Calibrando la Sala
CALIBRANDO LA SALA DE CONCIERTOS DE LA OSX
¿En que consiste una “buena acústica”?
Cada sala de conciertos tiene sus propias características acústicas. Un melómano medianamente experimentado es capaz de percibir los efectos del diseño acústico de una sala, a menudo sin aquilatar su importancia, a menos que se tenga la costumbre de escuchar música en diferentes locaciones y comparar las diferencias. En consecuencia, determinar cuales son las cualidades acústicas que un asiduo a las salas de concierto prefiere conduce usualmente a los recuerdos de los conciertos que le hayan resultado más gratos. En la creación de este placer convergen una serie de elementos diversos: la obra, el director, la orquesta y la sala deben trabajar en una combinación excelente para producir una experiencia sonora memorable. Para un profesional de la música, trátese de un director, un intérprete o un ingeniero en acústica, resulta esencial distinguir estos ingredientes y comprender la manera como cada uno de ellos contribuye al todo.
Las cualidades audibles que caracterizan a una sala de conciertos
Aunque esta tarea requiere de un lenguaje preciso y un conocimiento profundo de la materia, la mayoría de los músicos y melómanos asistentes a un concierto son capaces de convenir, en términos generales, respecto a las cualidades que distinguen a una “buena” sala de conciertos. Debe ser tan silenciosa que los pasajes más suaves resulten claramente audibles. La reverberación debe ser lo suficientemente persistente para permitir llevar los crescendos a clímax muy fuertes, pero no debe resultar excesiva: la música debe sonar con la claridad suficiente, de manera que un pasaje en el que los instrumentos se muevan muy intensamente no se disuelva en una masa sonora amorfa. La sala debe albergar un sonido espacioso, haciendo de la música algo pleno y sustancioso, aparentemente más “amplio” que el instrumento del cual proviene. Debe conferirle también una “textura” agradable, unas dimensiones indescriptibles, pero audibles, que puedan medirse y comprobarse por medios electrónicos. Los sonidos graves de la orquesta deben tener la “potencia” que los sostenga como un cimiento sólido de la música. Y finalmente, no debe haber ecos que enmascaren la fuente de procedencia del sonido, esto es, la música no debiera aparecer como si proviniera del techo o los muros laterales.
¿Cuáles son las mejores salas del mundo?
Esta es quizá la primera pregunta que un amante de la música de concierto hace a un especialista acústico, o acustólogo. La respuesta puede parecer sorprendente: las tres salas con las más altas calificaciones por parte de los mejores directores y críticos musicales fueron construidas en el Siglo XIX: 1870 (Musikverein, Viena), 1888 (Concertgebouw, Amsterdam) y 1900 (Symphony Hall, Boston). Esta curiosidad puede a su vez remitirnos a una interrogante análoga: ¿qué es lo que hace únicos a los violines fabricados hace trescientos años por Antonio Stradivarius? La respuesta aún no es del todo clara desde el punto de vista de la ciencia, pero lo que si se sabe es que Stradivarius supo emplear una herramienta suprema, el oído, y quizá un poco de suerte, para capturar los muchos detalles que caracterizan a un buen violín.
Sin duda, la acústica de las salas de concierto es bastante más compleja que la de los violines. Existe una gran variedad de tipos de salas, con distintas cualidades sonoras, y hay que tener presente también que los compositores usualmente escriben sus obras con un determinado tipo de sonido en mente. Es por ello que ciertas composiciones suenan mejor cuando se escuchan en el tipo de recinto acústico para el que fueron diseñadas. Por ejemplo, el canto gregoriano fue concebido para escucharse en grandes iglesias, con un alto grado de reverberación. Una sala o iglesia pequeña, con una acústica “seca”, difícilmente le hará justicia a este tipo de música. Las composiciones de los distintos periodos musicales -barroco, clásico o romántico, por ejemplo- logran su mejor expresión en el tipo de recintos característicos de su época, para los que fueron compuestas.
