Von Suppé / Saint-Saëns / Beethoven 06/03/15

Juan Arturo Brennan | Tlaqná
Obertura Caballería ligera - Franz von Supper / Concierto para piano y orquesta n°. 5, Op. 103, Egipcio - Camille Saint- Saëns / Sinfonía n°. 3, Op. 55, Heroica - Ludwig van Beethoven

FRANZ VON SUPPÉ
Obertura Caballería ligera
En el año de 1882, Franz von Suppé (1819-1895) decidió abandonar la carrera de director de orquesta y se retiró, para dedicarse exclusivamente a la composición. Su catálogo está formado casi exclusivamente por música para la escena: óperas, operetas y algunas piezas de música incidental para el teatro. Algunas obras corales, una sinfonía y varios cuartetos de cuerda completan la lista de obras de Franz von Suppé. Se dice que Suppé influyó de modo importante en el desarrollo de la música ligera en Austria y Alemania, incluso hasta la mitad del siglo XX. Ante esta afirmación, no deja de ser significativo que su propia música esté casi totalmente olvidada en nuestro tiempo. Como uno de muchos ejemplos posibles, puede citarse el hecho de que en cincuenta años de ópera, zarzuela y opereta en nuestro Teatro de Bellas Artes, solo se ha puesto en escena una de las obras de Suppé, La bella Galatea. De las más de 200 partituras compuestas por Suppé para el teatro sólo sobreviven en las salas de concierto algunas de sus oberturas: Caballería ligera, Dama de espadas, Mañana, tarde y noche en Viena y, por supuesto, Poeta y campesino.
Caballería ligera es una opereta en dos actos que Suppé compuso a partir de un libreto de C. Costa, y que fue estrenada en el Carltheater en marzo de 1866. La obertura de esta opereta, llena de melodías y ritmos pegajosos, está caracterizada principalmente por sus fanfarrias militares y sus episodios de galope ecuestre, encabezados siempre por las trompetas. No está de más saber que este diligente compositor de operetas a quien hoy conocemos como Franz von Suppé, tuvo en realidad el eufónico y prolongado nombre de Francesco Ezechielle Ermenegildo Cavalliere Suppé Demelli.

CAMILLE SAINT-SAËNS
Concierto para piano y orquesta No. 5, Op. 103, Egipcio
En 1846, a la tierna edad de once años, Camille Saint-Saëns (1835-1921) había hecho su debut ante el piano en calidad de auténtico niño prodigio, y durante el resto de su carrera, aun cuando ya había establecido plenamente su reputación como compositor, se mantuvo muy cerca de un teclado u otro, ya fuera el piano o el órgano. Para escribir su Quinto concierto, Saint-Saëns aprovechó unas vacaciones invernales que lo llevaron a Egipto, donde tuvo la oportunidad de ponerse en contacto cercano con paisajes, texturas, sabores, colores, olores y sonidos diversos de las culturas del norte de África. Al parecer, el compositor asimiló a profundidad muchas de sus experiencias sensoriales en Egipto y, según los entendidos, las volcó hábilmente en su Quinto concierto para piano. Se afirma que es posible detectar en esta obra la peculiar luz del amanecer egipcio, así como el croar de las ranas en el valle del Nilo y el canto de los boteros egipcios. Más aún: algunos musicólogos afirman que en el movimiento final del concierto se puede apreciar, en la componente rítmica del Molto allegro, la cadencia de la hélice del barco que llevaba a Saint-Saëns por el río Nilo.
Si bien todo esto bien puede ser producto de la fantasía y, como tal, refutado paso a paso, lo que no parece estar a discusión es el hecho de que el segundo movimiento del Quinto concierto de Saint-Saëns tiene como fundamento melódico una canción de amor escuchada por el compositor a su paso por Nubia. He aquí la razón por la que se conoce a este concierto con el sobrenombre de Egipcio. En un interesante artículo sobre Saint-Saëns y su último concierto para piano, James Harding hace una descripción que pinta al compositor de cuerpo entero. Dice Harding que el día del estreno del concierto, en plena celebración de su jubileo, Saint-Saëns salió al escenario caminando de prisa, se sentó de inmediato ante el piano y sin más preámbulos ejecutó el estreno mundial de su pieza. Habiendo tocado con la sólida técnica que lo caracterizaba y sin mostrar aflicción alguna por las evidentes dificultades de la partitura, Saint-Saëns se levantó prontamente, hizo una leve reverencia de compromiso y abandonó el escenario tan rápido como había llegado…


LUDWIG VAN BEETHOVEN
Sinfonía No. 3, Op. 55, Heroica
En 1800 y 1802 Ludwig van Beethoven (1770-1827) había ofrecido al público vienés, respectivamente, su Primera y Segunda sinfonías, obras que si bien todavía participaban del mundo sonoro de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791), ya llevaban el germen de lo que habría de ser el estilo maduro del compositor. Y de pronto, en 1805, de manera ciertamente sorpresiva y sorprendente, Beethoven mostró al mundo su Tercera sinfonía, que cayó en esta tierra como una verdadera bomba musical. Al margen de las anécdotas napoleónicas extramusicales que la rodean, esta sinfonía vino a representar una ruptura tajante con los modelos sinfónicos anteriores y, paradójicamente, un sólido eslabón en la tradición sinfónica germánica. Originalmente, Beethoven llamó a esta gran obra Sinfonía grande, intitolata Buonaparte, cuando todavía creía (inocente y generoso) en las buenas intenciones de Napoleón. Después vendría la escena que tantas veces nos han contado: un furibundo Beethoven tachando la dedicatoria original para dejar la sinfonía como Sinfonía heroica, dedicada a celebrar la memoria de un gran hombre. ¿Qué importancia real tiene la cuestión napoleónica en el ámbito musical de esta magna sinfonía? Para acercarnos a esta cuestión, escuchemos al compositor ruso Igor Stravinski (1882-1971):

¿Qué importa si la Tercera sinfonía de Beethoven fue inspirada por la figura de Bonaparte el republicano o la de Napoleón el emperador? Sólo la música importa. Pero hablar de música es arriesgado y conlleva una responsabilidad. Por ello algunos prefieren abordar los asuntos colaterales. Esto es fácil y permite que uno se haga pasar por un gran pensador.

En 1802 Beethoven escribió el famoso Testamento de Heiligenstadt, aterrador documento en el que desnudaba su atribulada alma ante el mundo. Un año después, como para demostrar su capacidad de superar los obstáculos más formidables, acometió la creación de su Tercera sinfonía, que habría de ocuparlo durante 1803 y 1804. La obra que produjo en ese período no ha cesado de asombrar a quienes la escuchan, aún a tantos años de distancia. El musicólogo Paul Henry Lang la describió en estos términos:

Una de las hazañas más incomprensibles en las artes y las letras, el paso más grande dado por un compositor en la historia de la sinfonía y en la historia de la música en general.


Juan Arturo Brennan