Moncayo / Vaughan-Williams / Sibelius 27/09/19

Axel Juárez | Tlaqná
Tierra de Temporal - José Pablo Moncayo / Concierto para Tuba y Orquesta - Ralph Vaughan-Williams / Sinfonía No. 2 - Jean Sibelius
El compositor tapatío José Pablo Moncayo (1912-1958) conformó, junto a Julián Carrillo (1875-1965), Silvestre Revueltas (1899-1940) y Carlos Chávez (1899-1978), el Grupo de los Cuatro, que se empeñó en reavivar el espíritu nacionalista en la música mexicana, echando mano de melodías tradicionales para el desarrollo de sus propias composiciones. La popularidad del Huapango de Moncayo ha opacado al resto de su producción, no menos genial y elaborada. A principios de los años 1930, Chávez instauró en el Conservatorio Nacional un taller de composición al que Moncayo asistió. A Carlos Chávez no sólo le interesaba la formación musical, por lo que instauró cursos de Literatura –impartidos por Salvador Novo y Carlos Pellicer–, de Historia Universal –impartidos por el historiador de la música Jesús C. Romero– y de Historia de la Cultura Mexicana –impartidas por el propio Chávez–. Moncayo estuvo expuesto a esta rica educación musical y literaria, tal vez por eso años después retomó las letras mexicanas –inspirándose en un cuento de Gregorio López y Fuentes sobre unos campesinos expuestos a la violencia climática– para componer su poema sinfónico Tierra de temporal (1949). La pieza resultó ganadora de un concurso en 1949 para conmemorar el centenario de la muerte de Fréderic Chopin y, cuatro años después, bajo el nombre de Zapata, se estrenó como ballet por un grupo de mexicanos en la ciudad de Bucarest, Rumania. Con la prematura muerte de Moncayo se terminó una importante etapa de la música mexicana de concierto: el nacionalismo mexicano, que para el musicólogo José Antonio Alcaráz «comprende un periodo cuyos límites cronológicos pueden, para efectos de su estudio, ser trazados con cierta precisión en 1928: el año de la fundación de la Orquesta Sinfónica de México, y terminando tres décadas después, en 1958, con la muerte de José Pablo Moncayo». El género musical del concierto se define, en general, como una pieza en la que alternan o dialogan uno o más instrumentos solistas con una orquesta. Como en la vida social, en el mundo musical existen diversos elitismos y clases que se dejan ver, por ejemplo, en la preferencia por ciertos instrumentos; de modo que se han establecido favoritismos entre los compositores, respecto a cuáles de ellos son aptos para fungir como solistas y cuáles no. En la familia de las cuerdas, el violín y el violonchelo han recibido históricamente la mayor parte de la atención, mientras la viola o el contrabajo han permanecido prácticamente en el ostracismo concertístico. En cuanto a los metales, la trompeta ha gozado de buena cantidad de repertorio, mientras que el trombón y la tuba brillan por su ausencia como solistas en las salas de concierto. No obstante, en el siglo XX, algunos compositores de primer orden se dieron a la tarea de equilibrar esta situación. Este es el caso de Ralph Vaughan Williams (1872-1958), considerado uno de los compositores más influyentes del siglo XX y una de las figuras clave del denominado “renacimiento de la vida musical inglesa” –movimiento de creación, interpretación y musicología remontado a finales del XIX–. Compuesto en el ocaso de su vida, a los 81 años, el Concierto para tuba y orquesta en fa menor (1954) representa un hito en el repertorio de este instrumento. La obra estuvo dedicada a la Orquesta Sinfónica de Londres, para la celebración de su quincuagésimo aniversario, estrenada el 13 de junio de 1954 con el tubista Philip Catelinet como solista. Durante los preparativos y ensayos para el concierto, Catelinet visitó frecuentemente a Vaughan Williams en su residencia, sin embargo, inseguro de la recepción del concierto Philip le pidió a