Mozart / Mendelssohn 22/11/19

Axel Juárez | Tlaqná
Sinfonía n.° 35 ‘Haffner‘, y Concierto para Oboe en Do mayor - Wolfgang Amadeus Mozart / Sinfonía No. 4 "Italiana" - Félix Mendelssohn
Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) ha sido, con toda probabilidad, el niño genio más famoso de la historia de la música. Rodeado de un ambiente musical desde muy niño, fue el último hijo de un violinista al servicio de la corte en Salzburgo: Leopold Mozart, quien además de buen músico había escrito un afamado método para violín, convirtiéndose en el único maestro de Wolfgang desde los cinco años de edad. El padre, al constatar la facilidad de su hijo para la composición y la ejecución decidió llevarlo –junto a su otra hija virtuosa del teclado: Nannerl– a las cortes y palacios en donde podría obtener fama y beneficios económicos. En aquellos viajes, además de ser escuchado por las élites económicas y culturales, Mozart tuvo la posibilidad de escuchar a muchos de sus contemporáneos, sorprendiendo por su capacidad de imitación y asimilación de diversos estilos. En poco tiempo logró dominar la técnica de la composición musical, destacando en prácticamente todos los géneros y estilos de la época. A los veintiún años, comenzó a escribir el primero de muchos conciertos que le darían gran fama, dedicado a Giuseppe Ferlendis, notable músico italiano proveniente de una familia donde la mayoría de sus miembros eran oboístas. En 1777, Ferlendis era un recién llegado a la Orquesta de Salzburgo, y a las pocas semanas de su ingreso Mozart había comenzado la escritura del Concierto para oboe en Do mayor. Pero fue otro notable músico, el oboísta de la Orquesta de Mannheim Friedrich Ramm, quien convirtió la obra en su “caballo de batalla”, y en pocos meses ya lo había presentado con éxito cinco veces. La partitura original del concierto desapareció pocos años después, pero sobrevivió en el repertorio gracias a que el propio Mozart realizó una transcripción para flauta, de modo que el original Concierto para oboe pasó a conocerse como el Concierto para flauta en Re mayor. La sospecha de que el Concierto para flauta en Re tenía su origen en el concierto para oboe perdido se logró confirmar hasta 1920, cuando el especialista en Mozart –y director de los archivos del Mozarteum de Salzburgo– Bernhard Paumgartner lo encontró en un viejo paquete de piezas orquestales marcado como “Concierto en Do / Oboe principal”, y fue así que el concierto perdido regresó al repertorio en su forma original. Cuatro años después de la composición del concierto, en 1781, Mozart se mudó a Viena, donde inició una nueva etapa llena de nuevas posibilidades musicales y económicas; tardó algún tiempo en adaptarse a la ciudad, sin embargo pudo abrirse paso entre las nuevas dinámicas políticas y musicales, dando clases privadas de piano y conciertos donde habitualmente él era el solista al piano; logró así una independencia artística, prescindiendo del mecenazgo, que hubiera sido imposible en su natal Salzburgo. El encargo de una obra en aquellos primeros años en Viena lo volvió a vincular a su ciudad natal: el rico comerciante Sigmund Haffner recurrió a su amigo Leopold Mozart, el 20 de julio de 1782, solicitándole música de Wolfgang para celebrar la entrega de un título nobiliario a uno de sus hijos, por cierto de la misma edad de Mozart. Abrumado de nuevos proyectos en Viena –lo que menos quería Mozart era escribir por encargo para un burgués de su tierra natal– y aunado a la ira contra su padre por haberse opuesto a su próximo matrimonio, retrasó la entrega del encargo, llegando dos días después de la ceremonia del hijo de Haffner. No obstante, meses después, cuando necesitaba material nuevo para uno de sus conciertos en Viena, Mozart solicitó la partitura a su padre –quien bastante molesto por el desaire a su amigo, tardó tres meses en devolverla– y le realizó algunos cambios, eliminando una marcha y un segundo minueto, además de añadir a la orquestación flautas y clarinetes. Fue así que nació la Sinfonía No. 35 en Re mayor, KV. 385 “Haffner”. La obra se estrenó en Viena el 23 de marzo de 1783. Felix Mendelssohn (1809-1847) fue uno de los compositores alemanes más dotados y prodigiosos de su época, manteniéndose en la cima de la música alemana entre 1830 y 1840 como director de orquesta, pianista, organista y compositor. Su estilo de composición abreva de una variedad de influencias que van desde el complejo contrapunto de Bach hasta el poder dramático de Beethoven. El origen de su Sinfonía No. 4 en La mayor, Op. 90 “Italiana” (1832-3), se encuentra en un viaje a Italia que Mendelssohn realizó entre 1830 y 1831, incitado por su amigo Johann Wolfgang von Goethe –el gran poeta del Romanticismo– y el maestro de composición Carl Friedrich Zelter. Después de visitar a Goethe un par de semanas en Weimar, Mendelssohn continuó por Munich y Pressburg hasta llegar a Italia. Los paseos y experiencias extasiantes que acumuló por Venecia, Florencia, Nápoles, Génova y Milán lo animaron a componer una obra que retratara las hondas impresiones que el arte, los paisajes y la vitalidad de la gente habían calado en él. Un testimonio fiel de esto se encuentra en la carta dirigida a su hermana Fanny, el 22 de febrero de 1830, donde le dice «Una vez más he comenzado a componer con nuevo vigor, y la sinfonía italiana avanza rápidamente; será la pieza más feliz que haya escrito, especialmente el último movimiento». Sin embargo, retrasó la composición algunos meses por otros proyectos en paralelo y por la dolorosa muerte de sus amigos Goethe y Zelter. Fue a finales de 1832, cuando la Sociedad Filarmónica de Londres le ofreció una generosa suma para la composición de una nueva sinfonía, que Mendelssohn retomó la composición y en mayo del año siguiente la estrenó, dirigiéndola él mismo, al frente de la Filarmónica de Londres. Axel Juárez