Festival Brahms 1 31/05/19
BRAHMS SEXTO FESTIVAL OSX
MAYO 31, 2019
JOHANNES BRAHMS nació en Hamburgo (Alemania) el 7 de mayo de 1833 y murió en Viena (Austria) el 3 de abril de 1897. Admirador y heredero de la tradición beethoveniana, en su música integró al romanticismo lírico el rigor de las formas clásicas y barrocas. El precoz talento de Brahms fue impulsado por su padre Johann Jakob, músico independiente y multinstrumentista, quien le dio sus primeras lecciones musicales. A partir del siglo XIX el concepto Romanticismo comenzó a definir un nuevo espíritu de la época más cercano a las artes, a las ciencias, a la filosofía y a la política. Movimiento complejo y convulso, se extendió desde finales del XIX hasta principios del XX. En cualquiera de sus manifestaciones, el Romanticismo resaltaba el mundo de las emociones y de las sensaciones por encima de las formas y el orden. Los países europeos lo vivieron cada uno desde sus particularidades: en Italia cobró tintes políticos, donde poetas y compositores buscaban independencia política y la figura de Giuseppe Verdi cobró especial importancia. En Alemania, el movimiento encarnó principalmente en la música, a la que incluso los poetas le reconocían supremacía artística; en esta Alemania donde además se buscaba una síntesis de las artes, el personaje de Richard Wagner fue decisivo. Fue en este periodo donde crece el número de integrantes de la orquesta y aparece el elemento del virtuosismo que dio lugar a músicos como Berlioz, Liszt y Paganini.
El talento del joven Brahms encontró reconocimiento y cobijo en una de las parejas musicales más famosas de la historia, Robert Schumann y su esposa Clara –quien era una de las pianistas más distinguidas del momento–. El 1 de octubre de 1853, con sus partituras bajo el brazo, Brahms conoció a la pareja de músicos en Düsseldorf. Ambos registraron en sus diarios la impresión. Schumann anotó: «Visita de Brahms, un genio». Clara, emocionada y elocuente, escribió: «Ha venido a vernos alguien como enviado del cielo. Nos ha tocado sus sonatas y scherzos que están llenos de rica fantasía, de increíble profundidad en sus sentimientos y de maestría total en su forma. Robert no ha visto motivos para sugerir ningún cambio. Era conmovedor verle delante del piano, con su hermoso rostro transfigurado por la música. Sus delicadas manos eran capaces de superar las mayores dificultades técnicas (su música es muy difícil). Le espera un gran futuro. Tiene que escribir pronto para orquesta. Ahí encontrará el verdadero medio para desarrollar su imaginación». El impacto musical y personal que la amistad de los Schumann tuvo en Brahms expandieron sus intereses musicales y literarios acercándolo a importantes círculos artísticos. Al día siguiente del primer encuentro, Clara buscó a Johannes para invitarlo a pasar unas semanas con ellos. Xavier Güell, en su novela La música de la memoria, retrata desde la perspectiva de Brahms este episodio: «Ahí empezaron tres semanas mágicas, quizás las más radiantes de mi vida. Hacíamos música sin parar. Clara y yo nos alternábamos al piano tocando mis composiciones, las de Schumann, Beethoven, Bach y las obras para cuatro manos de Schubert. Al segundo o tercer día, Schumann me abrió su biblioteca; era el cuarto secreto donde escondía todos sus tesoros. Quiso que leyéramos, turnándonos junto con Clara, las obras de E.T.A. Hoffmann, de Shakespeare, de Calderón, Goethe, Byron, Heine, Novalis, Hölderlin… También me enseñó a jugar al ajedrez. Era un desenfreno. Estábamos poseídos por una fuerza interior magnética, que nos inundaba de alegría. Al final de mi estancia, Schumann me dijo: “He escrito a mi editorial, Breitkopf, para que publiquen tus obras. Están de acuerdo. Quieren conocerte. Tienes que irte mañana mismo a Leipzig. Es muy importante. Además, he decidido escribir un artículo sobre ti. Seguro que eso te ayudará. ¡Pero tienes que prometerme que pronto empezarás a componer para orquesta, es ahí donde podrás desarrollar mejor toda tu imaginación!” A la mañana siguiente partí para Leipzig. No sabía que mi vida iba a cambiar para siempre». Al año siguiente del comienzo de esta fructífera amistad, la salud mental de Schumann comenzó a deteriorarse rápidamente, en febrero de 1854 intentó suicidarse. Cuando Brahms, preocupado, se acercó a Clara para ayudarla nació en él una pasión y un amor por ella que encarnaba lo más extático y convulso del Romanticismo. El contradictorio estado emocional de Brahms lo podemos escuchar en las obras que estaba componiendo en aquel momento: el Cuarteto para piano en do menor Op. 60 —esbozado en 1856, el año de la muerte de Schumann— y el Concierto para piano No. 1, en Re menor, Op. 15 (1858). El concierto tuvo una gestación de cuatro años, vacilando entre la forma de una sonata para dos pianos y una sinfonía. Se puede considerar como la primera gran obra orquestal de Brahms; emocionalmente, le representó una catarsis y una liberación, no sólo por haber franqueado una parálisis creativa, sino por haber podido fraguar en ella sus sentimientos frente a Schumann y Clara. Brahms, encarnado en la pluma de Xavier Güell, lo describe así: «El Concierto para piano en Re menor comienza con un cataclismo, con un Re grave que como grito aterrador lanzan el timbal, las trompas, las violas y los contrabajos. En el segundo compás, los violines, violonchelos, clarinetes y fagotes, cortan con una sierra metálica el acorde precedente, produciendo una sensación de completa inestabilidad, de mareo armónico, como si todo diese vueltas con vértigo, y no se resuelve en la tónica hasta el compás veinticinco. Incluso ahí persiste la sensación de mareo ya que en la armonía falta el apoyo fundamental de los contrabajos. El flujo sonoro se ve incendiado por trinos hirientes, salvajes, que rechinan agresivos, parten la línea melódica y crean una sensación de ansiedad todavía mayor. Las dos notas que enfrenta al La bemol con el Re forman el tritono que los viejos teóricos denominaron diabolus in musica. El efecto de catástrofe total, de fin del mundo, es sin duda el más turbulento y salvaje de cuantos inicios de obras musicales conozco. El piano solista entra con el segundo tema y calma la tensión acumulada durante toda la introducción orquestal. Es un motivo lírico, emotivo, que como un himno lejano está inspirado en Clara».
Veinte años después, en 1878, durante sus primeros viajes a Italia, Brahms de cuarenta y cinco años y en plena madurez creativa, comenzó a esbozar un nuevo concierto para piano. Después de la Sinfonía, la forma más importante del Romanticismo musical es el Concierto, y Brahms en su Concierto para piano No. 2, en Si bemol mayor, Op. 83 (1881) logró dos hitos: añadir un cuarto elemento –el segundo movimiento a manera de scherzo– a la forma tripartita, clásica y romántica, del Concierto; por otro lado, consiguió integrar el piano a la orquesta de manera tan cuidada que el crítico Hanslick llamó a la obra una “sinfonía con piano obligado” y hubo quien la etiquetó de “música de cámara en gran escala”. Brahms fusionó en esta obra los principios de la Sinfonía y del Concierto. La parte solista representa la culminación de un largo y fértil aprendizaje de técnica pianística. No en vano este concierto es considerado, por muchos pianistas y melómanos, como una de las piezas de mayor dificultad técnica dentro de la literatura pianística universal.
Axel Juárez