Revueltas / Copland / Ives / Bernstein 24/02/20

Axel Juárez | Tlaqná
Sensemayá - Silvestre Revueltas / Concierto para Clarinete - Aaron Copland / The Unanswered Question - Charles Edward Ives / West Side Story, suite - Leonard Bernstein
WEST SIDE STORY FEBRERO 21, 2020 Silvestre Revueltas (1899-1940) nació en Santiago Papasquiaro, Durango, el primero de doce hijos de un comerciante que acostumbró a su familia a numerosos viajes. Su formación musical comenzó a los ocho años de edad aprendiendo el violín; a los trece años tocó por primera vez en público en Guadalajara, donde siguió perfeccionando su instrumento y estudiando armonía con Félix Peredo. Al año siguiente se mudó a la Ciudad de México, donde ingresó al Conservatorio Nacional de Música. Posteriormente, continuó su formación en el Saint Edward’s College de San Antonio, Texas, y en el Chicago Musical College. Las experiencias personales y musicales que adquirió en sus giras como violinista, en México, España y los EUA, nutrieron su música, basada frecuentemente en motivos y melodías folclóricas y revestida de brillantes orquestaciones y poderosos impulsos rítmicos. En 1938, compuso dos obras fundamentales, en las que se puede apreciar su vigoroso lenguaje orquestal: Redes y Sensemayá. Esta última basada en la evocación rítmica del poema Sensemayá. Canto para matar a una culebra, del gran poeta cubano Nicolás Guillén (1902-1989). Revueltas, inspirado por el relieve rítmico del poema, que inicia «¡Mayombe–bombe–mayombé! / ¡Mayombe–bombe–mayombé! / ¡Mayombe–bombe–mayombé!», compuso un breve poema sinfónico en el que siembra esta semilla rítmica de la poética africana, cultivándolo con una extraordinaria orquestación y la aplicación musical, en su composición, de la proporción áurea o número de oro (1.618034). Aaron Copland (1900-1990) fue un compositor estadounidense, con gran interés en la música americana y en la exploración de sus formas. Nacido en Brooklyn, Nueva York, hijo de inmigrantes judíos lituanos, aprendió a tocar el piano a los trece años. En su juventud viajó a París, entre 1921 y 1924, para tomar clases particulares con la mítica maestra Nadia Boulanger (1887-1979), de quien se ha dicho que fue la pedagoga musical más importante que haya existido jamás; maestra de muchos de los más grandes compositores del siglo XX, desde un Philip Glass y Quincy Jones a un Astor Piazzolla y Leonard Bernstein, pasando por gente como Copland, quien además fue uno de sus primeros alumnos estadounidenses. Copland desarrolló un estilo musical marcado fuertemente por Prokofiev, Stravinsky y Poulenc. Durante su estancia en París conoció a varios jóvenes compositores que se encontraban reelaborando estilos clásicos, explorando tendencias como el modernismo y el impresionismo, y buscando deshacerse de la pesada sombra de Brahms y Wagner. El propio Copland fue particularmente influenciado por Igor Stravinsky, cuyas ideas musicales llegarían a inspirar a músicos como Charlie Parker. El influjo creciente del jazz no dejó indiferentes a compositores de la talla de Copland, quien a finales de los años cuarenta compuso su Concierto para clarinete (1947-8), dedicado al “rey del swing”, el clarinetista y director de bandas de jazz, Benny Goodman (1909-1986). En palabras de Copland «El primer movimiento del Concierto para Clarinete es una canción lánguida compuesta en tiempo de 3/4, bastante excepcional para mí, pero el tema parecía así pedirlo. El segundo movimiento, una forma libre de rondó, es un contraste en absoluto de estilo, severo, y de sabor jazzístico. Los movimientos son conectados por una cadencia, que le da al solista la oportunidad de demostrar sus virtudes, mientras introduce al mismo tiempo los fragmentos del material melódico que serán oídos en el segundo movimiento. La cadencia está escrita bastante cerca de lo que quise, pero es libre