Sinfonía 7 de Beethoven 20/11/21
LA SÉPTIMA DE BEETHOVEN
EN SOL MAYOR PARA 9 INSTRUMENTOS
NOVIEMBRE 20, 2020
Ludwig van Beethoven (1770-1827) fue hijo de un músico de la corte del Electorado de Colonia. Nació en Bonn y se mudó a Viena en 1792 para estudiar una breve temporada con Haydn y Antonio Salieri. Fue un pianista prodigioso, talento que le permitió hacerse un nombre como virtuoso y ganarse el afecto de miembros de la nobleza, quienes le ayudaron a establecerse como compositor. Prácticamente en todos los géneros que exploró se convirtió en un innovador, siempre sorprendiendo al público. Después de la muerte de Haydn en 1809, Beethoven se convirtió en el compositor más importante de su época. Cuando aún no había cumplido treinta años, en lo que pareciera una cruel jugada del destino, comenzó a perder el oído, y hacia 1818 estaba casi completamente sordo. Sin embargo, después de ese año y hasta la fecha de su muerte, Beethoven escribió algunas de sus obras más originales y radicales. El caso de Beethoven cobra especial importancia para la historia de la música de concierto por haber asimilado y extendido la tradición clásica vienesa, representada por Mozart y Haydn. Hay dos aspectos clave a tomar en cuenta para entender su música: el primero -interno- es su gradual sordera, así como una cierta incapacidad para entablar buenas relaciones personales, lo que devino en un estilo musical individualista que, combinado con la tradición Mozart-Haydn y su exploración sonora, llegó a altos niveles de expresión personal, posicionándose como la figura musical dominante del siglo XIX. La influencia decisiva de Beethoven en los compositores posteriores es apabullante, además de representar el puente al periodo Romántico. El segundo aspecto -externo- es el contexto social en que vivió, rodeado de un ethos propio del siglo XIX, en el que la Revolución Francesa marcaba pautas de libertades varias, ideario con el que Beethoven simpatizaba. Es en este contexto donde los músicos dejan de depender de la aristocracia o de la iglesia, para depender ahora de un público que pagará para escuchar o comprar sus obras. El espacio natural de la producción musical dejará de ser la iglesia o la corte, apareciendo así las salas de concierto.
Cuando Beethoven migró de Bonn a Viena, la capital europea de la música, ascendió rápidamente a la fama por su virtuosismo en el piano, especialmente por sus ricas e imaginativas improvisaciones. La improvisación fue su principal encanto entre un público ávido de novedades y fuegos artificiales sonoros. Sin embargo, en el terreno de la composición, Beethoven destacaba por su incansable paciencia y un perfeccionismo inaudito. Fue un artesano profundamente consciente de su trabajo, que desarrolló un fino sentido de la narración musical, expresiva y dramática, utilizando magistralmente los motivos temáticos de cada pieza. Entendía sus composiciones como una especie de colección de ideas donde, como él mismo expresó, «tengo siempre la costumbre de no perder de vista el conjunto». La tradición musical en Beethoven fue fundamental para desarrollar su arte. No fue el tipo de genio revolucionario que buscaba destruir el pasado para edificar algo completamente nuevo. Todo lo que hacía estaba fundado en los modelos que le precedieron, especialmente en sus ídolos: Mozart, Haydn, Händel y J.S. Bach.
En el verano de 1811, Beethoven visitó el balneario de Teplitz en Bohemia, para intentar recuperarse de uno de sus episodios de mala salud. A su regreso a Viena, sintiéndose renovado, comenzó a trabajar en su Séptima Sinfonía, completándola en la primavera de 1812, cuatro años después de haber concluido la Sexta. La Sinfonía No. 7 en La mayor, Op. 92 (1812) se estrenó el 8 de diciembre de 1813 en la Universitätsaal de Viena, dirigida por el propio Beethoven. Se trataba de un concierto a beneficio de los soldados austríacos y bávaros heridos en la batalla de Hanau (Alemania), acontecida el 30 y 31 de octubre de ese mismo año entre el ejército austro-bávaro comandado por Karl Philipp von Wrede y el ejército francés –en retirada– de Napoleón, durante la llamada Guerra de la Sexta Coalición. Wrede intentó bloquear la línea de huida de Napoleón en Hanau, sin embargo el francés logró llegar antes a la ciudad y tomarla bajo su control al cabo de una cruenta batalla. Esto permitió al ejército de Napoleón replegarse hacia territorio francés, luego de haber sufrido una dura derrota en Leipzig –considerada como la batalla más importante perdida por Napoleón Bonaparte– un par de semanas antes.
