Ladrón de Guevara / Peck / Dvorák / Tchaikovsky 23/01/18

Alfonso Colorado | Tlaqná
Tres Preludios Sinfónicos - Raúl Ladrón de Guevara / Concierto para Tres percusionistas y Orquesta - Russell Peck / Scherzo Capriccioso - Antonín Dvorák / Obertura-Fantasía - Piotr Illich Tchaikovksy

En 1963 la OSX grabó, bajo la dirección de Francisco Savín, un LP con obras de compositores mexicanos en activo, como Manuel Enríquez y el propio Savín. Sin embargo éstos giraban en torno a la Ciudad de México, donde se habían formado. En 1963 Raúl Ladrón de Guevara (1934-1999) fue el primer egresado de la entonces Escuela Superior de Música de la Universidad Veracruzana, culminando los esfuerzos iniciados en 1944, cuando se fundó la Escuela de Música, Danza y Declamación, para formar músicos locales. En 1969 la UV cumplió 25 años, y para conmemorarlo se comisionó a este destacado pianista (quien también había estudiado en la Academia de Música Chigiana en Italia y era solista habitual de las más importantes orquestas del país) una obra para la ocasión. El compositor la describió así: “consiste en tres pequeños trozos contrastantes. El primer preludio, Ensayo, se desenvuelve en un contrapunto liso que paulatinamente cede el paso a la armonía. El segundo preludio, instrumentado para cuerdas, dos oboes y arpa, es esencialmente melódico; está compuesto sobre un ostinato con toques impresionistas. El tercero, Impresión sobre Jazz, es una versión personal de este género y transcribe sinfónicamente un verso relativo a una Jam Session”. El estreno lo realizó la OSX en 1969, bajo la dirección de Fernando Ávila, y constituyó un acontecimiento, el despegue de un compositor cuya obra abarcó la música para piano, coro, cámara, orquestal, etcétera. Raúl Ladrón de Guevara fue uno de los compositores veracruzanos más importantes del siglo XX.
Russell Peck (1945-2009) obtuvo las más altas credenciales académicas, doctor en composición por la Universidad de Michigan, ganador del Premio Koussevitsky en 1966, profesor en Eastman, pero quedó hechizado por la música de su ciudad natal, Detroit, sede de Motown, legendaria compañía de discos que promovió el soul y otros géneros de raigambre afroamericana. La producción de Peck muestra un notable eclecticismo: escribió lo mismo un concierto para timbales y orquesta (2000), una Ultramericana (1997) con elementos del blues, el jazz, el góspel y los ritmos latinos, o Jack and Jill at Bunker Hill, revolutionary story piece for narrator and orchestra (1997), un relato sonoro ambientado en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos. El concierto para tres percusionistas y orquesta The Glory and the Grandeur (1988) es una exploración del potencial de los instrumentos de percusión, incluyendo los tambores, el vibráfono, las campanas, los címbalos y los gongs chinos. Timbres, colores y texturas resaltan a través del virtuosismo (especialmente en la marimba y el xilófono) de los solistas, que deben ubicarse frente a la orquesta porque “el drama creado por el movimiento de los intérpretes es parte del efecto general de la obra”, señala el compositor. La obra es una especie de homenaje a la música popular estadounidense por sus ritmos populares y el uso de escalas del blues.
Una de las características más llamativas del siglo XX es su interés por la parodia, lo grotesco, lo sombrío. Las dos guerras mundiales fueron un impulso para que los compositores europeos dieran rienda suelta a estos registros; por su destacado tratamiento de los mismos es que la obra de Gustav Mahler (1860-1911) se volvió tan popular a partir de 1960. El Scherzo capriccioso (1883) de Antonín Dvorák (1841-1904) es un claro y sorprendente anticipo de esta corriente. Se trata de una obra orquestal virtuosa que incorpora los ritmos populares de Bohemia, especialmente al inicio y al final, con un pasaje intermedio de carácter más tranquilo, de naturaleza lírica; hay, asimismo, intercalado, un ritmo de vals. Sin embargo, toda la obra está teñida por un ambiente de inquietud y de fuertes contrastes (de ahí lo de “caprichoso”). Hay pasajes sombríos y alguno francamente distorsionado, todo en un ambiente de música aparentemente idílica. Así, esta pieza muestra que detrás del brillo orquestal, los ritmos pujantes y las melodías encantadoras de la producción de Dvorák hay un mundo complejo, lleno de matices y claroscuros.
La obra de William Shakespeare (1564-1616) se volvió un objeto de culto para los artistas románticos del siglo XIX. Desde entonces se ha vuelto una tradición su adaptación en la pintura, la ópera, el ballet, el cine.... Romeo y Julieta (1597) ha sido también tema de numerosas obras musicales, por ejemplo de Berlioz, Bellini, Prokofiev... Sin embargo, la más popular del repertorio es la Obertura-Fantasía (1869) de Piotr Illich Tchaikovksy (1840-1893) que describe musicalmente la trama: una introducción solemne de la tragedia; una sección tormentosa ilustra el conflicto entre los Capuleto y los Montesco; después el tema de amor, al que sigue una sección agitada que describe la angustia de la pareja. La obra termina con su muerte. Si esta obra se ha impuesto sobre todas las demás inspiradas en el drama de Shakespeare, es por el tema de amor, una melodía extraordinaria, de lirismo todopoderoso, presentada con numerosos matices por la orquesta.
De la jam session que ilustra Ladrón de Guevara al blues de Peck, de las síncopas nerviosas de Dvorák al lirismo suicida de Tchaikovsky, el programa de esta noche ilustra que la música no es sólo un arte abstracto, encerrado en sí mismo, sino intensamente relacionado con el mundo que la rodea.

Notas: Alfonso Colorado