldado estadunidense, quien antes de enlistarse en el ejército fungía como oboísta principal en la Orquesta Sinfónica de Pittsburgh, de modo que conocía de cerca la música de su inesperado anfitrión. Un buen día, al calor de la conversación, el soldado-músico preguntó a Strauss si alguna vez había considerado escribir un concierto para oboe, a lo que éste respondió con un simple “No”, quedando ahí el asunto. Para sorpresa del soldado, Strauss tomó muy en serio la pregunta y se lanzó con entusiasmo casi juvenil a componer su Concierto para oboe, cosa aún más llamativa si se considera que la música concertante no había sido un género favorito del compositor. En su Concierto para oboe, Strauss utilizó algunas ideas musicales que había explorado casi cuarenta años antes por lo que, quizá con razón, los críticos señalaron que en esta obra no había nada nuevo, sino que era una correcta sucesión de herramientas musicales del siglo XIX. Sin embargo, el Concierto para oboe es tan representativo de la época tardía de Strauss como cualquiera otra de sus obras de este período, y la impresión general que deja en el oyente es la de una calidez crepuscular casi nostálgica. Concluido en 1945, el Concierto para oboe de Richard Strauss fue estrenado en Zúrich el 26 de febrero de 1946, con Marcel Saillet como solista y la dirección orquestal de Volkmar Andreae. ¿Y qué fue del soldado estadunidense que dio origen a esta obra? Al final de la guerra dejó el ejército y se dedicó de lleno a su oboe. Se llamaba John de Lancie y con el paso de los años llegó a ser primer oboe de la Orquesta de Filadelfia y un solista de muy buen nivel. Sin embargo, cuando el Concierto para oboe de Strauss se estrenó en los Estados Unidos, a John de Lancie le escamotearon injustamente el privilegio de ser el solista, porque por ese entonces aún no ocupaba el primer atril de la orquesta, y optó por ceder a otro colega la exclusividad que Strauss le había concedido para el estreno en los EUA. No fue sino hasta 1964, cuando de Lancie estaba ya en el retiro, que pudo al fin ejecutar ‘su’ concierto, con la misma Orquesta de Filadelfia. Ludwig van Beethoven Ludwig van Beethoven (1770-1827) compuso su Sexta sinfonía entre 1807 y 1808, y en el programa de su estreno, el 22 de diciembre de 1808 en Viena, se describía a la obra como Una sinfonía titulada: Recuerdos de la vida en el campo, en fa mayor. Es difícil dudar de las intenciones programáticas de Beethoven, considerando que cada uno de los cinco movimientos lleva, además de la indicación de tempo, un subtítulo muy descriptivo. I. Despertar de sentimientos de alegría al llegar al campo. La característica más notable de este movimiento es algo que se relaciona directamente con el primer movimiento de la Quinta sinfonía de Beethoven: la insistente repetición de la idea principal, repetición que sin embargo nos deja la impresión de una enorme variedad. II. Escena junto al arroyo. Este movimiento está lleno de murmullos musicales, que sin duda pueden ser traducidos al lenguaje de la naturaleza; diversos analistas han hallado aquí el zumbido de los insectos, el canto del ruiseñor, la llamada del cucú. III. Alegre reunión de campesinos. La fuente sonora de Beethoven para este movimiento puede ser localizada en las rústicas bandas que tocaban en las tabernas de los alrededores de Viena. Como proyección futurista de esta inspiración, recordemos los sonidos de las bandas vienesas en la música de Gustav Mahler (1860-1911). IV. Tempestad. La música de taberna es interrumpida por la inminencia de la tormenta, una tormenta descrita por Beethoven con recursos impresionistas noventa años antes de Debussy: truenos en las cuerdas bajas, el aullido del viento en el flautín. V. Canción pastoral: sentimiento de alegría después de la tormenta. Un clarinete solo, y después un corno, cantan la canción de gracias del pastor. A partir de esto, Beethoven desarrolla un movimiento que es como una glorificación panteísta de la naturaleza. La actitud reflejada en este movimiento, y de hecho en toda la sinfonía, no deja de ser una muestra singular del carácter de un hombre que amaba profundamente la naturaleza, y que para cuando compuso su sinfonía Pastoral, su avanzada sordera le impedía escuchar los sonidos de ese mundo amado. Juan Arturo Brennan