Strauss 27/03/17

Juan Arturo Brennan | Tlaqná
Don Quixote, Op. 35 - Richard Strauss

Richard Strauss (1864-1949)
Don Quixote, Op. 35
“En efecto… vino a dar en el más extraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo, y fue que le pareció convenible y necesario… hacerse caballero andante e irse por todo el mundo con sus armas y su caballo a buscar aventuras”.
Así cuenta Miguel de Cervantes el momento en que (luego de perder la razón por causa de leer tantos libros de caballería) un viejo hidalgo proveniente de la Mancha, decide embarcarse en un viaje para corregir los males del mundo, en el que le aguardan aventuras y desgracias por igual. La historia que Cervantes escribió entre 1605 y 1615 se convirtió en uno de los relatos más importantes e influyentes de la literatura universal y la inspiración para un sinnúmero de obras de arte: Don Quijote de la Mancha.
Una de las piezas musicales más importantes basadas en el caballero de la triste figura, es el poema sinfónico Don Quijote, de Richard Strauss (1864-1949). Se trata de una obra programática escrita en 1897, cuando Strauss se encontraba en uno de los mejores momentos de su carrera como compositor, una época en que gran parte de su fama se debía a sus exitosos e innovadores poemas sinfónicos, obras en las que él ofrece al oyente una experiencia donde predominan la evocación y la representación por encima de las preocupaciones por la forma.
Don Quijote, a la que Strauss añadió el subtítulo Variaciones fantásticas sobre un tema de carácter caballeresco, es un punto de intersección entre poema sinfónico, variaciones y concierto. La obra está conformada por una Introducción, en donde se presentan los personajes principales, Don Quijote -representado por el violoncello solista- y Sancho Panza -representado principalmente por la viola solista y, en ocasiones, por el clarinete bajo y la tuba tenor. A esta Introducción le siguen diez variaciones, que dan cuenta de las aventuras del caballero junto con su leal acompañante, y un Epílogo, que indica el final de la historia y la muerte del protagonista.
La Dinastía Strauss
La familia Strauss fue una de las familias más influyentes del mundo de la música. Contribuyeron al alza de la popularidad y la calidad de la música para baile durante el siglo XIX, especialmente el vals vienés, que alcanzo su forma más celebrada gracias a la familia Strauss. Sus miembros combinaron de forma inteligente su gran creatividad artística y su habilidad para los negocios, de tal forma que se volvieron sumamente populares, una especie de pop-stars de su época.
El fundador de está dinastía musical fue Johann Strauss I (1804-1849), compositor, director y violinista. Huérfano desde los doce años, aprendió a tocar el violín y la viola. Junto con Joseph Lanner -uno de los primeros compositores empeñados en refinar el vals vienés- formó un cuarteto conocido como Cuarteto Lanner, que posteriormente fue creciendo hasta convertirse en una orquesta. En 1825 Johann decidió formar la suya propia: la Orquesta Strauss. Como líder de su orquesta, emprendió grandes giras por Alemania, Bélgica y el Reino Unido, realizando varias presentaciones, entre las que destaca su participación en los festejos por la coronación de la reina Victoria, en Inglaterra (1838). Su trayectoria fue tan trascendente que fue nombrado Director Musical de Baile de la Corte del Imperio Austriaco por el Emperador Fernando I.
Johann Strauss I prohibió a sus hijos Johann II, Josef y Eduard que se dedicaran a carreras relacionadas con la música, sin embargo, en claro desafío al padre, todos ellos se convirtieron en músicos. Johann Strauss II (1825-1899) comenzó sus estudios de violín y composición cuando rondaba los veinte años mientras estudiaba para convertirse en banquero. Encontró muchas dificultades en sus primeros años como músico profesional, pero poco a poco fue ganando adeptos, tras aceptar comisiones para actuar fuera de Viena.
Después de la muerte de su padre, Johann II decidió fusionar la Orquesta Strauss con la suya, y favorecido por la llegada al poder de Francisco José I de Austria (1848), aprovechó para congratularse con la realeza componiendo diversas obras en su honor. Johann II escribió más de 400 obras, entre valses, polkas y otras danzas. Entre las obras que hoy lo caracterizan como “El Rey del Vals” se encuentran “El Danubio azul”, “Vino, mujeres y canto” y el “Vals Emperador”. También incursionó en la opereta, otro género de gran popularidad en la época, y compuso la más célebre de ellas, El Murciélago, cuya obertura es hoy repertorio habitual de orquestas en todo el mundo y pieza precuente en el famoso Concierto de Año Nuevo de la Orquesta Filarmónica de Viena.
