Revueltas / Beriot / Tchaikovsky / Mussorgsky 26/10/15

Jorge Vázquez Pacheco | Tlaqná
El Juicio Final, de La Coronela - Silvestre Revueltas / Concierto para violín n°. 9 - Charles Beriot / Sinfonía n°. 6, Patética - P. I. Tchaikovsky / Una noche en la árida montaña - M. Mussorgsky / Marcha al cadalso, de Sinfonía Fantástica - Hector Berlioz

SILVESTRE REVUELTAS El Juicio final, de “La Coronela”

CHARLES BERIOT Concierto para violín No. 9 (1er Mov.)

PIOTR ILICH TCHAIKOVSKY Sinfonía No. 6 “Patética” (4º Mov.)

MODEST MUSSORGSKY Una noche en la árida montaña

HECTOR BERLIOZ “Marcha al cadalso” de Sinfonía fantástica


Eduardo Carlos Juárez, Director invitado
Actores: Rosalinda Ulloa y Raúl Santamaría
Solista:
Aisha Corona Aguilar, violín

La tradición mexicana en torno de los muertos y los días dedicados a evocar su paso por la vida, se hace extensiva a la creatividad musical. Por lo mismo, la Orquesta Sinfónica de Xalapa destina estos espacios de su labor artística a la recreación de partituras que guardan relación con la muerte y la visión de los creadores en torno de una partida en que la resignación de los vivos asegura la permanencia más allá del viaje final.
Así, la obra de Revueltas que apunta hacia la sangrienta lucha intestina de inicios del siglo XX, la dolorosa despedida de Tchaikovsky, el poema sinfónico que describe el retorno de los espíritus en un aquelarre presidido por el mismo Satanás, o la “Marcha al cadalso” de la Sinfonía fantástica de Berlioz, habrán de interpretarse en un contexto de conmemoración y añoranza. A todo ello se suma la presencia de un altar mortuorio acorde con la tradición de Xico, pueblo veracruzano en que la celebración del Día de Muertos se observa con conmovedora devoción.
Así es nuestra tradición, y así se da nuestro culto a los difuntos, en un marco en que lo macabro abre paso al arte y a la expresividad sonora.

SILVESTRE REVUELTAS (1898-1940)
La Coronela
La Coronela fue una producción de ballet del Instituto Nacional de Bellas Artes, en que se hacía un repaso histórico desde la época del dictador Porfirio Díaz hasta la sangrienta revuelta revolucionaria. Para ello se encargó la música al genio de Santiago Papasquiaro. Por desgracia, Revueltas falleció antes de concluir su trabajo, de modo que la partitura fue terminada por Blas Galindo y orquestada por Candelario Huízar. Así se estrenó el 23 de noviembre de 1940 con dirección de la coreógrafa Waalden, textos corales de Efraín Huerta y la orquesta dirigida por el xalapeño Eduardo Hernández Moncada.
Pero aquella versión inicial desapareció misteriosamente, de modo que la reelaboración de la partitura quedó en manos de dos personajes ligados indisolublemente a la tradición musical de Xalapa: José Ives Limantour y Eduardo Hernández Moncada. El propio Limantour estrenó esta versión al frente de la Orquesta Sinfónica Nacional en mayo de 1962. Esta es la que se considera la versión definitiva de La Coronela y consta de cuatro fragmentos, mismos que apuntan hacia diversas escenas históricas como las evocaciones de las tertulias porfirianas, la atmósfera de opresión y los contrastes entre los bailes de salón y los sones populares. En la jornada de hoy se interpreta la última parte, denominada “El Juicio final”.

PIOTR ILICH TCHAIKOVSKY (1840-1893)
Sinfonía Patética
Hoy se le considera la más grandiosa y personal de las obras de Tchaikovsky, pero fue recibida fríamente por el público la noche de su estreno, el 28 de octubre de 1893. Nueve días después, el compositor estaba muerto. Semejante circunstancia, combinada con la atmósfera angustiante y pesimista que se respira a lo largo de toda la obra, así como el hecho de que el músico ingiriera –se supone que deliberadamente– una vaso de agua contaminada por el virus del cólera, le han valido el mote de “la sinfonía del suicidio”.
Desde el inicio del primer movimiento, el Adagio conduce al escucha hacia la zozobra de un espíritu emocionalmente desequilibrado, antes de ser sacudido por la violenta irrupción del Allegro. Vendrán un amargo Allegro con grazia y una marcha in crescendo de arrasador poderío y espectacular culminación, antes del claudicante movimiento final.
El Adagio lamentoso que se interpreta hoy es un fragmento de emocionada desolación, de una amargura sin estridencia que nos da la idea del acatamiento de un amargo destino. No hay aquí el más mínimo detalle de rebeldía; es la más absoluta claudicación. Este final se da en medio de una música que se disuelve entre las sombras de una mortal desesperanza.
Después de la muerte de su autor, la sinfonía Patética fue observada con una especie de morbosa curiosidad y seguramente esto contribuyó a su merecido reconocimiento como lo mejor de la producción de Tchaikovsky.

