Carmina Burana 04/03/16
CARL ORFF (1895-1982)
Carmina Burana
Es incuestionable el hecho de que Carmina Burana (1937) es una de las obras más populares del repertorio musical del siglo XX; lo prueban sus frecuentes apariciones en los programas sinfónicos y las más de treinta grabaciones que de la obra existen. Su popularidad, sin embargo, no le resta a Carmina Burana lo que de contradictorio y hasta cierto punto misterioso tiene. Por ejemplo, pocos melómanos sabrían en qué genero catalogar a esta obra de Orff. Algunos textos la definen como una cantata dramática, otros como una cantata escénica, otros más como un oratorio escénico. El propio Orff, fiel a la inspiración latina de la obra, ofrece una clara pista al respecto. Carmina Burana es, ni más ni menos, cantiones profanae cantoribus et choribus cantandae comitantibus instrumentis atque imaginibus magicis. Es decir, canciones profanas para ser cantadas por cantantes y coro con acompañamiento de instrumentos e imágenes. Quienes están acostumbrados a la versión de concierto de Carmina Burana se preguntan cuáles son las posibilidades escénicas de estos textos; una de las muchas alternativas que pueden citarse como referencia es la estupenda versión teatral y cinematográfica de Jean-Pierre Ponelle. Para quien escucha por vez primera Carmina Burana, o para quien solicita mayor información al respecto de una obra favorita, puede hacerse una rápida exploración de la obra en cuatro breves secciones.
1.- La historia. Hacia el siglo XII se había definido en Europa una especie muy particular de clérigo: el llamado monje itinerante, estudioso vagabundo, o goliardo. Este último nombre tiene dos orígenes posibles: uno, seguramente, apócrifo, se refiere a los seguidores de un tal Golias, hombre muy letrado pero dado a la gula y la crápula; el otro, más verosímil, remite a una derivación de la palabra gula en francés antiguo. Sea cual fuere el origen etimológico del término, el caso es que estos monjes goliardos de la edad media eran personajes bastante divertidos y muy dados a los placeres de la carne: dormían en los hornos, se exhibían desnudos en público, frecuentaban las tabernas, los garitos y los prostíbulos y conseguían su comida de manera casi siempre ilegal o, por lo menos, tramposa. Eran chocarreros, maledicentes, blasfemos, aduladores que se profesaban clérigos para escarnio del clero. Como era de esperarse, la iglesia los denunció y los anatematizó a través de rigurosos textos nacidos en diversos concilios: Rouen 1231, Salzburgo 1291, etc. Los goliardos, hombres al fin y al cabo cultivados y estudiosos, dejaron a la posteridad una fascinante colección de sus escritos, que en su propio tiempo fueron conocidos como canciones injuriosas.
2.- Los textos. Carl Orff usó como fuente textual para esta obra algunos de los manuscritos antiguos hallados en el monasterio benedictino de Beuren, en Baviera. Los textos mismos, escritos básicamente en latín y sazonados aquí y allá con fragmentos de francés y alemán antiguos, celebran principalmente la naturaleza, la música, el vino, la comida y el amor carnal. Las canciones seleccionadas por Orff muestran una notable atención a los patrones métricos, y los textos están llenos de ironía, sensualidad y fatalismo. El propio Orff afirmó lo siguiente:
“Comencé un proceso de búsqueda y selección, de descubrimiento y rechazo, hasta que ciertas piezas particulares emergieron de la masa. Después de lecturas repetidas, destacaron ciertos versos al interior de los poemas de múltiples estrofas, conduciendo a nuevas implicaciones. De esta manera, pronto quedó definida la composición textual de la cantata escénica. Lo que me impresionó más fueron los potentes ritmos, así como la expresividad de esta creación y, de manera importante, la musicalidad llena de vocales y esa cualidad compacta, única, del idioma latín.”
3.- La música. Se dice que Carl Orff fue un pionero de la música minimalista muchos años antes de que tal término fuera acuñado. Las características principales de su estilo son particularmente evidentes en Carmina Burana y en las otras dos obras que completan la trilogía denominada Triunfos, que son Catulli Carmina (1943) y El triunfo de Afrodita (1953): declamación musical primitiva, un tejido percusivo particularmente marcado, un mínimo de armonía y la ausencia casi total de contrapunto. Este primitivismo musical (que ha sido considerado como una reacción anti-intelectual de Orff) tiene en Carmina Burana uno de sus aspectos más interesantes: las irregularidades rítmicas que el compositor ha construido a partir de la expansión y contracción de los patrones métricos originales dan a esta obra un impulso motor muy atractivo. Y aquellos que hayan leído la biografía de Carl Orff encontrarán en Carmina Burana ciertos elementos melódicos y de orquestación que pueden llegar a justificar un párrafo que dice que “Carl Orff y Werner Egk heredaron los ideales románticos de Richard Strauss y al mismo tiempo iniciaron una reacción radical en contra de esos mismos ideales.”
4.- La política. En un texto más o menos reciente de crítica de arte un ensayista afirmaba que “Carmina Burana es, obviamente, música fascista”, en el contexto de su uso en la pista sonora de la película Saló o los ciento veinte días de Sodoma (1975) de Pier Paolo Pasolini. Tratándose de un adjetivo tan agresivo como éste, quizá sería más prudente afirmar, en todo caso, que Carl Orff fue fascista. Aún hoy se sigue debatiendo la postura ideológica de Orff frente al nazismo, y en esa discusión se le han adjudicado posiciones diversas, desde la tolerancia cómplice hasta la participación activa, pasando por lo que algunos califican de oposición disfrazada, citando como prueba su obra escénica Die Kluge, en la que Orff parece denunciar con cierta sutileza las trampas del totalitarismo. Sea como fuere, a la larga el mismo Orff se vio tocado tangencialmente por rasgos de conducta fascista en su contra: existen algunas grabaciones de sus Catulli Carmina en las que se ha censurado la traducción del latín de los versos eróticos de Cátulo y Lesbia.
Epílogo: Muchos de los datos que contiene esta nota referentes a los textos de los monjes goliardos se deben al magnífico prólogo de Carlos Yarza a la edición que la casa Seix Barral publicó en 1978 de las Carmina Burana, texto que se recomienda ampliamente a todos aquellos interesados en acercarse, por una vía alterna, a la música de Orff y al origen de sus textos.
Postludio: Una de las muchas muestras que hay de la fascinación que sigue causando Carmina Burana aun en los ámbitos menos esperados, es la existencia de un CD que contiene una versión rockera de la obra, realizada originalmente en 1983 por Ray Manzarek, quien fuera tecladista del formidable grupo The Doors, en la que participan algunos miembros del Ensamble Philip Glass. Por otro lado, también es interesante el hecho de que en años recientes han proliferado las grabaciones de las versiones “originales” (es decir, con estilo e instrumentación medievales) de las canciones del monasterio benedictino de Beuren. Vale mucho la pena escucharlas, sobre todo para tener una idea aproximada de cómo pudieron haber sonado estas divertidas canciones injuriosas en la época en que fueron creadas por los goliardos.
Juan Arturo Brennan