Zyman / Ravel 24/01/20

Axel Juárez | Tlaqná
Encuentros - Samuel Zyman / Daphnis y Cloé - Maurice Ravel
ENTRE MÉXICO Y FRANCIA ENERO 24 · 25, 2019 Samuel Zyman (1956- ), compositor y pianista mexicano, inició su formación musical en el Conservatorio Nacional de Música del INBA, donde cursó piano con María Teresa Castrillón y teoría con Francisco Savín. Posteriormente estudió en el Taller de Estudios Polifónicos con Humberto Hernández Medrano y en la Escuela de Perfeccionamiento Vida y Movimiento con el director, compositor y arreglista mexicano Eduardo Díazmuñoz. Su formación primera fue en Medicina, en la UNAM, aunque pronto descubrió su pasión por la música y en 1981, poco después de terminar sus estudios, emigró con su esposa –la reconocida bioquímica Nancy Carrasco– a Nueva York, a estudiar en la prestigiosa Juilliard School of Music, donde obtuvo los grados de maestría y doctorado en composición, bajo la tutela de Stanley Wolfe, Roger Sessions y David Diamond. Respecto a las ventajas de haber estudiado en esa institución, el compositor aclara –en una entrevista de 2007 para la revista Letras Libres– por qué Juilliard ha sido semillero de grandes compositores: «Es un poco por el “efecto bola de nieve”. Tiene la reputación. Hay muchísima demanda para ingresar. Los criterios para ser aceptado son tremendamente estrictos. Automáticamente funciona como imán y filtro. Los profesores son de los más reconocidos compositores activos: actualmente son John Corigliano, Robert Beaser, Samuel Adler, Christopher Rouse y Milton Babbitt (realmente una leyenda). Ya que estás en la institución, no necesitas dinero para montar un concierto, imprimir programas o hacer publicidad. Si estudias composición y escribes una obra, la tocan los alumnos de Juilliard. Y se toca en Alice Tully Hall. Viene un crítico de The New York Times. Le enseñas tu música a alguien como Babbitt, y él le habla a James Levine y le dice que la programe con la Orquesta del Metropolitan Opera House. Ésas son las ventajas obvias». Encuentros (1992) fue una pieza encargada para representar a México en el festival musical de la Expo Sevilla 1992. Con los años, se ha convertido en su pieza más representativa, llena de elementos nacionalistas, melodías folclóricas, instrumentaciones que evocan al mariachi y figuras rítmicas presentes en muchas músicas tradicionales mexicanas. Ha compuesto suites para dos de los violonchelistas más afamados mundialmente: Carlos Prieto y Yo-Yo Ma. El compositor francés Maurice Ravel (1875-1937) estudió en el Conservatorio de París, principalmente con Gabriel Fauré. Fue un espléndido melodista, con un gusto refinado para la armonía y el color instrumental, y exigente artesano sonoro, minucioso y obsesivo. Provenía de una familia cultivada –padre suizo y madre vasca– que fomentó su curiosidad musical, y aún más, que le legó idiosincrasias y modelos de dos mundos distintos. Según el crítico musical Alex Ross, en su libro El ruido eterno (2009), Ravel era «considerado habitualmente el más puramente francés de los compositores, Ravel era en realidad una suerte de híbrido cultural, en parte vasco y en parte suizo. Aunque lo llevaron a París cuando tenía cuatro meses, sus orígenes vascos tuvieron una gran influencia en su imaginación y la conexión se mantuvo en las canciones que le cantaba su madre. Manuel de Falla pensaba que las obras de tema español de Ravel mostraban “el hispanismo sutilmente auténtico de nuestro músico”, que es una buena descripción general de la música del compositor en su conjunto. El padre de Ravel era un ingeniero suizo que, sin que haya sido debidamente reconocido por ello, fue uno de los pioneros del automóvil; el prototipo Ravel de un coche con motor de gas pereció durante el bombardeo alemán de París en la Guerra Franco-Prusiana. En cierto sentido, la música de Ravel se sitúa a medio camino entre los mundos de sus padres: los recuerdos de un pasado folclórico de su madre, los sueños de un futuro mecanizado de su padre». Su estancia en el Conservatorio fue intermitente, entre los catorce y los dieciséis años entraba y salía de este, hasta que en 1905 lo abandonó. Su verdadera formación e influencias estéticas las encontró en referentes musicales como Claude Debussy y Erik Satie, además del importante grupo contestatario de músicos, escritores y artistas franceses al que perteneció, llamado “Sociedad de los Apaches”, que entre sus miembros tuvo a Édouard Bénédictus, pintor, compositor y científico; Michel-Dimitri Calvocoressi, escritor y crítico musical; Maurice Delage, compositor; Manuel de Falla, compositor; Léon-Paul Fargue, poeta; Lucien Garban, editor musical y arreglista; Désiré-Émile Inghelbrecht, compositor y director de orquesta; Tristan Klingsor, poeta, pintor y teórico del arte; Florent Schmitt, compositor; Paul Sordes, pintor; Igor Stravinsky, compositor y pianista; Ricardo Viñes, pianista; Émile Vuillermoz, escritor y crítico musical. Dafnis y Cloee (1909-1912) fue concebido originalmente como un ballet, específicamente para la importante compañía del empresario ruso Serguéi Diáguilev: los Ballets Rusos. Esta compañía había llegado a París en 1909, y el encargo de la partitura a Ravel era un síntoma de que el compositor había llegado a la cúspide de la vida cultural de su ciudad, la misma que se enorgullecía de ser la cumbre de la cultura. La propuesta de realizar un ballet basado en el mito de Dafnis y Cloe vino de Michel Fokine, coreógrafo de Diáguilev y sus Ballets Rusos. Desde principios de 1909 trabajó junto con Ravel para tratar de encontrar un escenario adecuado. En junio de ese año Ravel le escribió a un amigo: «Debo contarte que acabo de pasar una semana de locos, preparando un ballet para la próxima temporada de los Ballets Rusos. Casi todas las noches trabajo hasta las tres de la mañana. Lo que complica las cosas es que Fokine no habla ni una palabra de francés y en ruso yo sólo sé maldecir. A pesar de los intérpretes ya te puedes imaginar el sabor de esas reuniones». La puesta en escena se retrasó mucho más de lo esperado, al punto de que Diáguilev estuvo tentado a cancelar todo. Finalmente el ballet se estrenó, dos años después de lo planeado, en el Théâtre du Châtelet, con el mítico bailarín Vaslav Nijinsky en el papel de Dafnis y Tamara Karsavina como Cloe. El estreno dejó al público dividido, el ritmo atípico de algunos movimientos de la obra confundió a los bailarines, la coreografía modernista de Fokine no encajó con la representación social del público sobre la Antigüedad griega. Sin embargo, con el tiempo, la música de este ballet se convirtió en un clásico raveliano. Alguna sensibilidad contestataria y de avanzada –como buen Apache– tenía Ravel para el ballet… como recuerda Jan Swafford en su libro Por amor a la música (2017) «Ravel era también un hombre muy generoso, siempre abierto a lo nuevo. Entre los Apaches, durante un tiempo, estuvo el joven Igor Stravinsky. Cuando el estreno de su Consagración de la primavera provocó un tumulto en la sala de conciertos que sería legendario, entre los puñetazos y los gritos sobresalían los de Ravel, diciendo: «¡Genio! ¡Genio!». Stravinsky decía que Ravel fue el único que comprendió la Consagración desde el principio». Axel Juárez