Gamboa / Ángulo 30/04/17
Como preámbulo a la información específica sobre el Concierto para flauta de Eduardo Gamboa (1960), cabe mencionar otras obras suyas que contemplan la presencia de instrumentos solistas y, como consecuencia de ello, la de instrumentistas específicos. Un antecedente importante es su Concierto para clarinete y orquesta, que está dedicado al clarinetista Abel Pérez Pitón. En el ámbito de la escritura solista en un contexto de cámara, está su obra Transparencias, escrita originalmente para flauta y trío de cuerdas, y cuya parte de flauta fue escrita pensando en el flautista Tadeu Coelho. En el catálogo de Gamboa se encuentra asimismo una pieza de cámara para flauta y arpa, titulada Oleaje, escrita para el flautista venezolano Luis Julio Toro y la arpista mexicana Mercedes Gómez. Finalmente, el propio Gamboa menciona, con cierta reticencia, su Pasodoble Tenexac para orquesta, que si bien no contempla un instrumento concertante en el sentido estricto, tiene una muy importante parte de trompeta. Eduardo Gamboa ofrece esta breve pero muy útil y completa descripción de su Concierto para flauta y orquesta:
El concierto está dividido en siete secciones que deben interpretarse de manera continua. Ninguna de ellas sigue una forma musical específica y, aunque la pieza en su conjunto puede considerarse tonal, cierto modalismo permea algunas de sus partes.
Como en mucha de mi música de concierto, las síncopas y una rítmica compleja aparecen también aquí. Hay pasajes, por ejemplo, en los que la partitura marca el uso simultáneo de los quebrados rítmicos 3/4 y 6/8, pues mientras algunos instrumentos se mueven en 3/4 otros lo hacen en 6/8, y hay también los que alternan su acentuación entre ambos. Pero el pulso se mantiene firme gracias a la regla “corchea en 3/4 = a corchea en 6/8”.
La flauta solista es tratada en forma virtuosa, por supuesto, pero la orquesta no se limita a realizar un mero acompañamiento; existe un verdadero diálogo y por momentos la orquesta ejecuta pasajes tan difíciles como los del solista. Incluso hay solos asignados a una decena de instrumentos de la orquesta.
Me impuse el reto de emplear una orquesta grande, con alientos a tres, dos arpas, celesta, marimba y hasta campanas tubulares, y cuidé que la instrumentación no fuera nunca tan densa que pudiera cubrir a la flauta solista. Son pocos los tutti; en cambio, he aprovechado esa paleta instrumental tan amplia para jugar con diversas combinaciones de instrumentos a lo largo de la pieza.
Con excepción del movimiento central, donde la flauta solista elabora una cadenza, los títulos de las demás secciones no pretenden describirlas; los escogí una vez terminada la composición, mediante un proceso de mera asociación con ideas y vivencias personales.
Después de leer estas últimas frases de Eduardo Gamboa sobre su obra, no puedo resistir la tentación de presionarlo un poco sobre los títulos y las referencias, y con cierto esfuerzo, logro hacerlo confesar. Cántaros se llama así porque tiene algo de mexicano; L’orangerie es un grato recuerdo de ese museo parisino, en particular del portentoso cuadro Nenúfares de Claude Monet, y se refiere a un discreto perfume impresionista en esta parte de la obra; en la música de Mogador, me dice Eduardo, hay algo de oriental, y la referencia es, claro, la literatura de Alberto Ruy Sánchez; los dos movimientos finales llevan títulos idénticos a los de dos cuadros de la pintora Irma Grizá, esposa del compositor. Y en la Cadenza, el melómano atento podrá encontrar, a manera de guiño cómplice, una fugaz cita de Petrushka, de Igor Stravinski (1882-1971).
Con motivo de la redacción de esta nota, tengo la singular oportunidad de escuchar el Concierto para flauta de Eduardo Gamboa varias semanas antes de su estreno absoluto, gracias a que el compositor me entrega en propia mano un CD con lo que entre músicos conocedores se llama la maqueta MIDI del concierto, es decir, la versión electrónica completa de la obra, sintetizada por computadora, con la parte solista y todas y cada una de las partes orquestales. Escuchar esta versión “replicante” del concierto me permite descubrir una obra de variado colorido, de contrastes muy bien perfilados, y con una parte solista que sobre todo en sus movimientos rápidos es muy demandante.
Eduardo Gamboa compuso su Concierto para flauta y orquesta en respuesta a un encargo de la flautista mexicana Marisa Canales, a quien está dedicada la partitura, que quedó concluida el 18 de septiembre del año 2006. Desde su concepción, esta obra fue planeada para ser estrenada con la Orquesta Sinfónica de Xalapa, y así, el 29 de febrero del 2008, Marisa Canales estrena el Concierto para flauta de Eduardo Gamboa, acompañada por la OSX bajo la batuta de Manfred Neuman como director huésped.
