Revueltas / Beethoven / Debussy / Moncayo 03/11/15
SILVESTRE REVUELTAS (1899-1940)
Sensemayá
En el año de 1904 nació en la ciudad cubana de Camagüey, descendiente de negros africanos traídos a América como esclavos, Nicolás Guillén. Después de estudiar en la Universidad de La Habana, Guillén viajó mucho por Europa y por América, dando conferencias y leyendo sus propios escritos para ganarse la vida. Entre otros personajes interesantes que conoció en esa época de viajes está el gran poeta español Federico García Lorca. A través de los años Guillén desempeñó varios oficios: fue tipógrafo, corrector de pruebas y, sobre todo, periodista. En 1930 se publicaron sus primeros poemas y en 1931 apareció la colección poética Sóngoro cosongo, en cuyos poemas se escucha la voz de los negros que claman por sus derechos. En el año de 1934 el poeta publicó una colección de poemas titulados West Indies Ltd., en la que las voces que se escuchan ya no son sólo las de los negros, sino también las del blanco, el mulato, el mestizo. Los 17 poemas que forman esta sugestiva colección se caracterizan por un ritmo enérgico y vital que sin duda guarda un cercano parentesco con los ritmos riquísimos de la música afro-caribeña. Uno de los poemas de la colección West Indies Ltd. lleva por título Sensemayá (Canto para matar una culebra).
Silvestre Revueltas compuso entre 1937 y 1938 su pieza sinfónica Sensemayá tomando como punto de partida el estupendo poema de Guillén. Desde el inicio mismo de la obra, Revueltas establece el inexorable, peculiar patrón rítmico de 7/8 en la región profunda de la orquesta, donde el clarinete bajo tiene una importantísima función que no abandonará a lo largo de toda la pieza. Una tuba construye la primera sugerencia melódica sobre el patrón de 7/8 y de ahí en adelante la obra está construida con diversos altibajos dinámicos y expresivos que parecen seguir la cadencia del poema de Guillén. Como es de esperarse, Sensemayá está llena de acentos musicales que, contra lo que pudiera suponerse, no están logrados primordialmente con el empleo de las percusiones, sino que están delineados por los instrumentos melódicos.
LUDWIG VAN BEETHOVEN (1770-1827)
Ah, pérfido, aria de concierto para soprano y orquesta, Op. 65
Beethoven compuso el aria Ah, pérfido en Praga, en 1796, y en el manuscrito de la partitura escribió lo siguiente, en francés: Una gran escena puesta en música por L.V. Beethoven en Praga, 1796. Y enseguida de eso, el compositor escribió: Dedicada a la Señora Condesa de Clari. Ahora bien, a pesar de esta dedicatoria, dicen los enterados que en el plano puramente musical, la destinataria de Ah, pérfido fue la soprano checa Josepha Duschek, quien la estrenó en Leipzig el 21 de noviembre de 1796. Todo esto porque, según dice la historia, la condesa Clari, si bien era cantante, lo era en plan de aficionada, y es claro que Beethoven no tenía intención de que su música fuera cantada por una amateur. Ahora bien, en la historia de esta aria de concierto, las vidas de ambas mujeres, la Duschek y la Clari, están estrechamente relacionadas. Resulta que tanto la una como la otra estuvieron enamoradas del mismo hombre, el conde Christian Clam-Gallas. Este noble caballero pareció reafirmar su preferencia por Josepha Duschek al regalarle una propiedad cercana a Praga, la Villa Betramka, lugar en el que Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) terminó de componer su ópera Don Giovanni en 1787. Al paso de los años, sin embargo, el conde Clam-Gallas pareció inclinarse definitivamente por la condesa Clari, puesto que terminó casándose con ella en 1797.
El texto del aria de concierto Ah, pérfido es original de Pietro Metastasio, libretista fundamental en la historia de la ópera, y trata, sencillamente, de las recriminaciones de una dama ante su amor traicionado y ante el abandono.
CLAUDE DEBUSSY (1862-1918)
Preludio a la siesta de un fauno
En 1865, Stephane Mallarmé, el más alto representante del movimiento simbolista en la poesía, inició la composición de su poema La siesta de un fauno, que en 1875 fue rechazado para su publicación, lo que obligó a Mallarmé a publicarlo por su cuenta en una rara y lujosa edición ilustrada por Edouard Manet, uno de los precursores del impresionismo pictórico. En 1892, Debussy tomó el poema de Mallarmé como inspiración para su famoso Preludio a la siesta de un fauno, que fue estrenado en París en 1894. El propio Debussy describió brevemente su obra con estas palabras:
Mi música es una ilustración muy libre del poema de Mallarmé. Proyecta un fondo siempre cambiante a los sueños y deseos del fauno en el calor de una tarde de verano mientras, cansado de perseguir a las asustadas ninfas y náyades, cae en un sopor inducido por el vino, al fin libre para disfrutar todo lo que ha deseado de la naturaleza.
