Aires Nacionalistas de Hoy 15/09/17

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Eduardo Gamboa: Fanfarria, para metales y percusiones, y Pasodoble Tenexac, para orquesta / Concierto para piano - Manuel María Ponce / Sinfonía n.° 1 - Julián Carrillo

AIRES NACIONALISTAS DE HOY
Graduado como guitarrista en el Trinity College of Music de Londres, Eduardo Gamboa (1960) se dedica enteramente a la composición desde 1985. Su obra incluye música de concierto, tanto de cámara como sinfónica, así como una vasta producción de música para cine y teatro. Programada cada vez con mayor frecuencia, su música de concierto ha sido interpretada en una veintena de países de Europa, Asia y América, por solistas, conjuntos de cámara y orquestas de reconocido prestigio. Formado como compositor bajo la tutela de Joaquín Gutiérrez Heras, su música ha sido grabada e incluida en decenas de discos, tanto de música de concierto como soundtracks.
Ha recibido varios premios y distinciones, como el Ariel que otorga la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas, por la música de fondo para la película Zurdo, dirigida por Carlos Salces, o el Mayahuel del Festival Internacional de Cine de Guadalajara, por la música de fondo para la película Ciudades oscuras, dirigida por Fernando Sariñana.

Fanfarria, para metales y percusiones
Eduardo Gamboa compuso su Fanfarria para metales y percusiones en 1998, en respuesta a un encargo de la Universidad Autónoma de Aguascalientes. La ocasión: la celebración del Aniversario XXV de la fundación de esa casa de estudios. El estreno fue realizado por la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes bajo la dirección de Gordon Campbell, quien posteriormente ha interpretado la obra en varias ocasiones al frente de otras orquestas mexicanas. La Fanfarria, de espíritu francamente celebratorio, se escuchó por primera vez en la Ciudad de México en el año 2001, en el Teatro de Bellas Artes, con la Orquesta Sinfónica Nacional bajo la batuta de Jesús Medina.

Pasodoble Tenexac, para orquesta (1995)
Cuando Gamboa mostró al maestro Gordon Campbell algunas de sus pequeñas piezas para mariachi (el pasodoble Tenexac entre ellas), éste le sugirió hacer con Tenexac dos versiones que pudieran interpretarse en el ámbito sinfónico, una para mariachi y orquesta y otra para orquesta sola, tarea que realizó con la ayuda en la orquestación del director y arreglista cubano Gonzalo Romeu. Ambas versiones fueron estrenadas, en 1997 y 1998, respectivamente, por la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes, dirigida por el propio Campbell.
Se trata de una pieza concertante, en donde la trompeta tiene un papel protagónico. Reconocidos trompetistas la han interpretado, entre ellos el virtuoso cubano Arturo Sandoval, quien la tocó en 2002 en Culiacán, con la Orquesta Sinfónica Sinaloa de las Artes. La partitura está dedicada a Gordon Campbell y a Sabino Yano Bretón, dueño de la ganadería de toros de lidia Tenexac, ubicada en el estado de Tlaxcala.