Vale la pena conocer algunos datos sobre la obra que antecede directamente a este Segundo concierto para flauta de Eduardo Angulo (1954). El Primer concierto para flauta y orquesta, sin ser estrictamente un concierto fúnebre (Eduardo Angulo prefiere utilizar el término elegíaco), esta obra tiene una sutil referencia a la experiencia emocional y espiritual asumida por el compositor ante la muerte de su madre. El Primer concierto para flauta y orquesta de Eduardo Angulo, concluido en el año 2001, es el resultado de un encargo del flautista Miguel Ángel Villanueva, a quien está dedicada la obra. El propio Miguel Ángel Villanueva se encarga de ejecutar la obra en su estreno absoluto, ocurrido el 2 de noviembre del 2002, con la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México dirigida por Neal Stulberg. Para completar la referencia, consigno también la existencia de un Concierto para flauta y arpa de Eduardo Angulo, estrenado en el 2005, así como de la divertida obra Los centinelas de Etersa (estrenada en 1994). Y no podría estar ausente de esta lista El flautista de Hamelin, para flauta y orquesta, obra en la que Angulo plantea un importante trabajo teatral y/o coreográfico para su ejecución. El flautista de Hamelin se estrenó en 2007.
Una rápida conversación telefónica con el flautista Miguel Ángel Villanueva me da acceso a algunos datos básicos sobre el Segundo concierto para flauta de Eduardo Angulo. Reproduzco lo sustancial de lo dicho por Villanueva:
Este Concierto No. 2 de Eduardo Angulo es una obra en tres movimientos. El primero se desarrolla en un compás de 6/8, con la rítmica propia del huapango, con esa característica particular que es la sesquiáltera. Este movimiento es alegre, abierto, luminoso, pero a pesar de la presencia del ritmo del huapango, no se trata de música nacionalista. El movimiento inicial del concierto presenta una cadenza. El segundo movimiento tiene dos partes distintas entre sí, organizadas en una estructura tipo A-B-A. La primera sección es lenta, y tiene un poco el espíritu de una canción. La parte intermedia es rápida, contrastante con la primera, y después hay un retorno a la sección lenta. El tercer movimiento se parece mucho a un son jalisciense en su perfil rítmico. Está construido a partir de progresiones melódicas en la flauta y de progresiones armónicas en la orquesta. Este movimiento final tiene una parte intermedia que Eduardo ha definido como una cadenza, pero es más bien una especie de cadenza acompañada para la flauta solista y el xilófono.
Antes de pasar a consignar algunos otros datos sobre esta obra, me parece importante aclarar algunos términos musicales mencionados por Miguel Ángel Villanueva. Sesquiáltera es la palabra con la que se describe la superposición (o simultaneidad) de compases binarios y ternarios, es decir, compases de dos y de tres tiempos. Recordar que una cadenza es un episodio de un concierto en el que la orquesta queda silenciosa y el solista toca solo. Respecto a las progresiones mencionadas en el tercer movimiento, podría hablarse también de modulaciones, es decir, del proceso por el cual la música pasa de una tonalidad a otra, con el resultado de que los colores armónicos van cambiando sucesivamente.
Eduardo Angulo, desde su casa en Cuernavaca (ya verán por qué lo menciono), me hace estos breves comentarios sobre su Segundo concierto para flauta:
Es un concierto plenamente campestre, que escribí cuando recién me había mudado a vivir a Cuernavaca. Este cambio, y esta ciudad, influyeron mucho en la creación de la obra. El concierto es un canto a la naturaleza, específicamente a la naturaleza mexicana. Está basado, de manera general, en la música popular mexicana, la de antes y la de ahora, y un poco en la manera de vivir del mexicano. Me gusta pensar que se trata de un concierto casi mozartiano, porque su desarrollo es rectilíneo: todo va hacia el mismo lugar, en la misma dirección. Lo que cambia es el paisaje, a través de las variaciones dinámicas y armónicas. He querido comunicar en este concierto un estado de ánimo luminoso de principio a fin.
Este Segundo concierto para flauta y orquesta de Eduardo Angulo forma parte de un ambicioso proyecto personal del flautista Miguel Ángel Villanueva, quien a la fecha (primavera del 2012) y por iniciativa propia, ha encargado al compositor ocho obras para flauta y orquesta, y otras tantas para flauta en distintas dotaciones de cámara. El Concierto para flauta y orquesta No. 2 de Eduardo Angulo es estrenado el 18 de marzo de 2012 por el flautista Miguel Ángel Villanueva (a quien el compositor dedica la partitura) y la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes dirigida por Enrique Barrios. Una buena muestra de la popularidad de la música de Angulo está en el hecho de que, en los meses subsecuentes a la redacción de esta nota, el Segundo concierto para flauta fue programado por la Sinfónica del Estado de Puebla en junio de 2012, con la dirección de Alfredo Ibarra, y por la Filarmónica de Jalisco en octubre del mismo año, bajo la batuta de Sergey Smbatyan.
Juan Arturo Brennan
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EDUARDO ANGULO
Nace el 14 de enero de 1954 en la ciudad de Puebla, México. Inicia sus estudios musicales a la edad de siete años en el Conservatorio Nacional de Música de la ciudad de México. Bajo la dirección del maestro Vladimir Vulfman realiza su formación violinística.
En 1973 en el Conservatorio Nacional de Música de la ciudad de México, se gradúa con Mención Honorífica y en 1975 en el Real Conservatorio de La Haya, Holanda, se gradúa obteniendo el Premio de Excelencia.
Su obra incluye música sinfónica, de cámara y coral, así como conciertos para violín, arpa, clavecín, viola, guitarra, flauta, etc. Casi todo escrito por encargo de diferentes solistas, agrupaciones y casas editoras.
Actualmente Eduardo Angulo radica en la ciudad de Cuernavaca, México.