Tosca de Puccini 13/03/20

Axel Juárez | Tlaqná
Tosca - Giacomo Puccini

TOSCA
MARZO 13 • 14, 2020

Existen numerosos y afortunados ejemplos donde la literatura, de una u otra manera, influye en la música, uno de estos casos nació a finales del siglo XIX cuando el realismo y el naturalismo literarios encauzaron a la música italiana hacia una manera de representar el mundo de forma realista, sin ilusiones ni idealizaciones. A este movimiento, primero literario y después musical, se le llamó verismo, realismo en italiano. El 17 de mayo de 1890, en el Teatro Costanzi de Roma, se estrenó la ópera Cavalleria rusticana, con música de Pietro Mascagni y libreto de Giovanni Targioni-Tozzetti y Guido Menasci, los cuales se basaron en un relato del novelista siciliano Giovanni Verga (1880). Esta historia y puesta en escena dio lugar a un nuevo tipo de ópera, afincada en el verismo, alejada de los temas históricos, romantizados o legendarios y abrazando realidades políticas, económicas y sociales de la época, abarcando hechos terrenales, a veces sencillos a ratos sórdidos, poblados de personas comunes que habitan entornos contemporáneos. Por aquella época Giacomo Puccini (1858-1924) –quien había compartido departamento con Pietro Mascagni– cumplía seis años de compositor de óperas tradicionales, una trayectoria que comenzó con Le villi (1884) y terminó con Edgar (1889), ambas basadas en leyendas y mundos fantásticos. Sin embargo, Puccini terminó por apropiarse del nuevo estilo del verismo tomando sus elementos apasionados, desgarradores y crueles y revistiéndolos con una música atrevida que alcanzó su cenit con la ópera en tres actos Tosca (1900). Puccini logró cristalizar en sus óperas veristas un intenso sentimiento, una delicadeza y flexibilidad técnica que sobresalía entre sus contemporáneos. Sus intereses musicales lo llevaron a explorar desarrollos sonoros más allá de las fronteras italianas, incorporando a sus partituras armonías, ritmos y efectos orquestales provenientes de Debussy, Strauss, Stravinsky e incluso Schoenberg, esto combinado con sus propias iniciativas modernistas lo convirtieron en el referente musical de la Giovane Scuola, el importante grupo formado en 1890 de compositores italianos de ópera, entre quienes figuraban: Giacomo Puccini, Pietro Mascagni, Ruggero Leoncavallo, Umberto Giordano, Francesco Cilea, Alfredo Catalani y Alberto Franchetti. Puccini provenía de un largo linaje de músicos de iglesia en la ciudad toscana de Lucca, su padre Michele organista y director coral de la Catedral de San Martino, director del Instituto Paci y prolífico compositor murió en 1864 dejando en condiciones precarias a la familia, su viuda Albina decidió que su hijo Giacomo debía continuar la tradición musical familiar. Durante su época de estudiante ya tenía como meta ser compositor de ópera pero asistir a una representación de Aida de Verdi, en 1876, lo convenció de consagrar su vida al género.
Tosca pertenece al llamado “tríptico verista” de Puccini, compuesto por La Bohème (1896), Tosca (1900) y Madama Butterfly (1904), donde trabajó de la mano de dos grandes libretistas del momento: Giuseppe Giacosa y Luigi Illica. La historia está inspirada en la obra teatral La Tosca (1887) del escritor francés Victorien Sardou, cuya representación en Florencia en 1895 dejó profundamente impresionado a Puccini por lo que éste solicitó a su editor Ricordi que asegurara los derechos de la obra para una posterior adaptación. Puccini no era fácil de satisfacer en cuanto a libretos y personajes, como él mismo expresaba: «Si el libreto no me toca el corazón, si no me hace reír y no me hace llorar, si no me exalta y me sacude, no hay nada que hacer. No es cosa para mí. Resultaría una falsedad, una desarmonía». Cautivado por la obra de Sardou, el propio Puccini se involucró en la adaptación –incluso escribió la letra de la última aria del tenor–, sabiendo muy bien lo que quería de los personajes, en una carta a su libretista Giuseppe Giacosa se desvela la clave que articula toda la ópera: «… y esta vez nuestros héroes no serán blandos de corazón como Rodolfo o Mimí, sino decididos y valerosos. En una palabra, aquí necesitamos otro estilo. Con La Bohème queríamos conseguir lágrimas; con Tosca queremos exacerbar el espíritu