AIRES NACIONALISTAS DE AYER
Al finalizar la revolución mexicana en 1920, los gobernantes en turno, urgidos de terminar con la crisis e inestabilidad que en todos los ámbitos había dejado el conflicto, emprendieron una política de “unidad nacional”, basada en una identidad nostálgica de aquello que se consideraba como “propiamente mexicano”. Esta doctrina vio sus mejores frutos en la producción artística del periodo posrevolucionario, donde las manifestaciones culturales populares se reinventaron y estilizaron a manera de encajar en las imágenes nostálgicas y de identidad que las instituciones culturales fomentaban.
Figura clave en este contexto, Manuel María Ponce (1882-1948) es considerado el fundador de la corriente nacionalista en la música mexicana. En su ideario romántico, Ponce consideraba necesario el rescate de la música de las “clases populares,” como fuente de inspiración para su música. Sin embargo advertía la “necesidad” de pulir, perfeccionar o embellecer el material “en bruto”. Esta ideología derivaba directamente de la actitud ambivalente de las clases altas del porfiriato ante las manifestaciones artísticas de las clases bajas, a las que tanto admiraban por mostrar las costumbres más arraigadas de la cultura nacional, como despreciaban por tacharlas de poco refinadas.
El Concierto para piano y orquesta de Ponce se estrenó en la Ciudad de México en 1912, con el propio Ponce como solista y bajo la dirección nada menos que de… Julián Carrillo. El Concierto adquirió posteriormente el sobrenombre de “Romántico”, al asociarse con esta etapa de la producción del compositor, más apegada al Siglo XIX que a la modernidad que estaba por estallar. Lleno aún de exaltación romántica, el Concierto para piano es una de las manifestaciones más vigorosas de la personalidad del joven Ponce, quien con el tiempo y a través del contacto con la música popular, evolucionaría hacia expresiones más puras y refinadas. Vehemente y evocador a la vez, Ponce delata en el Concierto su ansiedad por apegarse a una "forma grande", leáse en este caso la estructura de un concierto según los principios estilísticos de la segunda mitad del siglo XIX. El material musical, tanto en la parte del solista como en la de la orquesta, tiene un carácter variado: coexisten episodios agitados, poéticos y los meramente virtuosos. Es rico en oportunidades para el despliegue virtuosístico del solista. Su orquestación puede calificarse de conservadora, aunque posee detalles ingeniosos, particularmente en sus pasajes melancólicos.
El Concierto Romántico de Ponce tiene un lugar muy especial en el catálogo mexicano de este género. Fue apenas el segundo concierto para piano escrito por un compositor mexicano, precedido sólo por el Concierto de Ricardo Castro (1864-1907), de 1904. El Concierto de Ponce, revolucionario per se, sentó las bases para nuevos desarrollos significativos del nacionalismo musical en México. Su creación representó un giro trascendental en la evolución de la música mexicana, una especie de intento para conectar dos etapas antagónicas. Por otra parte, con él se inició la síntesis de elementos musicales mexicanos que resultaron en tendencias compositivas posteriores, como el “indigenismo modernista” de Carlos Chávez y el “realismo mestizo” de Silvestre Revueltas. Pero anterior a la aparición de Ponce en el panorama musical, el siglo XIX mexicano vio el florecimiento de un grupo de compositores que, en su conjunto, se mantuvieron atentos a los cambios estilísticos en boga en Europa. Este hecho no debe resultar sorprendente, ya que durante el Porfiriato se auspició el talento de distintos artistas jóvenes, patrocinando su instrucción en Europa a fin de modernizar las instituciones culturales mexicanas, emulando a las vanguardias europeas. En ese contexto, distintos compositores mexicanos, como el propio Ponce, José Rolón (1876-1945) y otros, tuvieron la oportunidad de exponerse a las nacientes tendencias europeas, tales como el cromatismo postromántico, el impresionismo y el atonalismo, por mencionar algunas. Entre los talentos beneficiados por estos programas estuvo también Julián Carrillo (1875-1965), joven estudiante del Conservatorio Nacional de Música quien en un concierto donde se encontraba presente el mismísimo Porfirio Díaz expuso su gran habilidad musical, haciéndose merecedor por este hecho de una beca para estudiar en el Real Conservatorio de Leipzig. En ese periodo de florecimiento intelectual, Carrillo compuso en 1901 su Sinfonía No. 1, en Re Mayor. La obra fue estrenada en esta misma ciudad alemana por la Real Orquesta del Conservatorio de Leipzig, dirigida por el propio compositor. Inscrita dentro de la estética alemana de mediados del siglo XIX, y lejos de cualquier afán revolucionario, es curioso notar que con el tiempo Carrillo llevó su lenguaje musical hasta el límite de fracturar el sistema armónico tradicional de doce tonos, convirtiéndose en uno de los teóricos del “microtonalismo”. También conocido como Sonido Trece, sus trabajos en este campo le significaron obtener en los ámbitos académicos más celebridad que la que obtuvo con sus composiciones. Su Sinfonía No. 1 es quizá su obra más conocida y la más interpretada hoy en día.