Revueltas / Sibelius / Bartók 11/05/18
Silvestre Revueltas (1899 – 1940): Canto de Guerra de los Frentes Leales e Itinerario (versión original del compositor)
Uno de los episodios menos documentados de la vida de Revueltas refiere a una estancia en la ciudad de Morelia, en donde se encontraban los célebres “Niños de Morelia”, hijos de combatientes republicanos quienes, para su protección, habían sido enviados fuera de la patria en guerra, acogiéndose a la hospitalidad del gobierno de Lázaro Cárdenas. Dicha estancia en compañía de su esposa Ángela y su pequeña hija Eugenia reviste importancia, pues nacieron ahí algunas de sus obras emocionalmente más profundas. No sólo cantos de lucha seguramente pensados para los niños y adolescentes españoles, sino también otros, la mayoría sobre versos de García Lorca, que tituló Cinco canciones de niños y dos canciones profanas, además de un poema sinfónico conocido como Itinerario. Esta última obra encierra más misterios que cualquier otra de la pluma de Revueltas.
El carácter de la obra es, como el de otra de sus célebres partituras, Redes, programático. Pero, a diferencia de aquella partitura, no conocemos a ciencia cierta la trama que le subyace. Sin embargo, hay algunas pistas para descifrarla. Un borrador de la obra anuncia el título original de la misma como “Dos banderas” (presumiblemente las de la España republicana y la mexicana, imagen reiterada en todas las ceremonias de los Niños de Morelia, como atestiguan los documentales que han sobrevivido). Ese título imprime un evidente sentido de actualidad política a la obra. Pero hay otro signo aún más convincente de tal agenda. Los documentales aludidos muestran en más de una ocasión a los niños entonando (muy afinadamente, por cierto) cantos de lucha. Entre éstos había un canto de lucha por todos conocido y cantado. Los niños lo conocían como “En el frente de Madrid” y los sobrevivientes de aquellos años lo recuerdan vivamente. Optando por el título Canto de guerra de los frentes leales, Revueltas escribió un brillante arreglo de esa tonada como testimonio del viaje que, en plena guerra, realizó a España como miembro de la delegación de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios. Este arreglo es precedido por una introducción instrumental, misma que, reveladoramente, reaparece como clímax expresivo al inicio de Itinerario —esta noche escucharemos el Canto a manera de preludio de Itinerario. La cita musical del canto incita al combate y constituye una expresión de energía y fe. Le sigue un largo segmento de intenso dramatismo, verdaderamente desgarrador: ¿el combate mismo? El poema sinfónico finaliza con un movimiento marcado por la solitaria melodía de un saxofón, evocación de tristeza y dolor extremos. ¿Dolor de guerra? ¿Premonición de una derrota incipiente? Así lo sugiere un revelador texto que Revueltas publicó en la prensa mientras componía este poema sinfónico y que escucharemos previo al Canto de guerra. No es de sorprender que este texto se titulara, como el de la partitura,” Itinerario”. Ninguna de las huellas encontradas expresa mejor el contenido emocional que encierra esta partitura.
Jean Sibelius (1865-1957): Sinfonía No. 3 (Opus 52)
Cuando la Tercera Sinfonía se presentó por primera vez en 1907, su moderación —a menudo se le describió como "clásica", por presuntos paralelos con Haydn y Mozart— desentonaba notoriamente con el apasionado expresionismo de sus sinfonías previas, más afines a las expectativas románticas en aquél entonces. En comparación con obras apasionadas como Salomé, de Richard Strauss, la nueva aportación sinfónica del finlandés parecía incomprensiblemente modesta. Pero hay otra manera de escucharla: ya no como un intento de emular las modas dictadas desde el centro europeo con fines de aceptación dentro del canon, sino como la búsqueda de un “clasicismo propio”, es decir, de un lenguaje menos preocupado por la escucha social, y más por la búsqueda de una fidelidad respecto del yo del compositor. No falta quien, en este sentido, ha declarado a la Tercera como, de hecho, la primera verdaderamente "Sibeliana" de sus sinfonías. Muchas de sus innovaciones en el lenguaje armónico, el desarrollo melódico y la concisión formal se evidencian aquí por primera vez de manera muy personal. Al igual que Kodály y Bartók en Hungría, Janá?ek en Bohemia y Vaughan Williams en Inglaterra, Sibelius se vio liberado de los grilletes de Wagner y Tchaikovsky mediante el uso de su paisaje nativo, la mitología y la música folclórica como inspiración. Fue en la Tercera Sinfonía que logró una emancipación creativa de esos otros estilos dominantes, y por tanto, de la hegemonía centro-europea. Con frecuencia olvidamos que compositores como Sibelius, Chopin, Grieg, o Nielsen, si bien europeos, vivían no menos marginados de las capitales de la cultura musical que los mexicanos Ponce, Rolón y Carrillo. Todos compartían la condición de periferia y para todos el reto era el mismo: ¿cómo participar del canon sin perderse en él?
Bela Bartók (1881-1945): Concierto para viola
Bartók forma parte de los compositores que tuvieron que huir del fascismo europeo, debido a su decidida oposición a dicha ideología. Desde temprano, rompió relaciones con su editor en Alemania y se rehusó a dar conciertos en ese país. Objetó la alianza de su natal Hungría con aquél país, lo cual lo aisló en casa y eventualmente lo condujo a una difícil decisión: la del exilio (1940). Mientras que para algunos, el exilio en los Estados Unidos se tradujo en nuevas oportunidades y carreras exitosas, para Bartók fue todo lo contrario. Más conocido como pianista y folklorólogo que como compositor, fue poco el interés por su música. Más allá, su aislamiento —era un apasionado de su cultura— le restó entusiasmo para crear nuevas obras. No obstante, sobresalen dos, que dejó inconclusas a la hora de su muerte en 1945. Su Tercer Concierto para Piano y un concierto para viola que la había comisionado William Primrose. El íntimo amigo de Bartók, Tibor Serly, encontró un simple borrador de este concierto en el buró junto a la cama del compositor. Contenía un bosquejo avanzado de la voz de la viola, pero nada más. Pocos días después murió Bartók y Serly se ocupó de orquestar los apuntes, inspirándose en la estética orquestal del concierto para piano.
Roberto Kolb Neuhaus
UNAM