Mozart / Berg / de Sarasate 27/06/14
Wolfgang Amadeus Mozart
De las 41 sinfonías del catálogo de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791), solamente dos fueron escritas en una tonalidad menor: la Sinfonía No. 25 y la Sinfonía No. 40. Y por casualidad, ambas están escritas en la tonalidad de sol menor. Durante los últimos cuatro años de su vida, Mozart estuvo ocupado principalmente con la creación de óperas; de este período final datan Don Giovanni, Cosí fan tutte, La flauta mágica y La clemencia de Tito. Debido a esta orientación de su actividad productiva, Mozart había dejado a un lado la composición de sinfonías. El 6 de diciembre de 1786 el compositor había firmado el manuscrito de su Sinfonía No. 38, Praga, y durante casi dos años no había vuelto a escribir sinfonías. De pronto, en el verano de 1788, en un corto período de siete semanas, Mozart creó sus tres últimas sinfonías, todas ellas obras maestras del género, para cerrar de manera brillante un catálogo sinfónico incomparable. Y todos los indicios históricos apuntan hacia el hecho de que, sin encargos ni compromisos de por medio, Mozart escribió estas tres sinfonías por el puro placer de hacerlo. La historia nos dice también que los contemporáneos de Mozart no valoraron estas sinfonías en su correcta medida, aunque por fortuna, tiempo después se alzaron voces lúcidas y generosas para hacerles justicia. Escuchemos, por ejemplo, a J.F. Fétis:
Aunque Mozart no utilizó fuerzas orquestales formidables en su Sinfonía en sol menor, ninguno de los enormes efectos que uno encuentra en una sinfonía de Beethoven, la invención que ilumina esta obra, los acentos de energía y pasión que la habitan y el color melancólico que la domina la convierten en una de las más bellas manifestaciones del espíritu humano.
Respecto a lo escrito por Fétis sobre la orquestación de la obra, cabe aclarar que, en efecto, Mozart utilizó fuerzas musicales modestas: una flauta, maderas a dos, y cuerdas, lo que no le impidió lograr colores sumamente atractivos a lo largo de la obra, colores por lo general oscuros y llenos de pasión. Vale la pena, finalmente, citar las sencillas pero precisas palabras de Robert Schumann (1810-1856) respecto a esta formidable obra, porque resumen de manera muy clara no sólo las cualidades de la Sinfonía No. 40 de Mozart, sino en general las de toda su música. Decía Schumann:
En la Sinfonía en sol menor de Mozart encuentro la mejor manifestación de la elegancia griega.
Es decir, una obra maestra clásica, en el mejor sentido del término.
Alban Berg
En agosto de 1915, Alma Schindler (viuda de Gustav Mahler, 1860-1911) se casó con Walter Gropius, notable arquitecto, pionero fundamental de la modernidad en la arquitectura, principalmente a través de esa formidable institución que fue la Bauhaus. Al casarse con Gropius, Alma estaba todavía involucrada en una tormentosa relación con el pintor Oskar Kokoschka. Meses después del matrimonio (celebrado durante dos días de licencia que el teniente Gropius pidió a sus superiores en el ejército alemán) Alma quedó embarazada por séptima vez, y el 5 de octubre de 1916 dio a luz a una hija a la que puso el nombre de Manon, el mismo nombre de su suegra. Al paso de los años, la relación de Alma con Gropius se deterioró, y en 1929 ella se casó una vez más, con el escritor Franz Werfel. Mientras tanto, Manon Gropius Schindler creció y se convirtió en una atractiva adolescente, pero la tragedia no tardó en caer de nuevo sobre Alma, quien había perdido ya varios hijos. Atacada súbitamente por poliomielitis y una parálisis parcial, Manon murió el lunes de Pascua de 1935, a los 18 años de edad. Era el tercer hijo de Alma en morir prematuramente. Entre los amigos cercanos que compartieron el luto de Alma por la muerte de Manon estaba Alban Berg (1885-1935); además de las muestras privadas de afecto que le ofreció a la entristecida madre, Berg respondió a la muerte de Manon dedicándole su Concierto para violín con el título A la memoria de un ángel.
