Una noche en Morelia 20/11/17

Diana Elisa Flores y Fausto Gómez | Tlaqná
Noche en Morelia - Miguel Bernal Jiménez / Concierto para violín - Erich Wolfgang Korngold / Concierto para Orquesta - Witold Lutoslawski

Miguel Bernal Jiménez
Una noche en Morelia
Durante los siglos XVII y XVIII, cuando nuestro país aún permanecía como un virreinato de la Corona Española, la música sacra encontró un enorme florecimiento. Tanto las instituciones civiles como la propia Iglesia patrocinaron y fomentaron la creación y difusión de este tipo de música. Al iniciar el movimiento independentista, esta tendencia declinó visiblemente, sobre todo por su conexión con las instituciones políticas virreinales. Sin embargo, en pleno siglo XX, el México independiente observó a la música sacra renacer de la mano del compositor y musicólogo michoacano Miguel Bernal Jiménez (1910-1956). Bernal compuso su poema sinfónico Noche en Morelia en 1941, una evocación costumbrista de la ciudad y gente de Morelia, por encargo de la Cruz Roja. La obra fue dirigida en su estreno por quien entonces encabezaba el movimiento musical nacionalista, Carlos Chávez. Ésta fue la descripción que el autor hizo de su obra, donde invita al oyente a imaginar una noche en Morelia:
Las campanas de la vieja catedral tañen “a queda”, y la voz de sus bronces, evocadora y solemne, hace renacer el embrujo de la noche provinciana… Por calles y jardines se ciernen una penumbra y un silencio que ponen pavor en los espíritus… En la esquina lejana el grito del vendedor de “gelatinas” -golosina nocturna- entristece como la queja de un solitario…
Los ecos de un canto religioso nos guían hasta el esplendor de una ceremonia en las anchas naves de una iglesia. Otra vez por las calles, nos embarga con su lúgubre melancolía el silbato lastimero del “vecino”, resignado emperador de la noche… El pianito de cantina y el “jazz” del cabaret profanan el ambiente, pero el rasguear de las guitarras lo redime con la alegría de un “gallo”, romántica serenata que alumbra la noche y hace música el silencio…

Erich Wolfgang Korngold
Concierto para violín y orquesta
Afamado por ser un prolífico compositor no solo de música para las salas de concierto, sino también para las de cine, Erich Korngold (1897-1957) empezó su carrera musical como un niño prodigio, reconocido y alentado por celebridades de la talla de Gustav Mahler y Richard Strauss. Su primer trabajo orquestal fue estrenado cuando contaba con sólo 14 años. En 1934 recibió la invitación de un productor de cine para musicalizar una película, y a partir de entonces Korngold empezó a delinear nuevos paradigmas para la música fílmica. Convertido en el más célebre de toda una generación de compositores europeos exiliados en Hollywood a consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, a Korngold se le recuerda hoy en buena medida por sus partituras para la pantalla grande, entre las cuales destacan Anthony Adverse (1934) y Robin Hood (1938), por las cuales se hizo merecedor a sendos premios Oscar. Como ciudadano original del Imperio Austro-Húngaro, Korngold se interesó en la trágica historia de Maximiliano y Carlota, y compuso la música para el drama hollywoodense Juarez (1939), que recreaba la corta aventura del Imperio de los Habsburgo en México. Para ello, se dedicó un buen tiempo a investigar acerca de la música "popular" mexicana del siglo XIX, llegando a la conclusión de que no era propiamente mexicana, sino "inequívocamente vienesa". Hacia 1945 Korngold se encontraba ya cansado de escribir música cinematográfica y del tipo de guiones que le ofrecían, y decidió mover su carrera compositiva de vuelta al campo académico, componiendo en ese mismo año su Concierto para violín y orquesta. Para el Concierto, Korngold retomó material musical de algunas de sus películas, entre ellas Juarez, que aparece en forma de ecos de una habanera española llamada "La Paloma", entonces muy popular en México y favorita de la Emperatriz Carlota.


Witold Lutoslawski
Concierto para Orquesta
En 1950, apenas seis años después de que Béla Bártok (1881-1945) presentara su célebre Concierto para Orquesta, Witold Rowicki, Director de la Orquesta Filarmónica de Varsovia, solicitó a Lutoslawski (1913-1994) la creación de un nuevo Concierto. Con el régimen soviético en plenitud y en la etapa más álgida de la cortina de hierro, la música del este europeo intentaba una tímida apertura cultural, aplastada hasta entonces por la hegemonía estética de la doctrina del realismo socialista, ante la que el propio Lutoslawski mantenía una actitud ambigua. El estreno de su Concierto para Orquesta en 1954 coincide con el ocaso del régimen estalinista y marca una nueva etapa en la carrera compositiva del autor. Su éxito y pronta acogida no fueron sucesos esporádicos, su obra era la primera de su naturaleza que se tocaba en Polonia en la posguerra, exponiendo una estética diferente a la acostumbrada entre los países del bloque socialista. El Concierto para Orquesta, tal como su nombre lo indica, carece de instrumento solista. Es la orquesta la que juega ese rol y en cierta medida vale decir que colectiviza la experiencia musical sin dejar marcas de sus propias diferencias. Hay largos pasajes en los que destacan los instrumentos de alientos, creando atmósferas de tensión opuestas a los instrumentos de cuerdas. Dichas atmósferas son a menudo interrumpidas por la apabullante manifestación de los metales, que generan nuevos diálogos que se chocan e interrumpen unos a otros. El juego continuo de matices es claramente una de sus características. La claridad lógica de su arquitectura, el sentido de las proporciones y el conjunto de temas folclóricos polacos en los que se basa, dotan al Concierto para Orquesta de Lutoslawski de una originalidad extraordinaria.