Dorantes / Guzmán / Meza 20/08/19

Axel Juárez | Tlaqná
Arreglos - Edgar Dorantes · Omar Guzmán · Gerardo Meza

Como la mayoría de los inventos complejos que valen la pena, el cine surgió de una acumulación de hallazgos y experiencias dignas de la mejor serendipia. Teniendo a la fotografía como base y al principio de inercia visual -creador de la ilusión de movimiento- como detonante, surgió el cine. En 1874 el astrónomo francés Pierre Janssen, inspirado en el sistema cilíndrico giratorio del revólver de Samuel Colt, inventa su "revólver fotográfico" con la idea de registrar el movimiento de los planetas, aquél año Janssen logró capturar desde Japón el "pasaje de Venus", fenómeno astronómico registrado en una placa circular donde se observa al planeta Venus pasando entre el Sol y la Tierra; si se reproduce la secuencia de la placa se obtiene un perfecto time-lapse del fenómeno. Con esta invención nació la cronofotografía, perfeccionada poco después por el fisiólogo Étienne-Jules Marey inventor del "fusil fotográfico", cuyos disparos lograron capturar fenomenales movimientos de animales y humanos. El primer antecedente del cine sucede entre 1878 y 1881, con los experimentos cronofotográficos del inglés Eadweard Muybridge, cuando instaló 24 cámaras fotográficas -cada una con sus operadores- en un hipódromo para descomponer y registrar el galope de un caballo, naciendo así la descomposición fotográfica del movimiento. Según el gran historiador del cine Román Gubern, entre 1895 y 1908 surgen los pioneros cinematográficos como los hermanos Lumière -inventores del cinematógrafo- y el ilusionista y cineasta George Méliès. Entre 1908 y 1918 se conformó el arte cinematográfico y nacieron los primeros mercaderes del cine, con Hollywood a la cabeza. El arte mudo del cine se cultivó durante las primeras dos décadas del siglo XX, hasta que en 1926, entre tímidos balbuceos, el cine aprendió a hablar.

La primera película de la historia con una banda sonora completa y efectos de sonido sincronizados fue Don Juan (1926) del neoyorquino Alan Crosland (1894-1936), la música sincronizada con las imágenes correspondían a fragmentos de la ópera de Mozart. Al año siguiente, Crosland dirigió Old San Francisco (1927) -donde introdujo por primera vez los ruidos y efectos sonoros- y la pionera del sonido sincronizado The Jazz Singer (1927), que utilizaba el primer sistema de sonido cinematográfico: el mítico Vitaphone, donde la banda sonora (música, sonidos, efectos) se grababa en discos que se reproducían de manera sincronizada con la película. La noche del estreno, el 6 de octubre de 1927 en Nueva York, el público embelesado con las canciones quedó estupefacto cuando el cantante y actor Al Jolson, desde su papel de Jack Robin, se dirigió al público y dijo: «Esperen un momento, pues todavía no han oído nada. Escuchen ahora».

Antes de la consolidación sonora en el cine, se solía acompañar a las películas con música en vivo, algunas veces con fonógrafos, otras con el Vitáfono o con el Wurlitzer, una especie de órgano, precursor del sintetizador, capaz de reproducir notas musicales y efectos variados. Jaume Radigales, en su libro La música en el cine (2008) nos recuerda que «Las músicas que se utilizaban durante las proyecciones eran de estilos diversos y contrastados, incluso dentro de la misma película. Algunas de las grandes producciones disponían de una partitura propia, escrita expresamente para la ocasión, y algunos de los grandes nombres de la música de aquellos tiempos fueron autores de partituras cinematográficas: Camille Saint-Saëns, por ejemplo, escribió la música para L'assassinat du duc de Guise (1908) y Arthur Honegger fue el autor de la partitura con que se estrenó Napoléon de Abel Gance (1927). En ocasiones, como en el caso de la película de Gance, el dispositivo musical para los estrenos era espectacular: Napoléon se estrenó con toda solemnidad en la Opéra Garnier de París, con la participación de su orquesta, integrada por más de ochenta instrumentistas». Han pasado noventa y dos años desde aquella conmoción sonora-cinematográfica de finales de 1927 y la historia del cine sonoro ha pasado por múltiples altibajos y diversos usos estéticos y propagandísticos. No obstante, la inclusión del sonido y de la música en el cine ha enriquecido, en el mejor de los casos, un arte que disfrutamos cada vez con más realismo.

