Viena: Historia de un legado musical 26/06/18

Diana Elisa Flores | Tlaqná
Obertura Don Giovanni - Wolfgang Amadeus Mozart / Sinfonía n.° 85 La Reina - Joseph Haydn / Sinfonía n.° 3 - Ludwig Van Beethoven

Viena: historia de un legado musical
Autoproclamada por excelencia como la Ciudad de la Música, Viena fue la capital imperial de la Casa Real austríaca de los Habsburgo, y centro cultural de renombre que a partir del siglo XVIII consolidaría a varios de los compositores más célebres del continente europeo. Hasta su caída en 1918, el Imperio Austriaco había dominado el centro y sureste de Europa, y durante algún tiempo, la Península Ibérica y Flandes. A los Habsburgo se les reconocía como entusiastas portadores del arte, orientados principalmente a promover la música, pues se trataba de una familia muy arraigada a la vida musical. Dentro del linaje real hubo varios emperadores que llegaron a ser compositores apasionados o espléndidos instrumentistas, como Fernando III y José I. También hubo cantantes de ópera y músicos de cámara, como la emperatriz María Teresa I y su sucesor José II. Fue así que los Habsburgo consiguieron acercar a la corte de Viena a los más importantes compositores de la ciudad, quienes se encargaron de establecer a la capital austríaca como eje central de la música europea.
Uno de los más prolíficos e importantes compositores del periodo clásico fue sin duda Wolfgang A. Mozart (1756-1791). A principios de 1787, Mozart se encontraba en Praga dirigiendo una de sus óperas más exitosas, Las bodas de Fígaro, cuando recibió el encargo de componer una nueva ópera, basada en la figura literaria del enamoradizo “Don Juan”. Tras su regreso a Viena, acordó con Lorenzo Da Ponte (su libretista favorito) realizar esta nueva encomienda, dejando la obertura de la ópera hasta el final ya que aún no contaba con el texto del libreto. Existen diversas versiones que aseguran que la obertura de Don Giovanni la compuso el día previo al estreno, y otras señalan que la concluyó apenas unas horas antes, puesto que había asistido a una alegre velada junto a su esposa en vísperas del estreno de la ópera. Aunque no se encontraba en las mejores condiciones para trabajar, su esposa Constance se encargó de mantener a Mozart despierto mediante ponche y entretenidas narraciones que no paró de contarle en toda la noche, hasta que a las siete de la mañana la obertura quedó terminada. El estreno de Don Giovanni se realizó el 28 de octubre del mismo año en Praga, con un éxito tal que hoy se le considera como una de las tragicomedias más notables del repertorio operístico. En ella se conjugan la complejidad de los personajes con el conflicto moral del protagonista, y la convierten en una de las obras representativas de lo mejor de Mozart.
Otro de los máximos representantes del periodo clásico fue el compositor austriaco Franz Joseph Haydn (1732-1809), considerado como padre de la sinfonía y del cuarteto de cuerdas por su importante contribución en ambos géneros. Como músico de la Corte Real de la familia Esterházy, su obligación lo limitaba a escribir obras exclusivas para su patrón, el príncipe Nicolás Esterhazy. Sin embargo, en 1785 recibió la comisión de escribir seis sinfonías para la Concerts de la Loge Olympique, una popular asociación de conciertos en París. La Sinfonía No. 85, cuarta de esta serie de sinfonías, es conocida también con el sobrenombre La reina, título no atribuido al autor, y que probablemente deriva de una impresión temprana emitida por el editor Imbault en París, quien la subtítuló La reina de Francia. Aunque no existe certeza de ello, los estudiosos asumen que fue María Antonieta, reina de Francia en aquella época, la inspiración para el seudónimo de la pieza. Se sabe que la Reina asistía regularmente a los conciertos de la Loge Olympique y tenía un especial cariño por esta sinfonía. El ciclo completo de las seis Sinfonías París de Haydn se presentó por primera vez, con gran éxito, durante la temporada de 1787 de la Loge Olympique.
Y por último, otro de los compositores que contribuyó al prestigio musical de la que hoy se conoce como la Primera Escuela de Viena, fue Ludwig van Beethoven (1770-1827). En esta ciudad compuso una de las obras más significativas del repertorio sinfónico de todos los tiempos, su Sinfonía No. 3, mejor conocida como Sinfonía Heroica. La dedicatoria original de la obra, concluida en 1804, fue para Napoleón Bonaparte, a quien Beethoven admiraba por sus esfuerzos para reformar la sociedad y en pro de un trato igualitario para todas las clases. Sin embargo, poco tiempo después Napoleón se proclamó emperador de Francia, y ver a su otrora héroe convertido en un tirano provocó tal furia en el compositor que borró la dedicatoria original de la Sinfonía, destrozando la portada de su manuscrito. En consecuencia Beethoven planteó un nuevo título que evocara más un heroísmo general que hechos específicos; un título que no sólo evocara el espíritu del corso Bonaparte, aquel campeón de las causas justas, sino que llegara a cautivar al público melómano. La pieza se estrenó en Viena el 7 de abril de 1805, y de inmediato causó revuelo por su dramatismo, carácter poco habitual en las sinfonías de aquella época. Al final, cuando fue publicada en 1806, la dedicatoria fue para el príncipe Franz Joseph von Lobkowitz, uno de los mecenas más leales de Beethoven. Un epígrafe adicional en la partitura original dice así: “Sinfonía Heroica, compuesta para celebrar la memoria de un gran hombre”, en clara referencia al primer Napoleón, aquel joven héroe idealista que ahora vivía sólo en el recuerdo…

Notas por Diana Elisa Flores