1812 fue el año que marcó un declive en las conquistas napoleónicas, y Beethoven seguramente se alegraba de ello, desencantado ya del personaje que tanto había aplaudido años atrás. Beethoven admiraba profundamente los ideales de la Revolución francesa y su incipiente encarnación en la figura de Napoleón, tanto que le dedicó su Tercera Sinfonía, que originalmente había titulado “Bonaparte”. Sin embargo, cuando Napoleón se erigió como emperador en 1804, Beethoven se disgustó tanto que tachó el título original, renombrándola como “Eroica”. Un par de años después, en la partitura publicada, aparecía el título: «Sinfonia eroica, composta per festeggiare il sovvenire d'un grand'uomo» («Sinfonía heroica, compuesta para festejar el recuerdo de un gran hombre»). No deja de ser simbólicamente importante que el exitoso estreno de su Séptima se diera en el marco de un concierto que, de alguna manera, aplaudía una derrota napoleónica.
En aquella premier se estrenó, además de la Séptima, otra obra de Beethoven: la Victoria de Wellington (o también La Batalla de Vitoria), Op. 91. El concierto fue especial, además, por la “insólita congregación de admirables artistas” que atrajo. En las filas de la orquesta se encontraban Ignaz Schuppanzigh, amigo de Beethoven –cuyo cuarteto de cuerdas presentó todos los cuartetos maduros del compositor– y el guitarrista Mauro Giuliani, quien tocó el violoncello. Además, los compositores Giacomo Meyerbeer, Johann Nepomuk Hummel, Ignaz Moscheles y Ludwig Spohr colaboraron como percusionistas en la Victoria de Wellington junto con Antonio Salieri, quien se desempeñó como director secundario. Después del estreno de la Séptima Sinfonía, Beethoven escribió una carta para ser impresa en el diario vienés Wiener Zeitung, aunque al parecer nunca la envió para su publicación. Comenzaba: «Creo que es mi deber agradecer a todos los participantes de honor en el concierto ofrecido el 8 y 12 de diciembre, en beneficio de los soldados austriacos y bávaros enfermos y heridos que lucharon en la batalla de Hanau, por su empeño demostrado a favor de un fin tan noble. Se trató de una insólita congregación de admirables artistas en la que cada individuo se inspiraba en el único pensamiento de aportar algo con su arte en beneficio de la patria, y que sin tener en cuenta su rango cooperaron, desde lugares subordinados, en la excelente ejecución del conjunto».
Aunque Beethoven rechazó cualquier lectura programática de su Séptima Sinfonía, el día del estreno el público probablemente la interpretó como una representación musical de la reciente victoria contra Napoleón y la alegría del pueblo por haber recobrado la libertad y la paz. Hubo ovaciones incluso antes de que terminara la obra. Anton Schindler, secretario personal de Beethoven, relató: «las explosiones de júbilo durante la interpretación excedieron cualquier cosa que haya visto antes en una sala de conciertos». El segundo movimiento, Alegretto, con una rítmica que sugiere una marcha fúnebre, cautivó al público, que seguramente interpretó aquella música sublime como un lamento por los soldados caídos en las batallas. Durante el estreno, este Allegretto gustó tanto al público que tuvo que repetirse varias veces y se ha convertido, sin duda, en uno de los más populares de la producción beethoveniana. Baste recordar cómo este movimiento se ha utilizado en diversas bandas sonoras cinematográficas 1 , trascendiendo hasta los terrenos de la cultura popular.
1 Para más información al respecto, visitar el sitio: https://youtu.be/xbkEw1J0q4w
Axel Juárez