Stabat Mater 07/04/17
Stabat Mater: la catártica idea de cantar al dolor
Durante el siglo XIII, alcanzó su apogeo una corriente teológica que daba un alto valor a la flagelación como manera de expresar la espiritualidad, tomando como modelo el sufrimiento de Jesús durante la Pasión. Esta forma de concebir el dolor imprimió en la imagen de María un nuevo papel dentro del imaginario cristiano. Lejos del ser amable y sereno que había dado a luz al Mesías, pasó a concebirse como una madre que llora, sufre y muere en espíritu, junto a su hijo, durante la crucifixión.
En línea con esta corriente de pensamiento, el fraile Jacopone da Todi (1236-1306) escribió el himno Stabat Mater, cuyo título proviene del primer verso del texto: Stabat Mater Dolorosa (traducido al español como “Se encontraba la Madre Dolorosa”). Aquel himno que reflexiona sobre la pena sentida por María durante la crucifixión sería gradualmente adoptado en ceremonias religiosas y musicalizado por un gran número de compositores en los siglos posteriores. Autores de diversas nacionalidades, épocas y estilos incursionaron en este texto, destacándose las versiones de Giovanni P. da Palestrina, Josquin des Prez (S. XVI), Giovanni B. Pergolesi (S. XVIII), Franz Schubert (S. XIX), Kristoff Penderecki (S. XX), entre muchas otras.
Entre los Stabat Mater más célebrados se cuenta también el de Antonin Dvorák (1841-1904), compuesto entre 1876 y 1877. La intención de Dvorák de realizar una obra basada en este himno católico está relacionada con dos circunstancias principales. En primer lugar, el trabajo principal de Dvorák en aquella época estaba asociado a la música sacra, ya que ocupaba el cargo de organista en la iglesia de San Adalberto, en Praga. Por otro lado, varias circunstancias dramáticas marcaron la vida personal del compositor durante esos años. En agosto de 1875 murió su hija Josefa, a sólo dos días de su nacimiento. Posteriormente, en 1877, perdió también a sus hijos Ruzena y Otakar. En este estado de ánimo luctuoso es que Dvorák compuso su Stabat Mater. Pero en lugar de concebirlo para funcionar como parte de un servicio religioso (lo cual resultaría muy impráctico pues la duración de la ceremonia litúrgica sería muy larga), la obra fue creada para interpretarse en una sala de conciertos. No obstante, Dvorák ofrece una pieza con la que busca elevar el espíritu y enfatizar el carácter doloroso del texto. Completó la obra en noviembre de 1877 y fue interpretada por primera vez el 23 de diciembre de 1880, en Praga.
La crítica señala la musicalidad de la obra con un corte dramático, de profundo lirismo y melancolía, y que a pesar de estar influenciada por los cánones operísticos, la pieza no se desborda hacia lo banal, se contiene con elegancia y concluye en un espíritu meditativo y sereno, iluminado de la esperanza en la Resurrección.