Larrea / Tomasi / Borodin / Scriabin 15/02/19

Axel Juárez | Tlaqná
Andenes - Gustavo Adolfo Larrea / Concierto para Trombón - Henri Tomasi / En las estepas del Asia Central - Alexander Borodin / Poema del Éxtasis - Alexander Scriabin

Jacques Mauger trombón
Febrero 15, 2019



En el año 2016, el ganador del “Concurso de Composición Arturo Márquez para Orquesta de Cámara” fue un joven de 20 años, Gustavo Adolfo Larrea González (1996-), estudiante de la Escuela Superior de Música del INBA y de la Facultad de Música de la UNAM. Obtuvo el primer lugar con la pieza Andenes, composición basada en los ritmos del son jarocho, son huasteco, corrido y mambo. Un año más tarde, la Orquesta Sinfónica de Xalapa convocó al concurso Jóvenes Compositores 2017, en el que la obra de Larrea González volvió a ser premiada. Esta noche se escuchará Andenes por vez primera en Xalapa, a la luz de dos importantes reconocimientos que reivindican la importancia que para la tradición musical sinfónica tiene apoyar y programar obras de compositores nóveles.

El compositor francés Henri Tomasi (1901-1971) estudió en el Conservatorio de Mocal en su natal Marsella, donde paralelamente se dedicaba a tocar el piano en bares, cabarets y teatros para mantener a su familia. Posteriormente continuó sus estudios superiores en el Conservatorio Nacional Superior de Música de París. En los teatros comenzó a improvisar al piano para acompañar películas mudas, y de esta relación improvisación-cine surgió su motivación para dedicarse a la composición. Probablemente, el gusto de Tomasi por la improvisación delineó las ideas musicales de su Concierto para trombón (1956), que tiene un marcado carácter francés casi impresionista, aunque es notable por su elegancia, ritmos bailables y -sobre todo- por sus evocaciones de música popular y callejera. El jazz, tal como en Debussy y Ravel, volvía a ejercer sus influjos. La obra está compuesta dentro de los cánones del romanticismo, y es prudente señalar que es justo en este periodo cuando la música instrumental comenzó a abrirse paso entre la hegemonía de la música escénica y vocal. Empezaron a aparecer los grandes virtuosos, como el violinista Niccolò Paganini y el pianista Franz Liszt. Casi dos siglos después, parece que el Concierto de Tomasi hereda el espíritu del virtuosismo romántico y se coloca entre las obras más representativas del siglo XX para el trombón.

Alexander Borodín (1833-1887), compositor, médico, defensor de los derechos de las mujeres y químico ruso (en el año 1872 consiguió que la Academia abriera los cursos de medicina a las mujeres y descubrió la ‘reacción aldólica’, importante herramienta en la industria química y farmacéutica); formó parte del “Grupo de los Cinco”, aquellos creativos compositores rusos que buscaban una música nacionalista revalorizando el folklore y la épica del pueblo ruso. Personaje de ideas de avanzada, volcó su ecléctica imaginación en el poema sinfónico En las estepas del Asia Central (1880), donde intentó representar una utópica relación sonora entre rusos y asiáticos: un tema de apertura representando a los rusos, un tema oriental ornamentado que inicia el corno representando a los asiáticos; la relación idílica se combina contrapuntísticamente, mediada por los pizzicatos de las cuerdas que evocan un viaje en caravana. Borodín dejó una nota descriptiva para acompañar su música: «En el silencio de la monotonía de las estepas de Asia Central se escucha el extraño sonido de una tranquila canción rusa. Desde la distancia, podemos escuchar cómo se acercan los caballos y los camellos y las notas de una extraña y melancólica melodía oriental. Una caravana se aproxima, escoltados por soldados rusos, y continúa de forma segura a su paso por el inmenso desierto. Desaparece lentamente. Las notas de las melodías rusas y asiáticas se unen en armonía, que languidece al tiempo que la caravana desaparece en la distancia.»