MODEST MUSSORGSKY (1839-1881)
“Una noche en la árida montaña”
Esta música, sobrenatural y estremecedora, gira en torno de una antigua leyenda rusa que nos dice que en la víspera del día de San Juan, las brujas de toda Rusia se congregan en un cerro despojado de vegetación, en las cercanías de la ciudad de Kiev. La intención de este aquelarre es invocar al demonio y danzar frenéticamente hasta que despunte el alba. De hecho, la música se apega a una sucesión de escenas de baile irrefrenable, que alcanza un hipnotizante clímax hasta el momento en que la campana de un monasterio cercano anuncia el advenimiento del nuevo día.
Mussorgsky escribió música de extraordinaria factura, aunque ninguna de sus obras ha capturado tan intensamente la imaginación del público. En la trayectoria vital de este músico, la verdad y la leyenda se combinan para mostrarnos la fascinante personalidad de un hombre enigmático, tan inconsistente en su carácter como poderoso en su creatividad. Se dice que su poema sinfónico “Una noche en la árida montaña” lo escribió la noche de San Juan del año 1867, en la casa de su amigo Nikolai Rimsky-Korsakov, quien le había llevado allí para ayudarle a reponerse de una torturante borrachera, de las que acostumbró inmediatamente después de la muerte de su madre.
Sin embargo, no es la versión original la que normalmente se interpreta sino la orquestación que hiciera Rimsky-Korsakov después de la muerte de su amigo. Los investigadores nos dicen que Mussorgsky tenía previsto para su obra un final tumultuoso, que Rimsky-Korsakov modificó para dejarlo en la languideciente conclusión que hoy conocemos.
La ruina económica familiar, las depresiones agravadas por síntomas de epilepsia y la muerte de su madre en 1865, condujeron a Mussorgsky hacia severas crisis. Antes de cumplir los 40 años era un hombre de físico estragado por el abuso del alcohol y en franca decadencia vital. Acostumbraba refugiarse en los tugurios más inmundos y la ayuda de sus amigos de nada sirvió. Internado en un hospital militar de San Petersburgo, murió el 28 de marzo de 1881. Su creatividad contiene un enorme valor, tanto para la cultura nacional rusa como para el mundo, y hoy se le considera el más original de los compositores nacionalistas rusos.

HÉCTOR BERLIOZ (1803-1869)
Sinfonía fantástica, opus 14
Esta obra, del todo descriptiva, alude directamente a varios episodios de la vida de su autor. Aficionado a la lectura, en especial hacia las obras de Goethe y Shakespeare, Berlioz se sintió repentinamente atraído por una actriz de origen irlandés, Harriet Smithson, que había llegado a París con una compañía teatral para representar Hamlet. El músico vivió días de auténtico delirio; deambulaba por las calles de París o las colinas que circundan la ciudad y dormía donde le sorprendía la noche. Sin declarar su amor, supuso que una obra sinfónica que le describiera tanto a él como a su amada llamaría la atención de Harriet. Así surgió la Sinfonía fantástica, obra en cinco movimientos a la que añadió el subtítulo de “Episodios en la vida de un artista”.
El cuarto fragmento se denomina “Marcha al cadalso” y describe las visiones del músico que se intoxica con opio. Ha dado muerte a la amada, es condenado a morir en la guillotina y asiste a su propia ejecución. El último pensamiento de amor es interrumpido por el brutal golpe de la cuchilla; la cabeza rueda.
La historia de amor en la vida real no tuvo un final feliz. Después de ganar el codiciado Premio de Roma, Berlioz consiguió el amor de Harriet Smithson. Se casaron en octubre de 1833 pero fue un matrimonio muy infortunado, en parte por los eternos apremios económicos del compositor, que nunca ganó lo suficiente para vivir con desahogo. Al morir Harriet, se cerró este episodio de pasión atormentadora, que alcanzó por sí mismo los límites de la tragedia y que impulsó a este creador a escribir una obra musical en que la síntesis del genio humano rayó alturas insospechadas.