Britten / De Falla / Ginastera 07/11/16

Juan Arturo Brennan | Tlaqná
Passacaglia, de la ópera Peter Grimes - Benjamin Britten / Noches en los jardines de España - Manuel de Falla / Variaciones concertantes - Alberto Ginastera

BENJAMIN BRITTEN (1913-1976)

Passacaglia, de la ópera Peter Grimes

Cuatro interludios marinos, de la ópera Peter Grimes

Entre 1940 y 1973, Benjamin Britten compuso sin cesar para la escena, produciendo una serie de óperas muy importantes entre las que destacan Albert Herring, El rapto de Lucrecia, Billy Budd, Gloriana, El hijo pródigo, Owen Wingrave, Muerte en Venecia y La vuelta de tuerca. Al inicio de la Segunda Guerra Mundial Britten se hallaba en los Estados Unidos, donde produjo algunas obras importantes de su catálogo. En 1942 el compositor regresó a Inglaterra con el encargo de la Fundación Koussevitzki para escribir una ópera. El producto de ese encargo fue Peter Grimes, ópera que desde su estreno en Londres en junio de 1945 fue aclamada como una obra maestra y señalada como el inicio de una nueva era en la ópera inglesa.

Peter Grimes fue compuesta por Britten sobre un libreto de Montagu Slater, basado a su vez en un poema de George Crabbe. La historia transcurre en un pueblo de pescadores en la costa oriental de Inglaterra al inicio del siglo XIX. Como en ninguna otra obra en la historia de la música, Britten logró en Peter Grimes hacer del mar un protagonista de tanta importancia como los personajes de carne y hueso. A través de su brillante y evocativa música, Britten plantea no sólo el conflicto personal del protagonista, Peter Grimes, sino el de todo un pueblo de pescadores que depende del mar y, al mismo tiempo, está a su merced. Es por ello que los interludios orquestales que Britten escribió para Peter Grimes son de una gran importancia, tanto musical como dramática, por lo que representan como auténticas pinturas tonales que definen y marcan continuamente las relaciones de los personajes con el mar. El primer interludio, Amanecer, establece el ambiente sonoro de la ópera, describiendo de un modo casi impresionista la relación del pueblo con el mar. El segundo, titulado Mañana de domingo, nos deja oír las campanas del pueblo y los preparativos de sus habitantes para entregarse a la oración dominical. El tercer interludio, de nuevo contemplativo, se titula Luz de luna y es una exploración del destino inexorable al que se enfrenta Peter Grimes. Para finalizar, Tormenta, una descripción musical dual del conflicto de la naturaleza y el conflicto interno del protagonista de la ópera. Con estos Interludios marinos y con la música de toda la ópera, Britten nos permite asomarnos al alma de un Peter Grimes solitario, necesitado de dar y recibir afecto, de espíritu feroz y turbulento, violento a veces, visionario y poético siempre, aún en medio del terrible conflicto que lo enfrenta al mar, a sus conciudadanos, a su destino y a sí mismo. ¡Qué diferencia con tantos héroes y heroínas de la ópera, que no son más que figuras unidimensionales de cartón puestas en el escenario para el lucimiento de tales o cuales voces virtuosas!


MANUEL DE FALLA (1876-1946)

Noches en los jardines de España


Durante los años de su estancia en París, que constituyeron una etapa importante de aprendizaje y superación, Manuel de Falla bosquejó una serie de nocturnos para piano que, por consejo de Isaac Albéniz (1860-1909) adquirieron una magnitud mayor; más tarde, a sugerencia del pianista Ricardo Viñes se fueron transformando en piezas para piano y orquesta. Tal transformación, sin embargo, nunca apuntó al formato tradicional de un concierto; se orientó, más bien, hacia una obra en la que el piano y la orquesta habrían de tratarse como iguales. Originalmente, estos nocturnos para piano y orquesta eran cuatro; Falla descartó uno de ellos (que más tarde habría de convertirse en la Pantomima de El amor brujo) y con los otros tres dio forma a Noches en los jardines de España, una de las obras más representativas de lo mejor de su pensamiento musical, y una de las más interesantes aproximaciones a lo que podría llamase el impresionismo español. En efecto, hay algunos elementos técnicos y expresivos que permiten ver con claridad la influencia que los impresionistas franceses ejercieron en el compositor español durante su estancia en Francia. Además de ello, es posible detectar en ciertos rasgos de la orquestación la sombra benévola de la escuela nacionalista rusa, en especial la presencia de Nikolai Rimski-Korsakov (1844-1908). Sin embargo, el resultado total es tan español y tan Falla como en cualquiera de sus otras obras, y hay en estas Noches en los jardines de España una evidente influencia del cante jondo, materia musical muy cercana al compositor, especialmente en el último de los tres movimientos.

Manuel de Falla trabajó en Noches en los jardines de España entre 1911 y 1915; terminó de dar los últimos toques a la partitura después de su regreso a España, motivado por el inicio de la Primera Guerra Mundial en 1914. La obra está dedicada al pianista Ricardo Viñes, y fue estrenada en el Teatro Real de Madrid el 9 de abril de 1916 con el pianista José Cubiles y bajo la dirección orquestal de Enrique Fernández Arbós.


ALBERTO GINASTERA (1916-1983)

Variaciones concertantes

La partitura de las Variaciones concertantes le fue encargada a Alberto Ginastera por la Asociación de Amigos de la Música de Buenos Aires y en ella Ginastera empleó como lenguaje musical fundamental lo que en su caso se ha dado en llamar nacionalismo subjetivo, en contraposición con el nacionalismo objetivo de otras de sus obras. Después de pasar por estas dos etapas creativas, Ginastera habría de olvidarse de las preocupaciones nacionales o nacionalistas para dedicarse a la creación de obras más abstractas, algunas de las cuales contienen elementos de serialismo. El mismo Ginastera afirmó lo siguiente respecto a sus Variaciones concertantes:

La obra tiene un carácter argentino subjetivo. En vez de emplear material folklórico se obtiene una atmósfera argentina con el uso de melodías y ritmos originales.

Es decir, las Variaciones concertantes son argentinas y suenan argentinas, sin que haya sido necesario emplear en ellas motivos folklóricos o melodías populares. Ni más ni menos, el mismo camino seguido por Silvestre Revueltas (1899-1940) en México. Las Variaciones concertantes están escritas para una interesante combinación instrumental: violoncello, arpa, flauta, clarinete, viola, oboe, fagot, trompeta, trombón, violín, corno y contrabajo. La obra toma la forma de un tema con once variaciones; algunas de las variaciones están concebidas en una especie de estilo decorativo u ornamental, mientras que otras son tratadas como metamorfosis, es decir, el compositor toma en ellas un motivo del tema principal y con él crea nuevos temas. Para concluir este texto, bien vale la pena citar a Alejo Carpentier, quien dedicó estas líneas al gran compositor argentino:

Sin hacer alarde de su dominio de todos los recursos de la técnica actual, Ginastera se vale de los medios más sutiles para decir lo que quiere decir, bien con ternura, bien con vigor y energía.

Lo dicho por Carpentier se aplica idealmente al ámbito sonoro de las Variaciones concertantes, que fueron estrenadas en Buenos Aires el 2 de junio de 1953 bajo la dirección de Igor Markevitch.

Juan Arturo Brennan