Ponce / Sibelius / Strauss 18/08/15
MANUEL M. PONCE (1882-1948)
Instantáneas mexicanas
Como su título indica, las Instantáneas mexicanas de Ponce son breves y fugaces, y la suite entera no dura más de once o doce minutos. Canto a la Malinche se inicia con un breve episodio de percusiones, como un ritual, que da paso a una larga y sinuosa melodía en la flauta, siempre acompañada por la percusión. Se dice que el tema principal de esta pieza es una melodía indígena auténtica.
Música indígena presenta de inmediato su material melódico, de intención evidentemente indigenista, en los alientos. De nuevo, Ponce propone un importante acompañamiento a cargo de los instrumentos de percusión. Un breve solo de oboe hace destacar parte del material melódico propuesto al inicio. La pieza llega a su conclusión gracias a un crescendo generalizado.
Canción popular es la más extensa de las cinco Instantáneas mexicanas. Se inicia en los alientos con una cantilena de espíritu sentimental que pareciera referirse directamente a la producción vocal de Ponce. Ese mismo ámbito sentimental es retomado de inmediato por las cuerdas, con los materiales melódicos moviéndose por los diversos registros instrumentales. Los alientos toman aquí un papel secundario de apoyo. Una tercera sección, semejante a la primera, vuelve a dar el rol protagónico a los alientos, que de inmediato lo ceden a las cuerdas para balancear la componente instrumental del episodio. Esta Instantánea mexicana está basada en la canción popular cuyo texto se inicia así: Si algún ser ha impedido que tú me ames…
Baile del Bajío es una breve danza de ritmo vivo que contrasta un pulso muy regular con patrones rítmicos sabrosamente variados.
Al inicio de la Danza 1, Ponce propone algunos giros armónicos que se apartan de la vena sentimental mencionada arriba, y construye un baile que comparte un cierto aliento cortesano con una clara vertiente irónica. La última parte de la suite es la Danza 2, más austera que la anterior, en la que pueden detectarse algunos toques de la influencia francesa que señaló una parte importante del pensamiento musical de Ponce.
JEAN SIBELIUS (1865-1957)
Concierto para violín y orquesta, Op. 47
Ahí va una especie de acertijo: Sibelius compuso solamente un concierto para instrumento solista y orquesta, a pesar de lo cual hoy contamos con dos conciertos suyos para violín. ¿Cómo explicar esta aparente contradicción? Ni más ni menos, con una compleja historia de creación, duda, trabajo y, finalmente, triunfo. Esta historia se inicia en 1902, cuando Sibelius menciona por primera vez su intención de componer un concierto para violín y orquesta. La obra queda terminada en 1903 y, desde su concepción misma, Sibelius manifiesta su intención de que el estreno esté a cargo de Willy Burmester, concertino de la Filarmónica de Helsinki. Sin embargo, un apuro económico obliga a Sibelius a estrenar el concierto prematuramente, en una sesión musical dedicada íntegramente a sus obras (la historia no registra cuánto dinero obtuvo Sibelius por esa velada musical). Así, el 8 de febrero de 1904 el Concierto para violín de Sibelius se estrena bajo la dirección del compositor, llevando como solista a Viktor Novacek, violinista y profesor de origen checo, y con la Filarmónica de Helsinki. De este modo, Burmester se queda sin participar en el estreno, a pesar de lo cual reacciona con nobleza y al enterarse de las buenas críticas recibidas por la obra ofrece su ayuda en la difusión de la pieza.
Ahora bien, no todas las críticas al concierto fueron buenas; una de las más severas fue la del propio compositor, quien después del estreno escribió a su amigo Axel Carpelan:
Voy a retirar mi Concierto de violín, y no se tocará por dos años. Este es mi gran dolor secreto del momento. El primer movimiento debe ser reformado totalmente, así como las proporciones del Andante.
Entonces, el compositor revisó la partitura de la obra en 1905 y obtuvo una segunda versión sustancialmente distinta a la primera. Una vez terminada la revisión, Sibelius guardó la primera versión del concierto y prohibió que se volviera a tocar. De nuevo, había planes para que Willy Burmester tocara el estreno del recién revisado Concierto para violín de Sibelius, pero de nuevo las circunstancias lo impidieron, y el estreno de la obra tal como la conocemos hoy estuvo a cargo del violinista Karel Halir. Tal estreno ocurrió el 19 de octubre de 1905 en la ciudad de Berlín, y la dirección de la orquesta estuvo a cargo de Richard Strauss (1864-1949), lo que habla bien del respeto y aprecio que Strauss tenía por la música del gran compositor finlandés. En esta ocasión, el violinista Burmester sí se enfureció, y jamás tocó el Concierto para violín de Sibelius. La pérdida, sin duda, fue para él.
RICHARD STRAUSS (1864-1949)
Sinfonía doméstica, Op. 53
La composición de la Sinfonía doméstica fue iniciada por Strauss en los primeros meses de 1902, y la inspiración para la extensa partitura fue simplemente la cotidianeidad de su vida familiar; habrá que preguntarse si los pormenores del día a día de la familia Strauss algún día tuvieron algún interés más allá de los muros y ventanas de la casa del compositor. ¿Quiénes eran por entonces los habitantes de esa casa? El propio Strauss; su esposa, la soprano Pauline de Ahna, con quien se había casado en 1894; y su pequeño hizo Franz, nacido en 1897 y llamado cariñosamente Bubi. Presentados aquí los personajes, resulta que la Sinfonía doméstica se inicia de manera análoga, con la presentación de tres temas que representan a cada uno de ellos: papá, mamá, bebé. Al principio, el bebé está dormido pero muy pronto se despierta chillando a todo pulmón, como todo bebé hambriento que quiere saciar su hambre para dormirse otra vez. (¡Quién fuera bebé otra vez!). Cuando el bebé se despierta, las tías (trompetas con sordina) y los tíos (corno y trombón) comentan el parecido del agraciado nene con sus no menos agraciados padres. Más tarde, la pobre criatura grita furiosamente cuando su cruel madre lo mete impunemente en la tina de baño. En tales circunstancias, nada mejor que una canción de cuna (tercera parte de la obra) para aplacar al pequeño monstruo. El reloj suena las siete, el infante se duerme y Papá Strauss se encierra en su estudio a trabajar. Más tarde, su esposa lo convoca a la habitación matrimonial: hacen el amor, descansan, duermen, sueñan… hasta que el reloj da las siete de la mañana y el bebé vuelve a despertarse con gran escándalo. El movimiento final de la Sinfonía doméstica es una complicada fuga en la que Papá Strauss y Mamá Strauss discuten sobre el futuro de su precioso retoño, mientras que la coda representa el absoluto bienestar cotidiano que se vive en la Casa Strauss.
Strauss completó el bosquejo de la Sinfonía doméstica en 1903, durante una vacación familiar en la Isla de Wight, Inglaterra. Para entonces ya estaba planeada su primera visita a los Estados Unidos en 1904 y el compositor ofreció a los estadunidenses (en lo que algunos calificaron de un gesto oportunista) el estreno absoluto de la obra. Tal estreno ocurrió el 11 de marzo de 1904 en el Carnegie Hall de Nueva York, con el propio Strauss dirigiendo una orquesta formada especialmente para la ocasión por Hermann Hans Wetzler, el patrocinador de su presentación en los Estados Unidos. Le tomó al compositor quince laboriosos ensayos para poner orden en la anárquica orquesta (sus propias palabras) y obtener de ella una ejecución decorosa.
Juan Arturo Brennan