Sinfonía 3 - Mahler 26/06/15

Juan Arturo Brennan | Tlaqná
Sinfonía n°. 3, La alegre ciencia o Sueño de una mañana de verano - Gustav Mahler

NoGUSTAV MAHLER (1860-1911)
Sinfonía No. 3
Después de iniciar su producción sinfónica con el sorprendente Titán, una sinfonía llena de asociaciones programáticas pero puramente instrumental, Mahler abordó la creación de una trilogía de sinfonías que están unidas no sólo por el hecho de que las tres incluyen a la voz humana como elemento expresivo fundamental, sino porque las sinfonías 2, 3 y 4 guardan estrechos puntos de contacto con el ciclo de canciones El cuerno mágico del doncel, compuesto por Mahler entre 1888 y 1899. Algunos analistas han querido ver en esta trilogía sinfónica de Mahler, quizá acertadamente, una especie de viaje filosófico, musical y religioso. En la Segunda sinfonía, Resurrección, Mahler viaja hasta los terribles y desconocidos terrenos del Juicio Final y plantea la redención y la vuelta a la vida. En la Tercera sinfonía, el compositor parece plantear un regreso a la tierra, mientras que en la Cuarta sinfonía llega hasta terrenos celestiales.
Mahler concibió su Tercera sinfonía en una escala tan vasta como la Segunda, y contempló una orquesta enorme, también de dimensiones semejantes. Como ocurrió con frecuencia a lo largo de la vida de Mahler, la Tercera sinfonía fue objeto de revisiones y reconsideraciones varias por parte del compositor. En el transcurso de la creación de esta gran sinfonía, Mahler consideró al menos tres títulos tentativos para la obra. Dedicada a comentar musicalmente las experiencias terrenales del compositor, la sinfonía pudo llamarse originalmente Pan, en honor al dios griego al que Mahler invoca en esta partitura. El compositor descartó este primer título tentativo y pensó referirse entonces a Nietzsche, llamando a su sinfonía La alegre ciencia. Este título fue también descartado cuando a Mahler se le ocurrió llamar a su sinfonía Sueño de una noche de verano, título respecto al cual el propio compositor negó cualquier referencia shakespeariana. Junto con estos títulos, Mahler concibió hasta cinco bosquejos distintos del programa de la sinfonía, que fueron descartados uno tras otro; finalmente, la obra quedó sin título.
He aquí el programa original de la sinfonía, en su aspecto más apegado a su forma final:
Sinfonía III?
La alegre ciencia o Sueño de una mañana de verano
1. El verano llega marchando?
2. Lo que me dicen las flores del campo?
3. Lo que me dicen los animales del bosque?
4. Lo que me dice la noche?
5. Lo que me dicen las campanas matutinas?
6. Lo que me dice el amor?
7. La vida celestial

Una mirada a la continuidad de movimientos de la Tercera sinfonía de Mahler revela de inmediato la existencia de sólo seis movimientos; ello se debe a que a última hora el compositor descartó lo que habría de ser el séptimo movimiento de esta sinfonía y lo convirtió en uno de los movimientos de su Cuarta sinfonía. Es probable que esta haya sido una de las mejores decisiones musicales de la vida de Mahler, porque es casi imposible pensar en que pueda haber más música después del profundamente conmovedor, casi devastador sexto movimiento de la Tercera sinfonía. Además de la división formal en seis movimientos, Mahler concibió para su Tercera sinfonía otro esquema, con una primera parte que comprende exclusivamente el primer movimiento, y una segunda parte formada por los otros cinco.
El primer movimiento de la Tercera sinfonía de Mahler es uno de los movimientos sinfónicos más largos y portentosos de todo el repertorio. En él se describe el despertar del dios Pan y la potente llegada del verano, anunciada por el tema inicial en ocho cornos al unísono. Más tarde, Mahler presenta un amplísimo y complejo tema para el trombón, que es otro de los pilares estructurales de este enorme trozo sinfónico. En el segundo movimiento Mahler vuelve la mirada hacia el campo, hacia una placidez bucólica que puede apreciarse en numerosos momentos de su música. El tercer movimiento, si bien está dedicado a los animales, incluye la presencia humana, simbolizada por tres mágicos, contemplativos y conmovedores interludios para posthorn (o trompeta) fuera de la escena. La materia prima de este movimiento es una de las canciones de El cuerno mágico del doncel, titulada Redención en el verano. Para el cuarto movimiento Mahler se involucra de lleno con el elemento humano: una profunda voz de contralto canta algunas líneas de Así hablaba Zaratustra de Nietzsche, que hablan de la noche, el sueño, los sueños, el despertar y la eternidad. En el quinto movimiento Mahler introduce otra de las canciones de El cuerno mágico del doncel, titulada Tres ángeles cantaban. En este movimiento, la contralto es acompañada por un coro femenino y por un coro infantil cuyas voces imitan el sonido de las campanas matutinas. Después de estas cristalinas sonoridades, el compositor concluye su Tercera sinfonía con un enorme Adagio que es, en palabras de Leonard Bernstein, la música más dolorosamente hermosa escrita por Mahler. Se trata, en efecto, de un final marcado por una pasión arrebatada y poderosa, sobre todo en sus páginas finales; fue sin duda la enorme carga emocional de estas últimas páginas del Adagio lo que convenció a Mahler de descartar el séptimo movimiento que originalmente había planeado para la sinfonía y conservar este inolvidable final.
Mahler trabajó en su Tercera sinfonía entre 1893 y 1896, y el estreno de la obra se llevó a cabo en Krefeld en el año de 1902, bajo la batuta del propio Mahler, tres meses después de su matrimonio con Alma Schindler. Un par de años después, la obra fue ejecutada por primera vez en Viena, y entre el público de aquella audición se hallaba el joven Arnold Schoenberg (1874-1951), quien a raíz de haber escuchado la obra escribió a Mahler una carta en la que, entre otras cosas, le decía esto:
Sentí la lucha por las ilusiones; sentí el dolor de alguien que ha sido desilusionado; vi la lucha entre las fuerzas del bien y del mal; vi a un hombre en medio de una tormenta de emociones, esforzándose por hallar la armonía interior. Sentí un ser humano, el drama, la verdad, la más terrible verdad.
Sin duda, Mahler apreció la carta del joven Schoenberg porque, ¿qué fue su vida si no una constante búsqueda de la verdad a través de la ilusión, la lucha, la tormenta y la emoción?


Juan Arturo Brennan