dentro de lo razonable, a fin de cuentas, ésta y el movimiento siguiente están en idioma de jazz. No es ad libitum (al gusto del intérprete) como en cadencias de muchos conciertos tradicionales, yo siempre sentí que había suficiente espacio para la interpretación aún cuando todo fuera escrito. Parte del material del segundo movimiento representa una fusión inconsciente de elementos obviamente relacionados con la música popular de Estados Unidos y Sudamérica: ritmos de charleston, boogie-woogie y aires brasileños populares. La instrumentación es el clarinete, cuerdas, arpa y piano; no conté con gran variedad de percusión para lograr los efectos del jazz, así que utilicé slap basses (una técnica percusiva usada en los contrabajos) y ciertos sonidos del arpa para simularlos. El Concierto para clarinete termina con una coda bastante elaborada, en do mayor, que concluye con un glissando o “smear” en la jerga jazzística». Si la amistad, el amor, la pasión y el aprendizaje entre dos generaciones de músicos tuviera un nombre, ése sería el de la dupla Aaron Copland – Leonard Bernstein (1918-1990). Maestro y alumno. Buena parte inicial de la meteórica carrera de Bernstein fue impulsada por Copland, el influjo y la admiración mutua configuraron una de las amistades musicales más intensas del siglo XX. En 1940, Bernstein le escribió a Copland: «Nunca antes había sentido por alguien lo que siento por ti, completamente a gusto y siempre relajado en tu compañía. Esta no es una carta de amor, pero estoy bastante loco por ti». El 26 de septiembre de 1957 se estrenó en Broadway uno de los musicales más laureados de la historia: West Side Story, con libreto de Arthur Laurents, letras de Stephen Sondheim y música de Leonard Bernstein. Las fantásticas composiciones de Lenny (Bernstein) fueron el marco perfecto para una de las versiones más interesantes de Romeo y Julieta, trasladando el conflicto de Verona al Upper West Side neoyorkino y trocando Montescos y Capuletos por gringos y puertorriqueños. El éxito fue tal, que tres años después se estrenó una exitosa adaptación cinematográfica y una adaptación orquestal de algunas de las canciones, a cargo de Sid Ramin e Irwin Kostal quienes, basados en la orquestación original y detalladas instrucciones de Bernstein, articularon la apoteótica colección Danzas Sinfónicas de West Side Story (1960). Como director de orquesta y divulgador musical, Bernstein se encargó de dar a conocer y reivindicar mundialmente la obra de compositores estadounidenses, entre ellos Aaron Copland, por supuesto. Otro de sus dilectos era Charles Ives (1874-1954), cuyo estilo original y modernista plasmó en la misteriosa The Unanswered Question (1930-5). La pregunta sin respuesta (por su traducción al español) describe una especie de paisaje cósmico, o bien, una contemplación de un asunto serio, como el mismo autor la llegó a llamar. Bernstein expresó en 1967 su lectura de la obra: «Ives asigna la “pregunta” a un solo de trompeta que la entona seis veces por separado. Y cada vez que la da, llega una respuesta o una tentativa de respuesta, por parte de un grupo de maderas. La primera respuesta es muy indefinida y lenta; la segunda un poco más rápida, la tercera aún más rápida, y para el momento en que se da la sexta es tan rápida, que parece un salvaje farfullar. Las maderas —que se dice que representan nuestras respuestas humanas— crecen en intensidad, cada vez más impacientes y desesperadas, hasta perder todo su significado. Y durante todo este tiempo, desde el mismo inicio ciertamente, las cuerdas han estado tocando su propia música por separado, infinitamente suave, lenta y sostenida, sin jamás cambiar, sin nunca intensificarse para ser más fuerte o más rápida, sin nunca verse afectada de ningún modo por esa extraña pregunta ni por el diálogo entre la trompeta y las maderas». Axel Juárez