Gregson / Corigliano / Sibelius 23/11/15
EDWARD GREGSON (1945)
Celebration
De importancia particular en el catálogo del compositor inglés Edward Gregson son los conciertos que ha escrito para instrumentos como el corno, la trompeta, la tuba, el trombón, el clarinete, el piano, el violín, el saxofón, el violoncello y la flauta. Por otra parte, Gregson es especialmente reconocido por su vasta contribución al repertorio de la banda de metales. Asimismo, el compositor ha obtenido un merecido prestigio por su destacada labor académica. Edward Gregson concibió su obra orquestal Celebration (‘Celebración’) en el espíritu de un preludio, por lo cual es una partitura cabalmente apropiada para iniciar un concierto. El compositor escribió la obra en respuesta a un encargo de la Real Orquesta Filarmónica de Liverpool, con motivo del 150 aniversario de su fundación. Para esta obra, Gregson plantea una orquesta sin cuerdas (es decir, estrictamente, una banda) más arpa y piano, y el espíritu de la partitura es el de una especie de concierto para orquesta, en el entendido de que el compositor explora a fondo el virtuosismo de los ejecutantes. En una nota de programa redactada por el compositor se afirma que la estructura de la breve pieza puede ser descrita de esta manera:
Bloque 1
Bloque 2
Coral
Desarrollo de los Bloques 1 y 2
Coral
La Real Orquesta Filarmónica de Liverpool estrenó Celebración el 21 de marzo de 1991 en Liverpool bajo la batuta de Libor Pešek, en un concierto de gala al que asistió la reina de Inglaterra.
JOHN CORIGLIANO (1938)
Concierto para clarinete y orquesta
La audición del Concierto para clarinete de John Corigliano permite descubrir una obra extensa, compleja, de grandes contrastes dinámicos y expresivos. Si la parte solista es de cualidades virtuosísticas, así como de gran energía y movilidad, la parte orquestal no lo es menos. En el primer movimiento hay un par de extensos episodios para el clarinete solo, a la manera de improvisaciones a la usanza antigua, o cadenzas. En momentos diversos, el solista dialoga con un violín y con la sección de percusiones. Los glissandi propuestos para el clarinete dan como resultado interesantes momentos microinterválicos. Hacia el final del movimiento, el tratamiento coral de los metales y las maderas recuerda un poco el estilo de Edgard Varese (1883-1965). En el segundo movimiento, las cuerdas proveen una base austera, fría y lejana para el desenvolvimiento del clarinete solista. De nuevo, hay un importante diálogo del solista con el violín, y hay momentos en que la sombra de la música de Dmitri Shostakovich (1906-1975) parece hacerse presente. Con este diálogo, Corigliano evoca la memoria de su padre, fallecido en 1975, quien durante 23 años fungió como Concertino de la propia Orquesta Filarmónica de Nueva York. El movimiento final inicia en un ambiente misterioso y tenso que se transforma en un discurso de gran poder sonoro. Aquí, el acompañamiento orquestal es particularmente rico en acentos rítmicos. Viene un episodio de engañosa calma que conduce a un final áspero, rudo y de gran complejidad.
John Corigliano compuso su Concierto para clarinete en 1977, por encargo de la Orquesta Filarmónica de Nueva York. El estreno de la obra se realizó el 6 de diciembre de ese año con esta misma orquesta, dirigida por Leonard Bernstein, llevando como solista a Stanley Drucker, quien en ese entonces era el primer clarinete de la orquesta. Para el mismo conjunto sinfónico, Corigliano ha escrito también su obra Fantasía sobre un ostinato.
JEAN SIBELIUS (1865-1957)
Sinfonía No. 5 en mi bemol mayor, Op. 82
Como muchas otras sinfonías famosas, la Quinta sinfonía de Jean Sibelius nació bajo la sombra de un período tormentoso. La Primera Guerra Mundial corría su apocalíptico curso cuando, en 1915, Sibelius escribió en su diario:
Estoy de nuevo en un barranco profundo. Pero alcanzo a ver en la penumbra la montaña que con seguridad venceré. Dios abre su puerta por un momento, y su orquesta toca mi Quinta sinfonía.
Esta particular visión de Sibelius sobre esta obra está matizada por el hecho de que es una pieza que sufrió varias modificaciones, y de la que han existido tres versiones distintas. La primera de estas versiones fue terminada por Sibelius en 1915 y se estrenó bajo su dirección en diciembre de ese mismo año, en Helsinki, en un concierto con el que el compositor celebró su quincuagésimo aniversario. La segunda versión de la Quinta sinfonía, que data de 1916, se estrenó casi inmediatamente después de ser terminada, pero aún entonces, Sibelius no estaba del todo satisfecho con la obra. La tercera y última de las versiones de la Quinta sinfonía de Jean Sibelius quedó lista en 1919 y se estrenó el 24 de noviembre de ese año. Un par de años después Sibelius habría de lograr uno más de sus éxitos al dirigir la obra en Londres, con la Orquesta del Queen’s Hall. Para comprender el sitio que esta sinfonía ocupa en el contexto musical de las primeras décadas del siglo XX, conviene un acercamiento a este texto escrito por John N. Burk en una nota de programa de la Orquesta Sinfónica de Boston:
A un mundo acostumbrado a los colores lujosos, a la orquestación inflada, al cromatismo extremo, Sibelius ha ofrecido una sinfonía de tema elemental, moderada, casi tradicional en su forma, austera en su instrumentación. Los temas son tan simples que al ser escuchados parecen indefinidos; la sucesión de movimientos no rompe con el pasado. Sin embargo, cualquier asomo de atraso o de severidad académica es arrastrado por la música misma. No hay duda de que Sibelius se propuso los medios ideales para la materia de su sinfonía, y al utilizarlos con gran efectividad creó una estructura sonora de una fuerza, variedad y grandeza que ningún enfoque más lujoso pudo haber mejorado.
Juan Arturo Brennan