Prokofiev / Shostakovich 30/05/16
SERGEI PROKOFIEV (1891-1953)
Concierto para piano y orquesta No. 3 en do mayor, Op. 26
Como suele suceder en muchos otros casos, el Tercer concierto para piano de Sergei Prokofiev no fue el producto inspirado de un par de semanas de rápido trabajo, sino que tuvo una lenta y prolongada maduración. Los primeros bosquejos de la obra datan del año de 1911. Hacia 1913 Prokofiev tenía ya bastante claro el tema que sirve como base al segundo movimiento del concierto; las variaciones mismas fueron bosquejadas entre 1916 y 1917. Después de todas estas peripecias cronológicas, Prokofiev terminó su Tercer concierto para piano en el año de 1921, durante su estancia en el poblado bretón de St-Brévin-les-Pins. La cronología compositiva del concierto parecería indicar que fueron los años de 1916-1917 los que marcaron el inicio real del interés de Prokofiev por su Tercer concierto para piano. Esto es interesante porque en esos mismos años el compositor escribió una de sus obras más conocidas y populares, la Sinfonía clásica. El estreno de su Tercer concierto para piano, realizado el 26 de diciembre de 1921 con Prokofiev como solista y Frederick Stock al frente de la Orquesta Sinfónica de Chicago, tuvo una recepción muy fría por parte de público y crítica. A este respecto, no hay que olvidar que Prokofiev era considerado entonces como un modernista de vanguardia, y que su música era escuchada con cierta sospecha.
Esta obra fue mejor recibida por los artistas que por el público: Prokofiev mismo lo tocó para su amigo, el poeta Balmont, quien quedó tan conmovido con la obra que le compuso un soneto. Después del frío estreno, la obra corrió progresivamente con mejor suerte; Prokofiev la tocó en 1925 en Nueva York con cierto éxito, y el estreno en Moscú, realizado en 1927, fue un triunfo rotundo. Considerando las veleidades de la posteridad, puede decirse que Prokofiev corrió con suerte: le llevó sólo seis años convertir su Tercer concierto para piano, de un fracaso relativo, en un éxito absoluto. ¡Cuántos compositores quisieran tener igual suerte con sus obras!
DMITRI SHOSTAKOVICH (1906-1975)
Sinfonía No. 5 en re menor, Op. 47
En diciembre de 1936, Shostakovich propuso el estreno de su Cuarta sinfonía a la Filarmónica de Leningrado. La historia cuenta que los miembros de la orquesta rechazaron la obra por no estar de acuerdo con su contenido musical, pero es más probable que lo hayan hecho por instrucciones superiores. Ese mismo año, el diario oficial Pravda había publicado una feroz crítica en contra de la ópera Lady Macbeth del Distrito de Mtsensk, que Shostakovich había compuesto entre 1930 y 1932. Antes aceptada, la obra era ahora repudiada con particular virulencia desde los más altos círculos del aparato stalinista, lo cual representaba ciertamente un peligro real para el compositor. La combinación de esa crítica y el rechazo de su Cuarta sinfonía provocó una reacción excesiva en Shostakovich: el compositor retiró la sinfonía, que habría de esperar 25 años para ser estrenada por la Filarmónica de Moscú en 1961.
A pesar de este tipo de ataques de la censura en su contra, Shostakovich no podía dejar de componer, así que se dio a la tarea de escribir su Quinta sinfonía, con la intención aparente de congraciarse con los esbirros de Stalin que lo hostigaban y lo atacaban, y a causa de los cuales había tenido que retirar la Cuarta sinfonía. El propio compositor se encargó de dejar bien clara esta intención cuando afirmó que la Quinta sinfonía era la respuesta adecuada, práctica y creativa de un artista soviético ante la crítica justa. Dicho de otra manera, Shostakovich pedía perdón por su música, con su música. Este hecho representa sin duda una de las grandes incógnitas en la historia de la música. ¿Hasta dónde Shostakovich dio marcha atrás en su desarrollo musical natural como compositor en esta obra? ¿Hasta dónde era plenamente sincero al pedir perdón? ¿Cuántos conflictos creativos le causó la creación de esta obra? Sea como fuere, y con o sin la aprobación de las altas jerarquías soviéticas, Shostakovich logró una sinfonía de gran belleza, de fuerza impresionante, y que lleva claramente marcada la angustia del compositor. Sobre su Quinta sinfonía, Shostakovich declaró esto:
El tema de mi sinfonía es la estabilización de una personalidad. En el centro de esta composición, concebida líricamente de principio a fin, veo a un hombre con todas sus experiencias. El movimiento final resuelve los impulsos trágicamente tensos de los movimientos anteriores en una conclusión de optimismo y alegría de vivir.
Esta afirmación de Shostakovich demuestra que el compositor, aun siendo obligado a pedir perdón, era mucho más inteligente que sus censores. En efecto, el cuarto movimiento de la obra es una de las piezas más emocionantes de toda la literatura sinfónica, sobre todo en sus páginas finales, pero al escucharlo con atención uno se da cuenta de que no hay en él nada de triunfalismo gratuito ni de celebración gozosa. Más bien, se percibe una intensa explosión de energía musical bellamente trabajada, pero llena de angustia, de duda y de rebeldía. Si los funcionarios soviéticos oyeron en este final un himno a sus obtusas ideas, se equivocaron completamente y, como debía ser, Shostakovich rió al último y rió mejor. La Quinta sinfonía fue estrenada el 21 de noviembre de 1937 en Leningrado y de inmediato fue un éxito, tanto para el público como para la comunidad oficial de la Unión Soviética. La historia registra que esa noche numerosos asistentes al estreno, que sí entendieron a Shostakovich, lloraron abiertamente. Respecto al engañosamente triunfal final de la Quinta sinfonía, Shostakovich dijo estas terribles palabras, consignadas en sus memorias, editadas por Salomón Volkov:
El regocijo es falso, forzado, creado bajo amenaza. Es como si alguien me estuviera golpeando con un palo y repitiendo: “Tu deber es regocijarte, tu deber es regocijarte”, y no me queda más que levantarme, temblando, y alejarme murmurando: “Mi deber es regocijarme, mi deber es regocijarme”.
La Quinta sinfonía de Shostakovich es una obra maestra indiscutible, y ningún hombre, en ninguna tierra y en ningún tiempo, debiera verse obligado a pedir perdón por crear música como esta.
Juan Arturo Brennan