Mozart / Bartók 20/09/17
Wolfgang Amadeus Mozart
Concierto para Oboe y Orquesta, K. 314
Dentro del repertorio solista para el oboe, el Concierto para oboe y orquesta de Wolfgang A. Mozart (1756-1791) es hoy en dia uno de las piezas más relevantes. Compuesto en Salzburgo, Austria, en 1777, fue dedicado a un célebre oboísta de la época, Giuseppe Ferlendis, integrante de la orquesta del Arzobispado de Salzburgo. En ese mismo año Mozart, junto con su madre, dejó su tierra natal y a sus 21 años se fue en búsqueda de nuevos horizontes, o más bien, dinero para su subsistencia diaria... En el siglo XVIII buena parte de los músicos y compositores mantenían todavía un estatus cercano a la servidumbre, amparados por la aristocracia o por algún mecenas que patrocinara su trabajo. En sus andares llegó Mozart a la ciudad de Mannheim, Alemania, donde conoció a Fredrich Ramm, oboísta de la célebre Orquesta de Mannheim, quien quedó fascinado con el Concierto y lo hizo su "caballito de batalla". Después de algunas ejecuciones públicas, la pista del Concierto se pierde en 1783, luego de que Mozart vendiera el manuscrito por una bicoca a Anton Meyer, oboísta de la corte del Príncipe Esterházy, noble húngaro y reconocido mecenas de la época. Y así permaneció el Concierto, en calidad de "extraviado", hasta 1920, año en que el musicólogo Bernhard Paumgartner lo encontrara entre un cúmulo de manuscritos polvosos, en Salzburgo. Así se pudo descubrir que el conocido Concierto para flauta en Re mayor es prácticamente una transcripción que el mismo Mozart realizó en 1778 de su Concierto para oboe, muy probablemente para revenderlo como parte de una encargo recibido por parte de un flautista (algo que hoy podría considerarse como una acción fraudulenta), revelando así un misterio oculto durante 137 años y devolviendo así al mundo la versión original de esta famosa obra.
Béla Bartók
Suite de El mandarín milagroso
El eclecticismo que trajo la transición al siglo XX dio la pauta para que Béla Bartók (1881-1945) se diera a la tarea de fusionar elementos tanto académicos, propios de la tradición romántica, como del folclor húngaro, creando recursos musicales originales que serían visibles desde sus primeras obras. En 1916, se publicó en una revista literaria de Budapest un relato del escritor húngaro Melchior Mengyel, llamado El mandarín milagroso. La obra provocó en Bartók tal fascinación que al poco tiempo empezó a trabajar en el montaje musical del relato, lo que dio por resultado su pantomima (teatro sin palabras) El mandarín milagroso, compuesto entre 1918 y 1924.
El mandarín milagroso combina un intenso simbolismo poético junto a una cruda crítica realista, a través de un relato aparentemente absurdo. La aparente trivialidad de la historia contrasta con la complejidad de su temática: unos vagabundos utilizan a una joven para seducir a los transeúntes en la calle de una gran ciudad, obligándola a bailar lascivamente en una ventana. A medida de que los libidinosos varones se acercan a la ventana, los maleantes se apresuran a asaltarlos. Después de dos intentos fallidos por atracar a un anciano y a un joven, hace su aparición un extraño tipo con aspecto oriental, un mandarín. Tras ser seducido por la joven, se abalanza sobre ella, siendo apuñalado por los bribones al momento. En la batalla que se libra entonces se rompe la lámpara del cuarto, y un misterioso brillo comienza a emanar del cuerpo sangrante del mandarín. La joven, aterrorizada, decide entonces acatar sus deseos y dejar que éste le abrace. Una vez satisfecho por la joven su deseo amoroso, el mandarín muere desangrado por las heridas que los vagabundos le causaron.
EL mandarín milagroso se presentó publicamente en un período de gran agitación política y económica (Alemania, 1926), causando desde su estreno un escándalo mayúsculo que obligó a cancelar toda la temporada de representaciones prevista. Posteriormente, Bartók extrajo de la música de la pantomima varios de sus episodios, con los que integró la Suite para orquesta que hoy escuchamos. En ella representa el bullicio constante e imparable de las grandes urbes citadinas, contextualizando de esa manera la ubicación espacial que da paso a la extravagante temática de su historia: la aparición de un ser místico en medio de la violencia cotidiana de una urbe. Una historia nada extraña, casi un siglo después...