Dvorák / Gershwin / Hanson 07/06/16
ANTONIN DVORÁK (1841-1904)
Sinfonía No. 8 en sol mayor, Op. 88
En una carta escrita en 1877 a su editor Fritz Simrock, en Berlín, Johannes Brahms afirmaba esto:
Dvorák ha escrito toda clase de cosas: óperas, sinfonías, cuartetos, piezas para piano. Es ciertamente un individuo muy talentoso y, además, pobre. Le suplico que tenga esto presente.
En otra carta, fechada un año después, en 1878, Brahms le decía esto a Simrock:
Dvorák tiene lo que es más esencial para un músico, y ello se encuentra en las piezas suyas que he oído. En una palabra, no me place sino recomendar a Dvorák de manera general. Además, ustedes tienen sus propios oídos y gran experiencia en los negocios, cosa que también es muy necesaria.
El caso es que las recomendaciones de Brahms surtieron efecto y muy pronto Fritz Simrock se convirtió en el editor de la música de Dvorák, teniendo a partir de 1879 el derecho de prioridad sobre todas las obras nuevas del compositor. En 1885 Simrock pagó seis mil marcos por los derechos sobre la Séptima sinfonía de Dvorák, obra que había encontrado una buena recepción de público y crítica. Sin embargo, cuando Dvorák le ofreció el manuscrito de su Octava sinfonía, escrita en 1889, Simrock ofreció por ella solamente mil marcos. Artista de corazón, pero hombre práctico al fin y al cabo, Dvorák no tuvo otro remedio que acudir a otra casa editora. Remitió entonces su manuscrito a la casa Novello de Londres, firma que finalmente publicó la Octava sinfonía en el año de 1892. Por esta razón, y sólo por ésta, la sinfonía fue conocida durante un tiempo como la Sinfonía inglesa, título totalmente irrelevante y que fue descartado muy pronto.
El estreno de la Octava sinfonía de Dvorák se realizó en Praga el 2 de febrero de 1890 bajo la dirección del compositor, quien repitió en el podio cuando la obra se estrenó en Londres con la Sociedad Filarmónica, el 24 de abril de ese mismo año.
GEORGE GERSHWIN (1898-1937)
Obertura a Strike up the Band
El escritor George S. Kaufman redactó una historia bastante simplona que tenía como protagonista a un magnate estadunidense de la industria del queso, quien en su afán de conservar su monopolio sobre los productos lácteos fermentados, convence al gobierno de los Estados Unidos para que declare la guerra a Suiza. Quienes conocen la historia original de Kaufman afirman que su desenlace no es cosa de risa, ni mucho menos. Precisamente porque no se trataba de un final feliz, alguien encargó a Morrie Ryskind una nueva versión del asunto, quien diluyó notablemente el contenido político del texto, y añadió dos cosas indispensables para el triunfo de semejante historia: una buena dosis de romance, y un final feliz. Otros cambios importantes: en la nueva versión, el producto de la discordia ya no era el queso sino el chocolate, y la supuesta guerra fue convertida, pudorosamente, en una secuencia de sueño. Sobre el nuevo argumento de Ryskind, los hermanos Ira y George Gershwin realizaron respectivamente la letra y la música para una comedia musical que se dio a conocer con el título de Strike up the Band, que según algunos especialistas que han analizado la pieza, es una crítica al espíritu belicoso de los Estados Unidos.
La obra fue montada originalmente en 1927, sin mucho éxito, en Filadelfia. Después de ser revisada, se repuso en Broadway donde, entre enero y junio de 1930, tuvo una corrida de 191 representaciones, obteniendo un éxito moderado. La componente musical de estas funciones fue proporcionada por la orquesta de Red Nichols, en la que por ese entonces tocaban luminarias del swing y el jazz tan notables como Benny Goodman, Glenn Miller, Gene Krupa, Jimmy Dorsey y Jack Teagarden. Entre los cambios más notables que se hicieron entre la primera y la segunda versión está el hecho de que la canción The Man I Love, presente en la original, fue descartada para la revisión, y como canción independiente, ha permanecido como uno de los grandes éxitos de los hermanos Gershwin. La obertura de Strike up the Band se interpreta con alguna frecuencia en las salas de concierto.
En 1940 se filmó una película musical titulada Strike up the Band, dirigida por Busby Berkeley y protagonizada por Judy Garland y Mickey Rooney, que nada tiene que ver con el musical de los Gershwin y Ryskind.
HOWARD HANSON (1896-1981)
Sinfonía No. 2, Op. 30, Romántica
La Sinfonía Romántica le fue encargada a Howard Hanson por la Orquesta Sinfónica de Boston como parte de la celebración de su aniversario número 50. Cuestionado repetidamente sobre el título de la sinfonía, Hanson apuntó lo siguiente:
Como el título de mi Segunda sinfonía implica, representa para mí el asumir definitivamente una fase romántica. Reconozco, claro, que el romanticismo es, en este momento, el hijastro pobre, sin el estatus social de su hermano mayor, el neoclasicismo. Sin embargo, me apego al romanticismo aún más fervientemente, creyendo como creo que el romanticismo encontrará en este país un terreno fértil para un nuevo, joven y vigoroso crecimiento. Mi meta en esta sinfonía ha sido crear una obra joven de espíritu, romántica en temperamento y simple y directa en expresión.
Si al escuchar esta sinfonía de corte romántico usted siente curiosidad por saber qué influencias marcaron la obra de Hanson, aquí van algunas de ellas: el canto gregoriano, la solidez estructural de Palestrina y Händel, la orquestación de Respighi, y el estilo de Sibelius y Grieg. El estreno de la Sinfonía Romántica de Howard Hanson se llevó a cabo el 28 de noviembre de 1930, con la Orquesta Sinfónica de Boston dirigida por Serge Koussevitzki. No está de más mencionar que Koussevitzki impulsó decididamente la carrera de Hanson como director de orquesta, invitándolo con frecuencia a dirigir la orquesta bostoniana. Como homenaje a este apoyo, Hanson compuso en 1956 una de sus mejores obras orquestales, la Elegía, a la memoria de Koussevitzki, quien había muerto en 1951.
No hay duda de que Hanson logró buenos momentos románticos en su sinfonía, tal y como era su intención original. Lo que es dudoso es que se haya cumplido su profecía en el sentido de que el medio musical de los Estados Unidos habría de convertirse en un campo fértil para el desarrollo de un nuevo romanticismo.
Notas al programa por Juan Arturo Brennan