México cuenta con una nada desdeñable tradición musical y cinematográfica, no es de extrañar que importantes compositores y arreglistas hayan dedicado sus esfuerzos a musicalizar películas nacionales. El 20 de diciembre de 1951 se estrenó en México la película ¿Qué te ha dado esa mujer?, célebre secuela de la exitosa A toda máquina, ambas protagonizadas por Pedro Infante y Luis Aguilar. Estas películas, joyas de la época de oro del cine mexicano (1936-1959), se posicionaron como exitosas comedias musicales que echaron mano de famosos cantantes populares como protagonistas. El célebre tema musical de la secuela fue compuesto por el jalisciense Gilberto Parra Paz, importante compositor de música ranchera. La música de una película no sólo está formada por sus canciones sino por ingeniosas composiciones que acompañan y apuntalan a las escenas conformando la banda sonora instrumental. En el caso de estas películas, la banda sonora fue compuesta por los prolíficos compositores mexicanos Sergio Guerrero (1921–2008) y Raúl Lavista Peimbert (1913-1980). Treinta años después de aquel estreno —cuando en la memoria popular ya se había instalado el estribillo «Que te ha dado esa mujer / que te tiene tan engreído / querido amigo, querido amigo / yo no se lo que me ha dado»— el también jalisciense Blas Galindo Dimas (1910-1993) utilizó la canción de Parra Paz para la composición de su Obertura mexicana No. 2 (1981). La especialista en archivos sonoros Sibylle Hayem Laforet señala en su artículo El rescate de la música cinematográfica mexicana (2000) el olvido en el que ha caído esta tradición: «En la época de oro del cine se realizaban unas 200 películas al año y la orquesta trabajaba día y noche. Los compositores se especializaban en esta rama; es más, formaban parte del sindicato de la rama cinematográfica. Raúl Lavista musicalizó 360 películas, otros hasta 600… Conocemos a Manuel Esperón, pero también están Sergio Guerrero y Antonio Díaz Conde, Gustavo César Carrión, Enrico Cabiati, Luis Hernández Bretón, Jorge Pérez Fernández… Unos han muerto, otros, como el maestro Esperón, luchan desesperadamente contra el olvido, y Sergio Guerrero ya ni siquiera quiere volver a escuchar su obra. En la década de 1970 se sumaron a éstos los compositores clásico-contemporáneos: Blas Galindo, Eduardo Mata, Joaquín Gutiérrez Heras y Manuel Enríquez, entre otros. ¿Por qué entonces tanto desdén de la sociedad hacia los promotores de su cultura?».

El novelista, dramaturgo y cineasta francés Marcel Pagnol (1895-1974) solía decir que «el film mudo era el arte de imprimir y difundir la pantomima y el film parlante es el arte de imprimir, fijar y difundir el teatro», para Pagnol el cine era teatro impreso en una cinta de celuloide; sesgada o no, la idea del francés recuerda a uno de los revolucionarios musicales y escénicos más discutidos, el alemán Richard Wagner (1813-1883), cuyo legado es tan amplio que no sólo alcanza a la música sino también al teatro, la escenografía, el ensayo, la interpretación mitológica, por mencionar sólo algunas áreas. Pero, indudablemente, lo que más ha trascendido es su invención del drama musical, producto culminante del romanticismo; la Gesamtkunstwerk u obra de arte total —combinatoria de música, danza, poesía, pintura, escultura y arquitectura—; y el uso de leitmotivs como sonoros hilos conductores que enfatizan la acción en una escena. Este wagneriano cauce creativo ha desembocado, e influido naturalmente, en un arte donde la banda sonora (soundtrack) y la música incidental (score) apuntalan dramas contemporáneos y, donde eminentes compositores como Ennio Morricone, Hans Zimmer y John Williams musicalizan formas modernas de la ópera y el teatro: ese milagro que llamamos cine.

Esta noche podremos reivindicar el antiguo placer de escuchar música cinematográfica -compuesta, y arreglada, por mexicanos- mientras disfrutamos emblemáticas escenas de lo más granado de nuestro cine. Como en los inicios del cine sonoro, deleitaremos al oído y a la vista con fragmentos de: ¡Que viva México! (1930, Sergei Einsestein), La mujer del puerto (1933, Arcady Boytler), Vámonos con Pancho Villa (1935, Fernando de Fuentes), Allá en el Rancho Grande (1936, Fernando de Fuentes), Redes (1936, Fred Zinneman y Emilio Gómez Muriel), Ahí está el detalle (1940, Juan Bustillo Oro), Distinto amanecer (1943, Julio Bracho), María Candelaria (1943, Emilio Fernández), Campeón sin corona (1945, Alejandro Galindo), Enamorada (1946, Emilio Fernández), Nosotros los pobres (1947, Ismael Rodríguez), Aventurera (1949, Albert Gout), El rey del barrio (1949, Gilberto Martínez Solares), Los Olvidados (1950, Luis Buñuel), Él (1953, Luis Buñuel), El Vampiro (1957, Fernando Méndez), Macario (1959, Roberto Gavaldón), Los Caifanes (1966, Juan Ibáñez), Canoa (1975, Felipe Cazals), El lugar sin límites (1977, Arturo Risptein), Danzón (1991, María Novaro), Como agua para chocolate (1992, Alfonso Arau), Cronos (1992, Guillermo del Toro), Amores Perros (2000, Alejandro González Iñárritu), Y tu mamá también (2001, Alfonso Cuarón).

Axel Juárez