La noche de los mayas 18/01/15
La noche de los mayas
En su fascinante e indispensable Historia documental del cine mexicano el historiador Emilio García Riera aporta datos importantes para una aproximación cabal a la película La noche de los mayas, dirigida en 1939 por Chano Urueta. Para empezar, el autor refuta a quienes consideraron a esta película como una obra renovadora, citando el muy reiterado elemento de la contraposición entre la bondad de lo natural frente a la maldad de lo artificial, que está resumido en la perturbadora penetración del hombre blanco en el hábitat “puro” del indígena. A partir de esta premisa, hacen su aparición en la película el racismo, el paternalismo, el equívoco de las leyendas y, finalmente, esta afirmación categórica:
Más que al conocimiento del alma indígena, la cinta nos remite a un populismo antropológico de moda en los años 30: el fantasma de Eisenstein seguía gravitando en el cine nacional.
En otro párrafo de la misma crítica, García Riera cita los elementos que en su momento le dieron cierto valor a la película, y entre ellos está, como era de suponerse, “la excelente música stravinskiana de Silvestre Revueltas.”
Al respecto de la música que Silvestre Revueltas (1899-1940) escribió para la película La noche de los mayas, el crítico musical José Antonio Alcaraz ha afirmado que “permaneció largo tiempo soslayada como escenografía auditiva del producto cinematográfico petrificado que dirigió Chano Urueta.” A la luz de esta afirmación, no deja de ser muy interesante citar también al crítico cinematográfico Jorge Ayala Blanco, quien se refiere a La noche de los mayas como un “ambicioso monumento a la cámara petrificada.” No cabe duda que la coincidencia de los términos empleados por ambos críticos resulta muy significativa. En efecto, los fragmentos musicales de Revueltas para el filme de Urueta permanecieron dispersos y desconocidos hasta que al principio de la década de los 1960s el director de orquesta José Ives Limantour los editó en cuatro grandes bloques, de los cuales dos resultan especialmente interesantes. El primero, Noche de los mayas, que sintetiza la carga atmosférica y el contenido temático de toda la obra; y el tercero, Noche de Yucatán, que contiene una conocida melodía prehispánica titulada Konex, konex, un canto maya que muchos de nosotros nos hemos encontrado, más o menos alterado, en alguna clase de iniciación musical de corte seudo-nacionalista, o en el montaje musical de algún ballet folklórico. Esta es una de las escasas ocasiones en que Revueltas citó literalmente materiales musicales ya existentes. En el último movimiento de La noche de los mayas se desata una potente avalancha de percusiones en la que hay amplias opciones de improvisación.
Especular sobre la fidelidad de la edición de Ives Limantour a las intenciones originales de Revueltas resulta quizá menos interesante que reconocer el valor de esta partitura que por fortuna tiene hoy un lugar firme en las salas de concierto. Vale la pena mencionar, por cierto, que en el año de 1939, año de producción de La noche de los mayas, se formó un Comité Nacional de la Industria Cinematográfica, dedicado a la sabia y respetable tarea de otorgar premios a diestra y siniestra. Como era predecible, La noche de los mayas obtuvo varios de ellos: fue designada como la mejor película del año, Isabela Corona fue la mejor actriz, Gabriel Figueroa fue premiado por su fotografía, Emilio Gómez Muriel por su edición y, claro, Silvestre Revueltas por su música. Si bien La noche de los mayas y Redes son las dos partituras cinematográficas de Revueltas que hoy se escuchan con alguna frecuencia en los programas sinfónicos, es preciso recordar que también escribió música para otras películas: Vámonos con Pancho Villa (Fernando de Fuentes, 1935); El indio (Armando Vargas de la Maza, 1938); El signo de la muerte (Chano Urueta, 1939); ¡Que viene mi marido! (Chano Urueta, 1939); y Mala yerba (Gabriel Soria, 1940). (Se dice, por cierto, que su partitura para la película Mala yerba fue la última obra de Revueltas, terminada poco antes de su muerte). Si se considera la importancia mayúscula que Revueltas tiene en el medio musical mexicano, es muy significativo el hecho de que poco o nada se sepa de estas otras músicas suyas para el cine. Ello se debe, sin duda, al hecho de que en México la música cinematográfica es un género vergonzosamente ignorado. Para finalizar, es posible citar una vez más a José Antonio Alcaraz, quien en su análisis de La noche de los mayas ofrece una interesante proposición:
Nada hay en esta partitura de la fanfarria aprobatoria de las acrobacias sentimentales de un cine cuyo escapismo sólo busca la manipulación y el sometimiento.
Afirmación desde luego fascinante por sus posibilidades de extrapolación: se refiere a una película de 1939, pero bien pudiera aplicarse a varias etapas del cine mexicano contemporáneo, un cine que ha sido destrozado tan implacablemente que, entre otros muchos desastres, ha visto denigrada, olvidada e ignorada la música que debía ser su complemento natural.