Chávez / Ginastera / Copland 15/11/19

Axel Juárez | Tlaqná
La sarabanda para cuerdas, de La hija de Cólquide - Carlos Chávez / Concierto para Arpa - Alberto Ginastera / Sinfonía n.° 3 - Aaron Copland

El compositor mexicano Carlos Chávez (1899-1978) comenzó desde niño sus estudios de solfeo y piano, orientados por su hermano Manuel. Educado en el contexto de una familia acomodada y de prestigio político, tuvo acceso a la mejor educación musical en el país en aquella época, entre sus primeros maestros destacaron: Juan B. Fuentes (armonía, 1908-1911), Manuel M. Ponce (piano, 1910-1914) y Pedro Luis Ogazón (piano, 1916-1920). Su faceta de compositor se la debe principalmente a Manuel M. Ponce, sus primeras composiciones tienen influencia directa de su maestro. Aunque tomó clases formales de composición con Ponce, entre 1914 y 1918, continuó su aprendizaje de manera autodidacta. En 1943, ya en su etapa de madurez, compuso La hija de Cólquide, la música del ballet homónimo, encargado por la Elizabeth Sprague Coolidge Foundation de la Librería del Congreso de Washington, D.C. La parte escénica fue montada por la famosa bailarina y coreógrafa estadounidense Martha Graham (1894-1991). El mundo de la Antigua Grecia –Cólquide es una región del Asia Menor, actualmente situada en el extremo oeste de Georgia, y está limitada por el Mar Negro, las montañas del Cáucaso y Armenia– fue el contexto que inspiró a Chávez para componer las nueve partes del ballet: I. Preludio, II. Allegro, III. Lento, IV. Allegro, V. Interludio, VI. Encantamiento, VII. Sarabanda, VIII. Pean, IX. Postludio. El aprecio que el compositor le tuvo a esta música lo llevó a realizar diferentes orquestaciones y arreglos, entre ellos el de la Sarabanda para orquesta de cuerdas (1943), dedicada al musicólogo Carl B. Engel, director de la importante revista The Musical Quarterly y presidente de la editorial musical Schirmer. De ahí que las tres primeras notas del tema de la Sarabanda, do-si-mi, corresponden en la nomenclatura musical inglesa (C-B-E) a las iniciales de Engel.
El compositor argentino Alberto Ginastera (1916-1983) se convirtió en uno de los más importantes creadores de música de concierto de su país, siendo su influencia decisiva para muchos compositores de diversos géneros. Utilizó elementos elementos de la música folclórica en sus primeras obras y posteriormente enriqueció su lenguaje musical con la influencia del serialismo de Arnold Schönberg (1874-1951), la música del húngaro Béla Bartok (1881-1945) y de otros compositores de música contemporánea. Según el compositor español Luis Ponce de León «El propio Ginastera manifestó que su obra podía estructurarse en tres períodos. En primer lugar, el período de “Nacionalismo Objetivo” (1934-47) se caracterizaría por la utilización de elementos del folclore, a la vez que un empleo de las técnicas de composición tonal tradicionales. A esta época pertenecen, por ejemplo, sus Danzas Argentinas para piano, el ballet Estancia y la Pampeana nº 1. En un segundo período, denominado “Nacionalismo Subjetivo” (1947-57), Ginastera tendería a integrar ritmos de danza y elementos del folclore argentino con ideas temáticas originales. Se emplean técnicas más avanzadas, desempeñando las músicas vernáculas un papel menos determinante. La Pampeana nº 3 para orquesta y la Sonata nº 1, Op. 22 para piano pertenecerían a este período. Finalmente, en el período de “Neo-Expresionismo” (1958-83) el compositor combinaría el serialismo con técnicas dodecafónicas y procedimientos de vanguardia. A diferencia de los dos períodos anteriores, donde prima la tonalidad y politonalidad, en este tercer período Ginastera se decanta por la atonalidad». El Concierto para arpa y orquesta op. 25 (1956) se ubicaría, de acuerdo a lo anterior, en su segundo periodo, el “nacionalismo subjetivo”, ya que retoma algunos motivos rítmicos del malambo argentino. El concierto se estrenó varios años después de su composición –retrasada por problemas políticos en Argentina– en 1965 con Nicanor Zabaleta en el arpa y la Orquesta de Filadelfia dirigida por Eugene Ormandy. En las notas al programa del estreno Ginastera escribió: «El arpa, debido a sus propias características intrínsecas, presenta varios problemas muy difíciles de resolver para el compositor moderno. Las características especiales de la técnica del arpa –tan simple como complicada–, la posibilidad de escribir con series de doce notas en únicamente siete cuerdas, la eminente naturaleza diatónica del instrumento, y muchos otros problemas hacen de la escritura para el arpa una tarea más difícil que escribir para piano, violín o clariente. Mi trabajo creativo por lo tanto fue lento y doloroso, ya que deseaba producir, así como en mis conciertos para violín y para piano, un concierto virtuoso, con todo un despliegue virtuoso para el solista y la orquesta, como deben ser en realidad los conciertos. El primer movimiento, marcado como Allegro giusto, está construido con una clase de forma sonata, concentrando más elementos hacia el final de la re-exposición y la coda. El segundo movimiento, Molto moderato, es una forma yuxtapuesta en cuatro secciones A-B-C-A, y el último movimiento, Liberamente capriccioso – Vivace, tiene una forma equivalente a la de una Introducción y Rondó. La introducción es una larga cadenza para arpa sola. El rondó, en el que se puede reconocer algunos elementos rítmicos de la Argentina, es la última parte del movimiento. Tiene cinco secciones siguiendo el esquema A-B-A-C-A».
Aaron Copland (1900-1990) fue un compositor norteamericano con un gran interés en la música americana y en la exploración de sus formas. Nacido en Brooklyn, Nueva York, hijo de inmigrantes judíos lituanos, aprendió a tocar el piano a los trece años. Viajó en su juventud a París a tomar clases, entre 1921 y 1924, con la mítica maestra Nadia Boulanger, convirtiéndose en uno de sus primeros alumnos norteamericanos. Su estilo musical, fue marcado fuertemente por Prokofiev, Stravinsky y Poulenc. Durante su estancia en París, varios jóvenes compositores estaban reelaborando estilos clásicos y explorando géneros como el modernismo y el impresionismo, evitando el antiguo romanticismo alemán de Brahms y Wagner. El mismo Copland fue particularmente influenciado por Igor Stravinsky, quien recién estaba entrando en su fase neoclásica. El Octeto de Stravinsky (1923) impresionó a Copland con sus líneas limpias, texturas cristalinas y estructura concisa. Las dificultades generadas por la Primera Guerra Mundial lo obligaron, como a Stravinsky, a escribir para orquestas más pequeñas. Con su obra Appalachian Spring, dijo que se vio obligado a decir lo que tenía que decir "en los términos más simples posibles”; esta música fue compuesta para el ballet homónimo de Martha Graham, en 1944 –un año después de la música compuesta por Chávez para el anterior ballet de Graham–. Esta música creó una rica sensación de espacio, desconocida hasta ese entones, en la música estadounidense; incluso el compositor y crítico norteamericano Virgil Thomson llamó a Copland el “Presidente de la música americana”. La Sinfonía no. 3 (1944-6) fue su última sinfonía, escrita a finales de la Segunda Guerra Mundial, en Tepoztlán, México. Ha sido llamada la “Gran Sinfonía Americana” y según Copland podría reflejar “el eufórico espíritu del país en aquel tiempo”.

Axel Juárez