justiciero del hombre y fatigar sus nervios. Hasta ahora hemos sido tiernos; ahora vamos a ser crueles». Tosca, la quinta ópera compuesta por Puccini, se estrenó en el Teatro Costanzi de Roma el 14 de enero de 1900. Corrían tiempos de inestabilidad e incertidumbre en la política italiana y aunque en su estreno el vestuario evocara una época de cien años antes, la ópera presentó situaciones y personajes contemporáneos a aquél público que vió nacer el siglo XX, y que años después cobrarían aún más sentido, como la figura de Scarpia, el sádico jefe de policía, que parece prefigurar a los líderes de crueles regímenes dictatoriales, como los de la Italia fascista. Este verismo o naturalismo operístico que abreva de la literatura francesa del XIX significó una ruptura dentro de la concepción tradicional de la ópera, aquella que la divide en dos subgéneros: la ópera seria y la ópera cómica; en la primera se utilizaban personajes mitológicos o aristocráticos de la antigüedad, y la segunda retrataba personajes de clases bajas generalmente más listos que los personajes acaudalados. Sin embargo, las óperas del verismo buscaban retratar la realidad, especialmente la de los círculos pobres de las ciudades, explorando aspectos sociales que antes eran ignorados. Pero Tosca no es una historia de pobreza o padecimiento social, la mayoría de sus personajes pertenecen a la nobleza, no obstante, gran parte del verismo de Puccini se encuentra en la manera de utilizar los sonidos para añadir realismo a la ópera: campanas, disparos, gritos y el inteligente recurso del leitmotiv dota a la ópera de un simbolismo y realismo nunca antes visto hasta entonces. Al igual que los naturalistas literarios de los que abrevó el verismo, Puccini estudiaba con sumo cuidado los contextos históricos de sus argumentos. Tosca inicia en la iglesia romana de Sant’Andrea della Valle, en 1800, durante la ocupación napoleónica; Puccini insistió en que el vestuario fuese una copia idéntica al que usaban en aquella época los miembros del coro y el clero de esa iglesia. Al comienzo del tercer acto, ambientado en la prisión romana del Castillo Sant’Angelo, se recrean los toques y notas de las campanas matinales de las iglesias del vecindario, incluyendo el mi grave de la basílica de San Pedro. Gustav Mahler que vió la ópera en 1903, le escribió una carta a su esposa donde, en un tono irónico, describía la obra: «Ayer fui a ver Tosca, la ópera de Puccini... ¡Qué obra! En el primer acto, hay una procesión religiosa acompañada por el incesante sonar de las campanas... En el segundo acto, torturan a un hombre (¡los gritos son horribles!) y apuñalan a otro con un afilado cuchillo de pan. En el tercer acto, observamos Roma desde una terraza de la ciudadela —una vista acompañada de más campanadas— y, luego, un hombre es ejecutado por un pelotón de fusilamiento». Ironías aparte, Mahler percibió muy bien el uso de esos sonidos “naturales” en la ópera. Puccini se había esforzado bastante para lograr estos efectos realistas, muestra de ello es el Te Deum que un coro de niños canta en el primer acto y para el que Puccini indagó detalles con un sacerdote, o investigar en el Vaticano el tono exacto de las campanas de San Pedro, o el viaje que realizó a Roma específicamente para comprobar cómo se escuchaban las campanadas desde la terraza del Castillo Sant’Angelo, o bien, la canción que canta un joven pastor en el tercer acto escrita no en italiano convencional sino en el dialecto romano que un joven pastor de la época habría utilizado.
El tema de Tosca, sus personajes, su contexto histórico y sus simbolismos permitieron a Puccini desplegar su habilidad compositiva y sus innovaciones técnicas: como el genial desarrollo del leitmotiv de Scarpia, pivote de toda la ópera; la música al servicio del drama, la utilización de disonancias, llevar al límite en varias ocasiones las dinámicas, la orquestación y la voz, todo ello desemboca en una fuerte tensión expresiva, dolorosa. La combinación de la sensibilidad naturalista de Victorien Sardou con los modos expresivos modernos y veristas en la música –admirados por Arnold Schoenberg y Alban Berg– logró que Puccini marcara, musicalmente, el inicio del siglo XX.

Axel Juárez

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