La literatura ha acompañado a la música desde tiempos inmemoriales: hay obras literarias especializadas en música, como obras musicales inspiradas en diversas literaturas. Hay breves textos descriptivos que apuntalan músicas, como la de Borodín, y hay largos poemas jubilosos como el que escribió Alexander Scriabin (1872-1915) para acompañar su música homónima Poema del Éxtasis (1906), poema orgiástico, articulador de misticismo y sensualidad, de lo femenino y lo masculino. El largo texto del poema se publicó en el programa de mano del estreno. Algunos fragmentos del principio y del final son los siguientes:

El espíritu,
en alas de su anhelo de vida,
se entusiasma en su vuelo
a las alturas de la negación.
Allí, entre los resplandores de su ensueño,
aparece un mundo mágico
de imágenes y sensaciones que maravillan.

El espíritu que juega;
el espíritu que desea;
el espíritu, que en su ensueño todo lo crea,
se entrega a la dicha del amor.
Entre las creaciones que de él han surgido,
pasa lánguidamente su tiempo;
en las alturas de su inspiración,
las convoca a que florezcan.
Y, en el frenesí de su vuelo,
está ya a punto de perder el sentido;
pero, de repente...

De un sombrío presentimiento,
ritmos inquietantes
en su mundo encantado
ásperos irrumpen;
pero sólo un instante.
Con un leve esfuerzo
de su voluntad divina
ahuyenta
esos terribles fantasmas.
Y, nada más alcanzar
la victoria deseada
sobre sí mismo,

el espíritu que juega,
el espíritu que desea,
el espíritu, que con su esperanza invoca la alegría,
se entrega a la dicha del amor.
Entre las flores de su creación,
su tiempo pasa en un beso,
y, con todo un mundo de seducciones
al éxtasis las convoca.

Yo soy un instante que irradia la eternidad,
yo soy la afirmación,
yo soy el Éxtasis.
Un incendio universal
ha abrazado el cosmos.
El espíritu en la cima del ser.
Y siente
de divina fuerza,
de libre voluntad
una pleamar infinita.
Todo es ya osadía.
Lo que amenazaba
es lo que ahora excita;
lo que horrorizaba
es ahora placer,
y los mordiscos de panteras y de hienas
tan sólo son una nueva caricia,
un nuevo tormento,
y la lengua de la serpiente,
tan sólo un beso abrasador.
Y todo el universo ha resonado
con un grito de gozo:
¡Yo soy!

Influenciado por el pensamiento de Nietzsche —la idea del superhombre— y posteriormente por la teosofía, aunado al uso del atonalismo libre y a una interesante percepción sinestésica (percibía sonidos en los colores y viceversa) Scriabin escribió y compuso su Poema del Éxtasis llevando a la orquesta y al lector a una culminación épica. Tal mezcla de júbilo, energía y sensualidad atrajo a personalidades como la del escritor Henry Miller que, al final de su libro Nexus —tercer volumen de su Crucifixión rosa—, escribió: «¿Tenemos aún ese Poème d’Extase? Ponlo, si puedes encontrarlo. Ponlo bien alto. Su música suena como yo pienso… a veces. Tiene esa inquietud lejana, cósmica. Divinamente confusa. Toda fuego y aire. La primera vez que la oí la puse una y mil veces. No podía dejarla. Era como un baño de hielo, cocaína y arco iris. Pasé semanas en trance. Algo me había sucedido. Ahora parece absurdo, pero es cierto. Cada vez que se apoderaba de mí una idea, se abría una puertecita en mi pecho y ahí, en su cómodo nidito, se encontraba un pájaro, el pájaro más dulce y dócil imaginable. “¡Cavílalo!”, me decía piando. “¡Cavílalo hasta el final!”. Y yo lo hacía, ya lo creo. Nunca me exigía el menor esfuerzo. Como un étude deslizándose por un glaciar…».
El Poema del Éxtasis, pieza musical nacida a la par del poema del mismo autor, inspira una descripción literaria casi surrealista de otro escritor extasiado. Un jugoso circulo musical y literario.


Axel Juárez