Era evidente que la música de Debussy, desde su origen textual en el poema de Mallarmé, se prestaba para la realización escénica. En efecto, en 1912, también en París, Vaslav Nijinski coreografió la pieza de Debussy y bailó él mismo el papel del fauno.
JOSÉ PABLO MONCAYO (1912-1958)
Huapango
Para esa espléndida, brillante, siempre luminosa obra orquestal que es su Huapango, José Pablo Moncayo elaboró y transformó los temas de tres huapangos alvaradeños, citados en una nota por el musicólogo Otto Mayer-Serra: El Siquisirí, El Balajú y El Gavilancito. Ante la posibilidad (también fascinante) de escuchar estos sones en sus versiones originales, uno puede darse cuenta de que Moncayo hizo mucho más que citar textualmente los huapangos. De hecho, su trabajo de elaboración es muy rico y variado, y el detalle más claro de su apego a la forma original del son jarocho está presente en la sección final de la obra, cuando la trompeta y el trombón dialogan retadoramente, cual si fueran dos copleros alvaradeños. La diferencia fundamental es que la trompeta y el trombón, en vez de intercambiar sutiles insultos y otras cuestiones de doble y hasta triple sentido, intercambian brillantes frases musicales. Por cierto: además de los tres sones citados por Mayer-Serra, es posible detectar en el Huapango de Moncayo la presencia fugaz de fragmentos de algunos otros, en particular El pájaro cu.
El Huapango, noble obra que ha resistido todos estos abusos y vejaciones a lo largo del tiempo, se estrenó el 15 de agosto de 1941, con la Orquesta Sinfónica de México dirigida por Carlos Chávez. Pocos son los melómanos que saben, por cierto, que diez años antes, en 1931, el compositor mexicano José Pomar (1880-1961) escribió su propio Huapango para orquesta, obra por demás muy interesante.
ANTONIN DVORÁK (1841-1904)
Sinfonía No. 9 en mi menor, Op. 95, Del nuevo mundo
En el verano de 1891, después de repetidas negativas, Antonin Dvorák aceptó finalmente la proposición de la señora Jeannette Thurber de ir a Nueva York por dos años como director del Conservatorio Nacional que ella había fundado en 1885. Dvorák pidió licencia de sus deberes en el Conservatorio de Praga y marchó a los Estados Unidos, donde fue director del Conservatorio desde septiembre de 1892 hasta mayo de 1894. En este período, el músico checo (quizá habría que decir bohemio para no alterar la geopolítica europea de aquellos tiempos) adquirió un gusto particular por el folklore de la parte norte del Nuevo Mundo, por los músicos negros, por la poesía de Henry Wadsworth Longfellow, por los paisajes y las ciudades de los Estados Unidos. En el verano de 1893 Dvorák viajó por varias regiones del país y permaneció una corta temporada en el pueblo de Spillville, en el estado de Iowa, habitado mayoritariamente por bohemios venidos del Viejo Mundo. En Spillville, Dvorák tocaba el órgano en la iglesia los domingos, y en este pintoresco pueblo hizo numerosos apuntes para lo que habría de ser su obra más famosa, la sinfonía Del nuevo mundo. Cuatro días antes del estreno de la sinfonía, realizado el 15 de diciembre de 1893 por la Filarmónica de Nueva York dirigida por Anton Seidl, el compositor declaró en una entrevista:
Es este el espíritu que he tratado de reproducir en mi nueva sinfonía. No he utilizado ninguna melodía oída en América. Simplemente he escrito temas originales imbuidos de las peculiaridades de la música indígena y los he desarrollado con todos los recursos modernos de ritmo, armonía, contrapunto y color orquestal.
Unos meses después del estreno de esta cálida, poderosa y evocativa sinfonía, Dvorák regresó a Europa, prometiendo volver pronto al Nuevo Mundo. En 1896 visitó Londres por última vez y en ese mismo año tuvo su único encuentro con Anton Bruckner (1824-1896), pocos meses antes de la muerte del gran sinfonista austriaco. El regreso de Dvorák a América, planeado para 1897, nunca se materializó. El compositor bohemio pasó los últimos años de su vida dedicado a la composición de óperas y poemas sinfónicos, hasta su muerte en 1904, y ya nunca habría de componer otra sinfonía.
Juan Arturo Brennan