Stravinsky / Martinu / Brahms 16/04/16
IGOR STRAVINSKY (1882-1971)
Sinfonías de instrumentos de viento
Al respecto de sus Sinfonías para instrumentos de viento, escritas para 23 alientos y dedicadas a la memoria de Claude Debussy (1862-1918), Igor Stravinsky declaró que se trataba de “un gran canto, un grito objetivo de instrumentos de aliento, en vez del cálido sonido humano de los violines.” La existencia de esta pieza de Stravinsky dedicada a Debussy pone de relieve una conexión más entre dos de las mentes musicales más lúcidas del siglo XX. Si algunos musicólogos han señalado que la modernidad en la música comenzó con el Preludio a la siesta de un fauno (1892-1894) de Debussy, muchos más coinciden en que la producción de Stravinsky contiene también numerosos hitos de la historia de la música moderna.
En sus Sinfonías para instrumentos de aliento, Stravinsky creó un ambiente sonoro básicamente episódico a base de contrastes entre las secciones corales y aquellas en que los materiales melódicos se mueven de una manera menos homogénea. La sonoridad de la obra es inconfundiblemente stravinskyana, y está anclada en una expresión austera, transparente, casi ascética, en la que sobresalen los movimientos paralelos y el empleo estilizado de los recursos contrapuntísticos. He aquí una interesante referencia del propio compositor a esta obra suya:
Toda la peculiar estructura de la obra requería un título especial, cosa que se logra fácilmente en francés, Symphonies (en plural) d’instruments à vent.
Stravinsky terminó la composición de las Sinfonías de instrumentos de viento el 30 de noviembre de 1920, y la obra fue estrenada en Londres bajo la batuta de Serge Koussevitzky, en circunstancias poco propicias que el compositor describe puntualmente en un texto autobiográfico. Casi treinta años después, entre 1945 y 1947, Stravinsky se mostró insatisfecho con esta partitura, y la sometió a una drástica revisión, hasta dejarla en la forma en que hoy se le conoce.
BOHUSLAV MARTINU (1890-1959)
Rapsodia-Concierto para viola y orquesta, H. 337
Los primeros datos de un posible bosquejo biográfico del compositor checo Bohuslav Martinu son ciertamente interesantes, y bien podrían haber surgido de una obra de ficción literaria. Martinu nació en la torre de la iglesia del pueblo de Policka, de la que su padre era vigilante, y en la que habría de vivir hasta los diez años de edad. Desde los siete años, el joven aspirante a músico bajó a diario los 193 escalones que lo separaban del suelo, para asistir a la escuela y tomar sus primeras clases de violín con el sastre del pueblo. Es probable que ese diario y largo recorrido vertical haya influido en la peripatética vida de Martinu como adulto; sin duda, sus viajes, traslados y exilios contribuyeron de manera notable a dar a su música un carácter claramente cosmopolita y variado. He aquí una descripción abreviada de los viajes de Bohuslav Martinu.
• En 1906 viaja a Praga y se inscribe en el Conservatorio para estudiar el violín.
• Al inicio de la Primera Guerra Mundial, vuelve a Policka a dar clases de música y componer.
• Realiza giras por Italia, Francia y Suiza, como violinista de la Orquesta Filarmónica Checa.
• En 1923 se instala en París gracias a una beca, y permanece ahí durante 17 años.
• Hostigado por los nazis, abandona París en 1940 y se ve obligado a vagar por varias ciudades de Francia.
• En 1940 pasa una corta temporada en Lisboa.
• En marzo de 1941 llega con su esposa a Nueva York.
• En los años siguientes, vive en Vermont, Massachusetts, Connecticut y Nueva York.
• Entre 1953 y 1955 Martinu vive en Niza.
• De 1955 a 1956 se establece en Filadelfia.
• Se establece en Roma como maestro de la Academia Americana.
• Pasa sus últimos años de vida en Suiza.
Entre marzo y abril de 1952, Martinu compuso en Nueva York su Rapsodia-Concierto para viola y orquesta, en respuesta a un encargo del violista de origen ucraniano Jascha Veissi. Se trata de una obra en solo dos movimientos, en la que el compositor se orienta claramente hacia un lenguaje neo-romántico y en la que, a la vez, hace claras referencias al folklore de Moravia. El propio Jascha Veissi estrenó la Rapsodia-Concierto de Martinu, el 19 de febrero de 1953, acompañado de la Orquesta de Cleveland dirigida por George Szell. El estreno en Europa ocurrió poco después, en la ciudad de Ginebra, con la Orquesta de la Suiza Romanda.
JOHANNES BRAHMS (1833-1897)
Sinfonía No. 4 en mi menor, Op. 98
Me atrevo a enviarle un trozo de una pieza mía. ¿Tendría usted tiempo de echarle un vistazo y escribirme después? Por desgracia, mis piezas son más placenteras que yo, y las cerezas nunca maduran lo suficiente por aquí, así que no tema si no le gusta el sabor de lo que le envío. No estoy dispuesto a escribir una mala número 4.
Este breve párrafo forma parte de una carta escrita por Johannes Brahms a su amiga Elisabeth von Herzogenberg, a la cual adjuntaba el manuscrito del primer movimiento de su Cuarta sinfonía. La última frase de este trozo epistolar demuestra que si bien la historia nos dice que Brahms era severamente autocrítico, también es cierto que sentía cierta seguridad por el resultado de la que habría de ser su última sinfonía. Y si por una parte sería difícil rebatir la casi unánime opinión crítica que afirma que esta es la mejor sinfonía de Brahms, sí es posible discutir la posición de los puristas que afirman que la forma sinfónica no dio un sólo paso más después de esta obra. Coincidir con esta línea de pensamiento sería tanto como borrar del mapa de la historia musical a Nielsen, Mahler, Sibelius, Shostakovich, Vaughan Williams, Prokofiev y muchos otros que decididamente contribuyeron a la expansión de la forma sinfónica. La sinfonía fue compuesta entre 1884 y 1885 en Mürzzuschlag, y Brahms sufrió una severa decepción cuando una interpretación de la versión para piano a cuatro manos de la obra no despertó el menor entusiasmo entre sus amigos más cercanos. El estreno oficial, sin embargo, fue mucho más prometedor, y ello se debió a que Hans von Bülow preparó concienzudamente a su orquesta para el concierto que dirigió el mismo Brahms el 25 de octubre de 1885. Los cuatro movimientos de la obra tienen como valor fundamental su solidez formal y la total ausencia de material superfluo. En la memoria de todos los amantes de la música de Brahms está claramente impresa la anécdota del último concierto sinfónico al que el compositor asistió poco antes de su muerte. En el concierto se interpretó su Cuarta sinfonía ante un público totalmente entregado a Brahms, y la imagen romántica que nos ha llegado describe esa emotiva despedida entre Brahms y su público. Pero más importante que esa anécdota y esa imagen es el hecho de que si bien es cierto que la última sinfonía de Brahms cerró una época en la música de su tiempo, también fue un punto de partida para un mundo nuevo que otros habrían de conquistar después de su muerte. En el mismo año en que Brahms inició su Cuarta sinfonía, Gustav Mahler (1860-1911) comenzó a trabajar en la primera de las suyas, el espléndido Titán.
Juan Arturo Brennan