EL MESIAS 12/12/14
Se cierra una temporada. Comienza un nuevo año. ¿Qué mejor época que ésta para sacudirse la desesperanza y recuperar la pasión? Con Villancicos –antigua forma de canción tradicional o popular, inspirada en motivos navideños– y con “El Mesías” de Händel, la Orquesta Sinfónica de Xalapa despide este 2014 y se prepara para un 2015 melómano y solidario. En las notas a este programa les ofrecemos nuestro particular cuento de Navidad, aquel que nos ayuda a soñar: la fascinante historia de un compositor, Händel, que tocó la divinidad a través del Arte.
LA COMPOSICIÓN DE “EL MESIAS”, LA EPIFANIA DE UN GENIO
Agosto de 1741. Un hombre camina desesperanzado por las calles de una ciudad cubierta de niebla. Pudiera ser Xalapa, pero es Londres. El hombre, Georg Friedrich Händel (1685-1759), siente su vida truncada: la salud le ha jugado malas pasadas, la bancarrota le amenaza, los mecenas le huyen, los críticos se ensañan... Todo sería nada si la música fluyera, pero ésta también renquea como sus pasos dubitativos. El Händel de este día entre brumas resulta ser un hombre asustado. Teme haber perdido el genio, la impronta, que le abrió las puertas de la muy exigente Corte británica, por 1712, y que le hizo contar con el favor del Rey Jorge I.
Abrumado por el infortunio, el compositor alemán que aprendió música en Italia, pasó por Francia y se hizo inglés (un cosmopolita de los pies a la cabeza) se recluye en su húmeda residencia londinense, ubicada en el número 25 de Brook Street, y se deja llevar por el desasosiego del creador sin ideas. Hasta que le llega un libreto de Charles Jennens, curioso personaje con quien ya había colaborado en, entre otras obras, Saul (1735-39) y L’Allegro, il Penseroso ed il Moderato (1740-41).
Händel, casi derrotado, comenzó a hojear el manuscrito. A manera de Epifanía, ciertas frases bíblicas del libreto actuaron en él como un combustible que prendió sus deseos de concebir una obra inmortal. “Fue despreciado y rechazado de los hombres”. Händel se reconoció a sí mismo en el dolor de estas palabras. Y se hizo la luz. Tardó veinticuatro días, del 22 de agosto al 14 de septiembre de 1741, en componer su obra. Fueron tres semanas de febril pasión, en las que el compositor se olvidaba de comer, de dormir, de vivir... En esos días, para él todo era superfluo menos esa música que fijaba en partitura para preservarla del olvido. Cuentan que, tan pronto como dio por terminada su obra, Händel lloró. “Creo que vi el cielo delante de mí y también, el rostro de Dios”, alcanzó a decir a su asistente.
El Oratorio “El Mesías” se estrenó en el New Music Hall de Dublín el 12 de abril de 1742, ante un auditorio de setecientas personas. Por petición de Händel, toda la recaudación se destinó a obras de caridad y así se hizo siempre a lo largo de la vida del compositor. De hecho, él se negó a publicar la obra para que nadie incumpliese con esta costumbre, y cada vez que él la dirigía, exigía que todos los beneficios se destinaran a un hospital. Para su autor, “El Mesías” tenía un origen divino y a la divinidad quería agradecerle su dictado con gestos humanitarios.
El 23 de marzo de 1743 (un año y medio después del paseo desesperanzado de un hombre bajo la niebla con el que comenzamos este texto), el público londinense abarrotaba el teatro del Covent Garden para asistir al estreno de “El Mesías”. Händel ya no dudaba de sí mismo. Cuentan las crónicas de la época que el Rey Jorge II se puso en pie al escuchar el célebre “Aleluya”. Todo el auditorio, siguiendo al Rey, se levantó de sus butacas en señal de respeto. Mientras unos sostienen que el gesto de Jorge II fue motivado por la emoción, otros más pragmáticos opinan que el Rey lo hizo porque confundió el “Aleluya” con un himno y cumplió con el protocolo. Más allá de la anécdota, “El Mesías” conectó con el público. Tal vez, el secreto consiste en que esta música arrastra hacia la trascendencia. Cuando en 1752 Händel perdió la vista escribió: “Eclipse total. El mundo se ha borrado”. Pero ya no se comportaba como el hombre perdido y asustado de hacía una década. Ya era el creador de “El Mesías”. El seis de abril de 1759, aún halló fuerzas para ir a tocar al órgano su pieza maestra. Desafortunadamente, se desmayó en mitad de la pieza. Ocho días después, en Sábado Santo, Georg Friedrich Händel moría en Londres. Fue enterrado con todos los honores en la abadía de Westminster. Su música sigue partiéndonos y recomponiéndonos el alma una y otra vez.
“El Mesías” ejemplifica cómo el Arte reta al olvido y se convierte en nuestro mejor guardián. En nuestro amigo.
Notas por Mónica Sánchez y Enrique Vázquez