Josef Strauss (1827-1870) tuvo una notable carrera fuera del ámbito musical. Escribió un par de libros sobre matemáticas después de terminar sus estudios en el Instituto Politécnico de Viena, cursó estudios sobre dibujo en la Academia de Bellas Artes. Además, fue dramaturgo, inventor y poeta. Josef ingresó a la orquesta de la familia en la década de 1850 y debutó como director en 1853. A lo largo de su vida compuso alrededor de 300 danzas y marchas originales, además de varios cientos de arreglos que nunca fueron publicados. Josef siempre se mostró abierto a las nuevas corrientes musicales. Gracias a él, la orquesta Strauss fue una de las primeras instituciones vienesas en interpretar fragmentos de óperas wagnerianas. Su prematura muerte llegó unas semanas luego de sufrir un accidente vascular mientras dirigía una de sus obras, en junio de 1870, posiblemente a causa de un tumor cerebral.
El menor de los hermanos, Eduard Strauss (1835-1916) recibió la influencia de su hermano mayor Johann y abandonó sus intenciones de realizar una carrera en el consulado de Viena por un futuro ligado a la música. A pesar de ser un compositor bien entrenado y contar con obras de notable éxito, Eduard fue ensombrecido por sus hermanos mayores, aunque recibió un notable reconocimiento como director de orquesta. Debutó con la orquesta Strauss en 1861 y se mantuvo al frente de aquella como director titular desde 1872 hasta su disolución, en 1901.
Danzas y malas costumbres
Así como en la actualidad asistimos a conciertos de música clásica, rock, jazz, música popular, etc., las clases altas europea del siglo XIX gustaban de asistir a fiestas donde grandes orquestas interpretaban populares bailes de salón: valses, polkas, cuadrillas y marchas, entre otros géneros.
El vals fue un género que despertó una notable controversia. Tuvo gran éxito en Austria por el siglo XVII, pero a principios del siglo XIX, la sociedad inglesa y de otras ciudades europeas calificaba dicho baile como una danza vulgar. En el año de 1816, el diario Times de Londres publicó un breve artículo donde se hacía notar, con especial preocupación, la introducción a la corte inglesa de la indecente danza extranjera llamada Waltz. Una danza poco convencional para los bailes de la época, el vals era asociado con música de mala calidad y una visión muy relajada de las buenas costumbres, pues implicaba que la pareja estabeciera un contacto físico más intenso que el que se acostumbraba entonces. En algunos estados se trataron de establecer reglas que regulaban esta danza y el tipo de contacto permitido, o la prohibían definitivamente. No obstante, el atractivo de participar de tal tipo de baile era demasiado para resistirse, y los intentos por contener su proliferación fracasaron. Para mediados del siglo XIX el vals era ya una danza sumamente popular en muchos estados europeos, en especial Francia.
Por su parte, la polka es una danza originada en Bohemia (parte de la actual Republica Checa) que alcanzó una tremenda popularidad a mediados del siglo XIX en los salones de baile de ciudades europeas como Praga y Viena. En Francia, la polka alcanzó tal éxito que se convirtió en la danza predilecta de la sociedad parisina. Durante la segunda mitad del siglo XIX fue una de las favoritas de los compositores especializados en bailes de salón, entre quienes destacan los miembros de la familia Strauss. La cuadrilla es una danza compleja, compuesta por cinco o seis pequeñas partes diferentes y bailada por grupos de cuatro, seis u ocho parejas. Las partes tienen el título de las contradanzas que componían la cuadrilla original y aunque la música fuera totalmente nueva los nombres se conservaban: Le pantalón, L'été, La poule, La pastourelle, La Trénis y un animado Finale. Fue introducida en Viena en la década de 1840, después de haber probado ser un éxito en ciudades como Londres y París.
Las marchas fueron obras destinadas en primer lugar a eventos militares o conmemoraciones oficiales. Pero durante el siglo XIX los compositores y directores que trabajaban en bandas militares solían ser los mismos que dirigían las orquestas de baile, por lo que la marcha se colocó en el repertorio de dichas agrupaciones junto a los valses y el resto de las danzas. La más célebre de todas ellas es sin duda la que Johann Strauss I compuso en 1848 para conmemorar la victoria del Mariscal Joseph Radetzky en la Batalla de Custoza (Italia), e imprescindible cierre festivo de cualquier concierto que, como el que hoy disfrutamos, sea una celebración al talento musical de la Dinastía Strauss.