Rossini / Schumann / Rimsky-Korsakov 06/04/18

Alfonso Colorado | Tlaqná
La cenicienta - Gioachino Rossini / Concierto para Piano - Robert Schumann / Capricho Español - Nikolai Rimsky-Korsakoff

En el siglo XVIII París era el centro de la cultura europea, todas las cortes del continente imitaban los espectáculos de Versalles. El género con mayor prestigio era la ópera, que reflejaba el orden del universo y la divinidad del rey. En 1752 llegó a Paris la compañía de Eustachio Bambini con un repertorio de ópera bufa napolitana. Entre los asiduos a la ópera, que eran muchos, se crearon dos bandos, uno que defendía la ópera francesa ?solemne, intelectual y en la que primaba la armonía? y otro la italiana ?humorística, popular y basada en la melodía. Esta controversia, recordada históricamente como “La Querella de los Bufones”, fue más que una batalla estética: unos eran defensores de la tradición, la Iglesia y el Estado; sus adversarios eran intelectuales burgueses ligados a la Enciclopedia. En 1817 se estrenó en Roma La cenicienta (1792-1868), ópera de Gioachino Rossini (1792-1868) cuya protagonista es, ni más ni menos, una criada, el extremo opuesto a la opera seria (tanto francesa que italiana) donde solo figuraban reyes y nobles. Su obertura es representativa de la ágil y chispeante ópera bufa rossiniana; su tono es la comedia y su ámbito el cotidiano, por ello un padrino bonachón sustituye al hada del cuento original.

A su vez, el Concierto para piano (1845) de Robert Schumann (1810-1856) rompe radicalmente con el paradigma del virtuosismo neoclásico: el piano ya no domina a la orquesta, sino dialoga con ella. La obra inicia con una cadencia del solista a la que sigue una melodía muy expresiva presentada por el oboe. Romanticismo pleno: el contraste entre la energía del piano y la melancolía del oboe será la dicotomía que configura el primer movimiento. El segundo es una ensoñación, un poema lírico en sonidos, que da pronto paso al movimiento final, cuyo registro ya no es la alegría postiza que prescribe la tradición para el final de un concierto, sino una franca exaltación. Esta obra de gran formato logra conservar, sin embargo, un carácter íntimo (es decir, hogareño y burgués) apoyado en una orquestación transparente, en la que juegan un papel destacado los alientos.

Para los románticos, España fue una iridiscencia inagotable, en la música, en la pintura, en la literatura. Así lo expresaba el dramaturgo francés Alfred de Musset (1810-1857) en “La andaluza”:
¡Y que soberbia en su desorden/ cuando, desnudo el pecho, cae/ y, boquiabierta, se retuerce con un rabioso beso y muerde/ gritando insólitas palabras!
No menos exótica y sensorial es la vasta producción de compositores alemanes, franceses, rusos, inspirada en España, como El capricho sobre temas españoles (tal es el nombre exacto de la obra) de Nikolai Rimsky-Korsakoff (1844-1908). Esta cartografía musical no fue creada en un mero rapto imaginativo: para su composición, Rimsky se basó en Ecos de España (1874) de José Inzenga, destacada recopilación de cantos y bailes populares. En el Capricho Español el violín tiene un papel protagónico, y en la obra se puede apreciar el fabuloso dominio que poseía Rimsky del arte de la orquestación, lo que le permitió escribir uno de los tratados más conocidos sobre la materia. Sin embargo, el Capricho no es propiamente música española, más bien se trata de cómo suena ésta para un compositor ruso de tendencia eslavista y cosmopolita. La riqueza de timbres, la exploración de los recursos de cada grupo instrumental, los numerosos efectos sonoros (por ejemplo la imitación de una guitarra por parte de las cuerdas en el cuarto movimiento) convirtieron a esta obra en una favorita del público desde su estreno en 1887. Para entonces no sólo había quedado claro el triunfo de la música burguesa (es decir, ciudadana) frente a la aristocrática sino también que su mayor creación, el Romanticismo, había triunfado tan clamorosamente que dominaba el gusto del público todavía a finales del siglo XIX, tal y como lo hace en el XXI.

 


Alfonso Colorado