Alban Berg comenzó a escribir el Concierto para violín en el verano de 1935, teniendo como estímulo específico un encargo del violinista estadunidense Louis Krasner. Para trabajar en esta obra, Berg interrumpió la orquestación de su magistral ópera Lulu, que quedó lamentablemente incompleta a la muerte del compositor, ocurrida el 24 de diciembre de 1935. Así, puede decirse que el estreno póstumo de esta intensa obra representó un doble Réquiem, por Manon Gropius y por el propio Alban Berg. El estreno se llevó a cabo en Barcelona el 19 de abril de 1936, con Louis Krasner como solista y bajo la dirección de Hermann Scherchen. Originalmente, el estreno debió haber sido dirigido por Anton Webern (1883-1945), pero el luto por la muerte de su querido amigo y colega le impidió llevar a cabo la tarea. Casi treinta años después del emotivo estreno de este concierto que Berg dedicó A la memoria de un ángel, Alma Schindler Mahler Gropius Werfel murió, el 11 de diciembre de 1964. Sus restos reposan en el cementerio de Grinzing, en Viena, muy cerca de los de su hija Manon.
Pablo de Sarasate
Al hacer un esbozo biográfico de Pablo de Sarasate (1844-1908) con datos de aquí y de allá, uno no puede menos que preguntarse qué tan extenso puede ser su catálogo de composiciones, y qué lugar ocupan éstas en el gusto del público y los planes de producción de las empresas discográficas. Una respuesta parcial a estas dudas puede hallarse consultando una versión reciente del más famoso catálogo de discos, donde puede encontrarse una Introducción y tarantella, Navarra, Danzas españolas, Barcarola veneciana, Aires bohemios, El canto del ruiseñor, Capricho vasco, Jota de Pablo, Miramar, Muñeira, Peteneras, Zapateado, La caza, Fantasía sobre Fausto, Fantasía sobre El cazador furtivo y un buen número de grabaciones de sus dos obras más famosas, la Fantasía sobre Carmen y los Aires gitanos. Entre los muchos violinistas de prestigio que han grabado estas obras de Sarasate destacan Perlman, Ricci, Steiner, Kantorow, Mutter, Heifetz, Rabin, Accardo, Chang, Rosand, Huberman y Stern.
Una de las más famosas obras de Sarasate es la que lleva por título Aires gitanos. la pena decir que en esta brillante y extrovertida pieza el violinista español supo captar muchos interesantes giros melódicos y armónicos de la música de la Europa Central que, por supuesto, guardan una estrecha relación con el elemento gitano que habita en la música de Andalucía y provincias cercanas. Si se busca una pista que indique a cuál de las vertientes de lo gitano se refirió Don Pablo Martín Melitón de Sarasate y Navascuéz en esta obra, es pertinente recordar que salvo en los países de habla hispana, estos Aires gitanos son conocidos por su título original, que está en alemán: Zigeunerweisen. La obra, una especie de rapsodia construida sobre temas musicales de la tradición romaní, (especialmente las czardas) fue compuesta por Sarasate en 1878 y estrenada ese mismo año por el autor en la ciudad de Leipzig. En estos Aires gitanos es posible encontrar desde la imitación de una cítara hasta la descripción estilizada del canto de algunas aves. Y así como Sarasate escribió varias obras que son adaptaciones sobre música de otros compositores, su propia música ha sido sujeta al mismo tratamiento. Entre las varias versiones de los Aires gitanos que existen por ahí, hay una especialmente interesante: una adaptación para erhu (instrumento chino de cuerda frotada) y orquesta. Finalmente, para averiguar cómo ha tratado la posteridad a Sarasate, es posible asomarse al número del 25 de marzo de 1940 de la revista Musical America, en la que se encuentra un interesante artículo sobre Sarasate, firmado por A. Hartmann, con un título que lo explica todo... o casi todo: El perfecto virtuoso.
Juan Arturo Brennan