Ramos / Mahler 17/05/19
QUINTA DE MAHLER
MAYO 17, 2019
ÁNGEL GÓMEZ RAMOS (1988- ) es un multi-premiado compositor y guitarrista mexicano, egresado del Conservatorio de Música del Estado de México. Muchas de sus obras han sido interpretadas a lo largo del país, en diferentes festivales. Ha formado parte del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico del FONCA. También ha incursionado en el área teórica y pedagógica de la música, en proyectos como Orgullo Musical Guanajuato y el Sistema Sustentable de Formación Musical del Estado de Guanajuato. Hoy se estrena su Concierto para trombón alto, que en palabras del autor «describe una serie de escenarios musicales donde la narrativa se desarrolla a través de texturas contrastantes y estructuras poliformes que están expuestas, segregadas y aglutinadas de acuerdo con las necesidades del discurso dirigido a través de humor negro y referencias sarcásticas»; donde el solista «juega el papel de generador de gestos que se convierten en grandes secciones», y donde el trombón alto con su «capacidad lírica y tímbrica, es utilizado contrapuntísticamente en todo momento y en diversos niveles».
GUSTAV MAHLER (1860-1911) fue un compositor y director de orquesta que, a pesar de su genial legado, tuvo una lenta valorización de su obra por su origen judío, lo que causó que sus piezas fueron catalogadas como “degeneradas” y “modernas”, términos utilizados con frecuencia durante el Tercer Reich para denostar las creaciones de los compositores judíos. Sin embargo, la labor de difusión de directores como Bruno Walter y Leonard Bernstein fue decisiva para la programación más frecuente de la obra de Mahler. Bernstein llegó a interpretar, en 1968, el famoso Adagietto de la Quinta Sinfonía (1901-2) en el funeral de Robert Kennedy en Nueva York; un par de años después el gran director de ópera y de cine Luchino Visconti estrenó su película La muerte en Venecia, adaptación de la novela homónima de Thomas Mann, inspirada en la figura de Mahler y en la que utiliza también el Adagietto para ilustrar la decadencia de un escritor alemán. Dentro de las múltiples tendencias a las que ha sido sometida la música —que no pocas veces determinaron su éxito o difusión— una que garantizó cierta aceptación en el público fue la música programática: un intento sonoro por ilustrar y representar argumentos, personajes, lugares, climas… es decir, situaciones ajenas a la música, generalmente provenientes de los mundos de la literatura o de las artes plásticas. Por otro lado tenemos a la música absoluta, la que se aprecia por ella misma, sin referencias particulares a mundos exteriores a ella. Esta dualidad conceptual se aplica generalmente a la tradición de la música clásica europea, particularmente al periodo en el que tuvo su apogeo: el Romanticismo. La sinfonía, como forma reinante de la música occidental, encontró uno de sus momentos de grandeza y expansión en las composiciones de Gustav Mahler, para quien «la palabra “sinfonía” significa construir un mundo con todos los medios a mi alcance», como escribió alguna vez a su confidente Natalie Bauer-Lechner; también creía que «la Sinfonía debe abarcarlo todo» como confesó años después a Jean Sibelius. Estas ideas que colocan a la sinfonía como un todo, como cosmología y cosmovisión, alejaron a Mahler tajantemente de lo programático para abrazar definitivamente a lo absoluto. En sus últimas sinfonías pudo dar rienda suelta a inquietudes espirituales y conformarlas desde su mundo interior, con sus propias leyes y desarrollos. Dos años, dos veranos, le costó a Mahler componer su Quinta Sinfonía. Al terminarla anotó: «todo estilo nuevo exige una técnica nueva». Se sabía portador de una técnica y conocimientos bien afincados, se reconocía en su mejor momento: «No habrá en mi obra elementos románticos, o místicos; será la expresión, simplemente, de un poder sin paralelo, de la actividad de un hombre, a la luz del sol, que ha alcanzado su clímax vital». El famoso Adagietto, cuarto movimiento de su Quinta Sinfonía, está basado en uno de los Rückert-Lieder —cinco canciones para voz y orquesta o piano compuestas por Mahler entre 1901 y 1902, sobre poemas escritos por Friedrich Rückert; el tercer lied -Ich bin der Welt abhanden gekommen- se convirtió en la canción más popular de Mahler y en una especie de sello, de leitmotiv personal a lo largo de su obra sinfónica y vocal. La fechó el 16 de agosto de 1901, retomándola apasionadamente a principios del año siguiente para realizar un peculiar obsequio. El 7 de noviembre de 1901, durante una velada en Viena, Mahler conoció a la joven Alma Schindler, considerada como una de las mujeres más hermosas de la ciudad y cuya personalidad atrajo, además de Gustav, a personajes como Oskar Kokoschka, Gustav Klimt, Gabriel Fauré y al célebre arquitecto Walter Gropius. Alma quería a Mahler, aunque no gustaba tanto de su música. Consciente de ello, Mahler comenzó a escribir un regalo musical que también sería una declaración amorosa: el Adagietto. El 9 de marzo de 1902 se casaron.
Axel Juárez