Liadov / Rachmaninoff 18/03/17

Juan Arturo Brennan | Tlaqná
Kikimora - Anatoly Liadov / Suite Pulcinella - Igor Stravinsky / Concierto n.° 3 para piano - Sergei Rachmaninoff

Anatoly Liadov: De lo real y lo fantástico
Anatoly Ladov es principalmente conocido por sus poemas sinfónicos inspirados en tres populares cuentos rusos: Baba-Yaga, El lago encantado, y Kikimora. A pesar de poseer un gran talento, que fue reconocido por personalidades como Rimsky-Korsakov o Mussorgsky, su tendencia a la postergación y su personalidad descuidada fueron causantes de muchos problemas a lo largo de su vida. Como ejemplo, podemos citar su expulsión del Conservatorio de San Petersburgo por su constante inasistencia a las lecciones, o el hecho de serle retirada la comisión para componer la música del ballet El pájaro de fuego, por su incapacidad para completar el trabajo (sería Stravinski quien completaría posteriormente esta tarea). No obstante, sus canciones y obras cortas son reconocidas hasta el día de hoy.
Kikimora, Scherzo fantástico, se inspira en la leyenda de un ser mágico del mismo nombre, quien produce ruidos por las noches, atormenta a los niños y aniquila a quien lo descubre. "El monstruo crece mágicamente en las montañas. Desde el amanecer hasta el atardecer, Kikimora se balancea en una cuna de cristal, con malas intenciones para el mundo". Lo que esas intenciones representan es algo que queda para la imaginación de cada quien. La apertura lenta de la obra, nos dispone para la llegada de la bestia madura al escenario, acompañada de crujidos, golpes, chillidos y silbidos nocturnos, mientras gira misteriosamente sus alas amenazantes. La obra fue estrenada en 1910, en San Petersburgo.

Igor Stravinsky: Del barroco al modernismo
En 1919, el exitoso empresario Sergei Diaghilev le propuso a Stravinsky escribir un ballet basado en partituras de Pergolesi y otros autores barrocos. La idea no resultaba especialmente atrayente para un hombre que tan solo unos años antes había provocado uno de los mayores desacuerdos en la historia de música con el estreno de La Consagración de la Primavera. No obstante, la insistencia de Diaghilev rindió frutos y el resultado fue Pulcinella, obra que marcaría el inicio del periodo neoclásico del autor, así como algunas de las páginas más bellas de la música del siglo XX.
Pulcinella es el nombre de un conocido personaje de la commedia dell’arte napolitana, y en torno a él gira la trama del ballet. El autor reescribió la música barroca italiana y le otorgó un aspecto más moderno. Cambió texturas y alteró temas intercalando ritmos contemporáneos, pero respetó las melodías y la base armónica del barroco, resultando en una espléndida partitura. Pulcinella es considerada la primera obra neoclásica de Stravinsky, etapa que se caracteriza por el retorno a estilos propios del siglo XVII y XVIII.
El ballet fue estrenado en la Ópera de París el 15 de mayo de 1920, bajo la dirección de Ernest Ansermet. De la música del ballet, Stravinsky extrajo posteriormente la Suite de Pulcinella, estrenada en Boston en 1922.



Sergei Rachmaninoff: De la vieja Rusia en el Nuevo Mundo
“Los conciertos de Rachmaninoff no se tocan, se viven” - Kristian Zimmerman, pianista
Durante el verano de 1909, en la tranquilidad de su finca Ivanovka, Sergei Rachmaninoff comenzó la composición de su tercer concierto para piano. Éste, junto con su Concierto para piano No. 2, serían las obras fundamentales que presentaría en su primera gira por los Estados Unidos de América, que comenzaría en el otoño de ese mismo año.
Para Rachmaninoff, la dificultad de conciliar su triple carrera como pianista, director y compositor se estaba convirtiendo en una realidad problemática. Presentarse en Estados Unidos como un pianista virtuoso, que además interpretaba sus propias obras, era un proyecto sumamente estimulante, así que en octubre zarpó con dirección al continente americano. Durante la travesía, Rachmaninoff practicó incesantemente, dentro de su camarote, la complicadísima parte solista de su recientemente terminado concierto, usando un viejo piano sin sonido. La experiencia de la gira tuvo un saldo desagradable para el compositor, como resultado del agotador calendario pactado. Rachmaninoff lo recordaría así, años más tarde: “Ofrecí un concierto casi cada día durante tres meses enteros… un verdadero suplicio.” No obstante, la gira fue un éxito para los asistentes y la crítica, y el 28 de noviembre de 1909, fue estrenado el Concierto para piano No. 3, con la Orquesta Sinfónica de Nueva York dirigida por Walter Damrosch.
Pero el verdadero punto culminante ocurrió el 16 de enero de 1910, cuando la obra fue interpretada nuevamente, esta vez con la Orquesta Filarmónica de Nueva York, dirigida por Gustav Mahler, entonces Director Titular de la citada agrupación. Rachmaninoff relataría posteriormente que la experiencia de tocar bajo la batuta de Mahler fue ampliamente motivadora, gracias a la dedicación, la disciplina y el entendimiento musical encarnados en el director. Las críticas hacia este concierto fueron buenas, pero con algunas reservas, como la escrita en The New York Herald: “La obra… sin duda se sitúa entre los conciertos para piano más interesantes de los años recientes, aunque su excesiva duración y dificultad extrema lo limitan a no poder ser interpretado por cualquiera que no sea un pianista de excepcionales poderes técnicos”.
Ciertamente, la extrema dificultad técnica de la obra fue una limitante en su camino por convertirse en la obra de suma popularidad que es hoy en día, a diferencia de su Concierto para piano No. 2, que demostró ser un éxito inmediato. Sobre esto, basta con decir que Josef Hoffman, el gran pianista polaco a quien Rachmaninoff dedicó el concierto, nunca se decidió a interpretarlo. Con todo, el concierto ha trascendido su recepción inicial. La excepcional sencillez y belleza del primer tema presentado por el piano evoluciona rápidamente hacia pasajes de mayor dificultad con una creciente y apasionada emotividad, que se extiende durante los tres movimientos. La genialidad del tratamiento de la orquesta y el instrumento solista dotan al concierto de una constante unidad y balance sonoro. Durante un siglo, el concierto ha sido la carta de presentación de algunos de los pianistas más importantes del siglo XX y XXI. De singular importancia fue Vladimir Horowitz, quien realizó la primera grabación del concierto en 1930, incluso antes que el propio compositor realizara la propia, y lo mantuvo entre su repertorio predilecto durante toda su carrera.
Después de la gira por Estados Unidos, el compositor se instalaría definitivamente en aquel país al final de la década de 1910. Años después, en la década de 1940, Rachmaninoff decidió cambiar su residencia de Nueva York a un sitio con un clima más amable, y se mudó a Beverly Hills, en Los Angeles, tan solo a unos kilómetros de donde residía Igor Stravinsky, en West Hollywood. Entre ambos compositores, conocidos desde sus años jóvenes en Rusia, existía un largo historial de desaprobación, reservas y admiración mutua. Tanto de un lado como del otro se expresaban de igual modo descalificaciones y elogios. Después de varios años de alejamiento, en California se reencontraron en una cena organizada por sus respectivas esposas. Aquella noche fue el reflejo de su relación: dos personas que compartían una gran pasión por el arte y la creación, que diferían fundamentalmente en la idea del camino que debía tomar la música en el siglo XX, pero que a pesar de ello mantenían coincidencias entrañables: el exilio, la preocupación por la guerra y el destino de sus hijos distantes… Al cabo, seres humanos ambos.