Mozart / Dove / Elgar 23/05/16
WOLFGANG AMADEUS MOZART (1756-1791)
Sinfonía No. 1 en mi bemol mayor, K. 16
Iniciada en abril de 1764, la estancia de quince meses en Londres con su padre y su hermana fue ciertamente benéfica para Wolfgang Amadeus Mozart, en especial por sus encuentros con tres músicos notables de aquel tiempo: Carl Friedrich Abel, violista y compositor; Johann Christian Bach, el hijo menor de Juan Sebastián, quien por entonces ya gozaba de una sólida reputación como compositor en Londres; y el cantante Manzuoli, de quien el joven Mozart recibió algunas lecciones de canto. Los musicólogos parecen coincidir en que la relación del niño Mozart con Johann Christian Bach fue uno de los elementos más importantes en su desarrollo musical. Durante la estancia de la familia en Londres, Leopold Mozart cayó enfermo, y Wolfgang aprovechó el tiempo de reclusión para componer algunas obras, entre ellas la Sinfonía No. 1 y también la Sinfonía K. 19. Y para no perder la práctica, en ese mismo período Mozart compuso cerca de una decena de sonatas para violín y teclado. Al seguir por el camino fácil la genealogía de los grandes sinfonistas, se hace fácil afirmar que esta primera sinfonía de Mozart es cercana en su concepción y su espíritu a las sinfonías de Franz Joseph Haydn, su ilustre predecesor; sin embargo, es evidente que la Sinfonía K. 16 tiene más puntos en común con la música de Johann Christian Bach, de quien Mozart aprendió algunas cuestiones formales y estilísticas que habrían de permanecer constantes en su propia música durante algún tiempo. La orquestación de esta sinfonía es muy parca: cuerdas, dos oboes y dos cornos. A pesar de esta economía instrumental, Mozart ya traía consigo el germen de una orquestación más avanzada; fue durante esa estancia en Londres, al copiar una de las sinfonías de Abel, cuando Mozart descubrió el clarinete, instrumento que por entonces era una rareza, pero que con el paso del tiempo habría de convertirse en elemento importante en su música madura. Conviene enfatizar el hecho de que esta Primera sinfonía suya contiene aún elementos de la forma que en aquel entonces se llamaba obertura, que está planeada en sólo tres movimientos, en contra de los cuatro que habrían de ser lo convencional en el ámbito sinfónico, y que gracias a la benéfica influencia de Johann Christian Bach la obra nos ofrece todavía algunos elementos de la música barroca junto con otros que son típicos del período de transición hacia el clásico temprano.
JONATHAN DOVE (1959)
La flauta mágica baila, concierto para flauta y orquesta
La prestigiada revista inglesa Gramophone ha escrito lo siguiente sobre el compositor inglés Jonathan Dove:
Ningún compositor inglés desde Benjamin Britten ha tenido éxito escribiendo óperas que se comunican con tal claridad y coherencia con el público como las de Jonathan Dove.
Una revisión del catálogo de Jonathan Dove permite encontrar que, en efecto, la ópera y otros géneros de música vocal han sido fundamentales en su trayectoria profesional. Dove es también conocido y reconocido por su vocación de utilizar su música con fines de educación y sensibilización a nivel comunitario. Como muchos de nosotros, Jonathan Dove se ha preguntado qué pasa con los personajes de una ópera después de que cae el telón. De una de esas reflexiones surge su concierto titulado La flauta mágica baila. He aquí las palabras del compositor al respecto:
¿Qué pasa con la flauta mágica al final de la ópera de Mozart? ¿Tamino la devuelve a las tres damas? ¿Se queda en una caja, olvidada detrás de una repisa? ¿O quizá, cuando nadie está mirando, sale y se pone a bailar, cantando las aventuras de Tamino? Cuando Emily Beynon me pidió un concierto que tuviera una conexión con Mozart, pensé que esta era una oportunidad para dejar salir a la flauta de su caja, no para tocar la música que toca en la ópera sino la música que ha escuchado cantar a otras personas. El concierto se inicia con la música del momento antes de que Tamino y Pamina caminen a través del fuego y el agua, mientras la flauta toca fragmentos de ideas que más tarde explorará. Los acordes iniciales de la obertura abren una puerta hacia el mundo imaginario de la flauta y presentan su primera reminiscencia: la Reina de la Noche, un personaje que le causa especial fascinación. En la siguiente sección la flauta baila alrededor de algunas ideas de la obertura: una corta cadenza (un recuerdo de Tamino huyendo de la serpiente) conduce al momento en que Tamino ve el retrato de Pamina. Los siguientes recuerdos son un poco confusos: Papageno se queda solo, nadie responde a su llamado. Su aislamiento es reflejado por el aislamiento de Pamina, desconcertada por el silencio de Tamino. El vibráfono anuncia a los tres generosos niños; su música se vuelve una especie de passacaglia. A esto sigue un scherzo con materiales del dueto de Pamina y Papageno; y entonces, con la flauta obsesionada de nuevo con la Reina de la Noche, vuelven los acordes iniciales de la obertura, cerrando así la puerta de la memoria.
El concierto La flauta mágica baila de Jonathan Dove fue estrenado el 27 de febrero de 2000 en Milton Keynes, con la Orquesta de la Ciudad de Milton Keynes dirigida por Hilary Davan Wetton y Emily Beynon en la flauta solista.
EDWARD ELGAR (1857-1934)
Sinfonía No. 1 en la bemol mayor, Op. 55
Ya desde 1902, Edward Elgar había asumido su intención de componer una sinfonía, cuya idea central debía ser un retrato del general George Gordon, famoso por sus aventuras en el Sudán. Sin embargo, Elgar abandonó esta idea primera y no fue sino hasta 1907 que retomó el camino sinfónico para crear, en Inglaterra e Italia, su Primera sinfonía, que quedó terminada en septiembre de 1908, y cuya partitura fue dedicada por el compositor a Hans Richter, “verdadero artista y verdadero amigo”. Fue Richter quien dirigió el estreno de la obra en la Sala de Libre Comercio de la ciudad de Manchester, al frente de la Orquesta Hallé, el 3 de diciembre de 1908. Pocos días después, el propio Richter dirigió el estreno londinense de la obra en el Queen’s Hall de la capital inglesa, con la Sinfónica de Londres.
La Primera sinfonía de Elgar (al igual que la segunda) fue criticada injustificadamente como una obra rapsódica y dispersa, lo que no impidió que se hiciera inmediatamente popular: en el curso de su primer año de existencia, fue interpretada más de cien veces. En contra de lo que afirmaron los críticos contemporáneos de Elgar, una de las virtudes principales de su Primera sinfonía es precisamente la unidad y la coherencia, que surgen del material del primer movimiento, que funciona como el cimiento de toda la obra. Buena técnica orquestal y buena organización de los materiales son otras cualidades de la pieza, en la que algunos analistas han querido detectar destellos de la personalidad de Elgar, como un cierto conformismo externo contrapuesto a un interior conflictivo y enérgico. Años después del estreno de la Primera sinfonía de Elgar, el controvertido director inglés Sir Thomas Beecham habría de comparar la obra con las extrañas torres góticas que adornan la estación de trenes de St. Pancras en Londres; la comparación, como bien lo señala el analista Keith Anderson, no tenía la intención de alabar la partitura de Elgar.
Juan Arturo Brennan