su esposa Rosalind no asistir. En un artículo para el TUBA Journal, escribió sobre «la imagen menospreciada invariablemente vinculada a la tuba y a los tubistas» y que «no sabía cómo reaccionaría el público. Si tuviera que sufrir, preferiría sufrir solo». Sin embargo el concierto y el solista fueron un éxito y, al día siguiente, la Sinfónica de Londres y Philip Catelinet grabaron el concierto para la discográfica EMI. En las notas al programa del estreno Vaughan Williams escribió que «en cuanto a la forma, el concierto está más cerca de Bach que de la escuela Vienesa (Mozart y Beethoven)». Por su parte el crítico musical Edward Johnson ha dicho que este concierto muestra «el amor del compositor por las melodías amables, su genuino carácter inglés y, sobre todo, su gran sentido del humor». Jean Sibelius (1865-1957) es sin duda el compositor más importante en la historia de Finlandia. Desde su juventud mostró aptitudes para el violín, y compuso música de cámara para que la interpretara su familia y amigos. Dedicó sus esfuerzos principalmente a la música orquestal: siete sinfonías, un concierto para violín, mucha música incidental y varios poemas sinfónicos basados en episodios tomados del Kalevala, una epopeya finlandesa recopilada a partir de diversas fuentes folclóricas. Para el investigador musical Josep Auner una de las principales paradojas del Modernismo y de la Modernidad es que el folclore, la música popular, sirvió de catalizador de una música que era nueva y que, al mismo tiempo, ofrecía una sensación de autenticidad y arraigo en una tradición nacional, «Los compositores han recurrido a la música tradicional o folclórica a lo largo de toda la historia, pero a comienzos del siglo XX la idea de “lo popular” tomó un nuevo significado y una nueva importancia para aquellos que buscaban respuestas a la creciente multiplicidad de posibilidades y la rápida desestabilización de sus mundos interior y exterior». Siempre es problemático definir la música tradicional, o bien, establecer límites claros entre esta y otras formas de música; muchos intentos de definición implican posturas políticas. Sibelius alcanzó la mayoría de edad en una epoca de fuertes movimientos nacionalistas en Finlandia. Como en otras naciones emergentes en el siglo XIX, la preocupación por contar con una música nacionalista era un tema importante en Finlandia. Esto generó en el país la fundación de importantes instituciones culturales y musicales en la década de 1880. Sin embargo, lo “tradicional” en Sibelius tuvo más que ver con la recepción de sus obras y con sus técnicas compositivas que con las citas o paráfrasis a melodías tradicionales. Cuando en 1892, Sibelius estrenó su poema épico Kullervo, el compositor finlandés Oskar Merikanto (1868-1924) escribió: «Reconocemos estos sonidos como nuestros, aunque no los hayamos oído como tales». Según Josep Auner, parte de la “creación de lo finlandés” en Sibelius se encuentra en el alejamiento del lenguaje musical de compositores modernistas como Schönberg y Stravinsky. La composición de la Sinfonía No. 2 en Re mayor, Op. 43 (1901-2) fue iniciada en 1901 en Italia, a raíz de un viaje propiciado por un amigo cercano a Sibelius, Axel Carpelan, quien poco después del exitoso estreno del poema sinfónico Finlandia le escribió al compositor: «Ha estado en casa de brazos cruzados un buen tiempo, señor Sibelius, es momento de que usted viaje. Pasará el otoño y el invierno en Italia, un país donde uno aprende el cantabile, el equilibrio y la armonía, la plasticidad y la simetría de las líneas, en un país donde todo es hermoso –incluso lo feo–. Acuérdese de lo que Italia significó para el desarrollo de Tchaikovsky y de Richard Strauss». Sibelius terminó la sinfonía al año siguiente en su país natal, poco después escribió: «mi segunda sinfonía es una confesión del alma». Axel Juárez