La originalidad arquitectónica y el diseño acústico: un conflicto continuo
Puesto que hoy en día la ciencia de la acústica permite identificar las características que distinguen a las mejores salas, bien podrían construirse réplicas exactas de cualquiera de ellas, y así reproducir su acústica con toda precisión. Pero ¿por qué no se hace esto? En la práctica, se contrata a un despacho de arquitectura no para elaborar la copia de un diseño ya existente, sino para crear una sala original, visualmente estimulante, y que, por supuesto, tenga un excelente sonido. Ningún arquitecto creativo pondría en discusión este enfoque. Nadie ganaría un premio de arquitectura por la construcción de una réplica. Pero como consecuencia de esta búsqueda de originalidad, el consultor acústico tiene que enfrentar un dilema: para tener la mejor acústica, el diseño de la sala debe buscar asemejarse a algo ya conocido y comprobable con mediciones electroacústicas. Así que el consultor tiene que seguir generalmente un camino arduo, buscando lograr tantas similitudes como sea posible y haciendo las recomendaciones necesarias en los puntos donde se producen las diferencias arquitectónicas, a menudo novedosas, de modo que se asegure el éxito del nuevo diseño.
¿Puede una misma sala de conciertos funcionar para distintos tipos de música?
Para satisfacer las demandas que la música de concierto presenta hoy en día, lo ideal en una sala de conciertos es que ésta tenga la posibilidad de adaptarse a los distintos tipos de estilos musicales. Un diseño moderno permite albergar tanto la polifonía barroca, con su necesidad de espacios acústicos transparentes, de alta definición y poca reverberación (los salones de los grandes palacios, por ejemplo), como la música más apasionada o sentimental propia de los Siglos XIX y XX, que se beneficia de espacios con más calidez del sonido, aunque con menor definición, propios de las grandes salas de concierto que se empezaron a construir en el Siglo XIX. Así, se ha llegado en las décadas recientes al concepto de las salas con acústica variable. En ellas se emplean elementos que permiten modificar intencionadamente las cualidades acústicas del recinto, como las cortinas laterales retráctiles (banners), que afectan el nivel de reverberación, y el ajuste del ángulo y altura de los deflectores superiores (canopy), para modificar la proyección del sonido desde el escenario hacia la audiencia.
¿Por qué “Calibrando la Sala”?
Obviamente, la tarea de ajustar estos elementos móviles a fin de que la sala se adapte a los distintos tipos de música, de dotación instrumental y a las preferencias de directores, intérpretes y de la propia orquesta tiene que realizarse bajo la mirada atenta de un especialista en la materia. A finales del año 2005 y principios del 2006, cuando se empezó a delinear el proyecto de esta nueva Sala de Conciertos, un grupo de ejecutantes de la OSX decidió involucrarse activamente en el proceso de selección de la empresa de consultoría que se haría cargo del diseño acústico del recinto. Se presentaron a la convocatoria las firmas internacionales más prestigiadas en este ramo. Después de escuchar presentaciones de cada una, el grupo optó por el proyecto de la empresa Kirkegaard y Asociados, con oficinas en Chicago, EUA. Esta noche inicia la fase última de este proceso, la de definir los ajustes de los elementos variables que permitirán a la sala adaptarse a las distintas circunstancias de acústica musical que se le presenten.
Este proceso de calibración empezó desde la fase del diseño arquitectónico, la geometría de la caja acústica y la selección de los materiales de muros, pisos, techo, butacas. Cada uno de estos aspectos ha sido determinante para lograr la calidad sonora que ya demuestra esta Sala de Conciertos de la Orquesta Sinfónica de Xalapa, y la afinación de sus elementos móviles representa hoy la cereza del pastel. Este proceso apenas empieza. Pero para cada nueva sala de conciertos, con sus recovecos acústicos aún por descubrir, esta primera noche representa, ni más ni menos, la prueba de fuego.
Leo Beranek, de su libro:
Concert Halls and Opera Houses: Music, Acoustics, and Architecture (2004)