Quintetos de Mozart 04/11/21

Axel Juárez | Tlaqná
Wolfgang Amadeus Mozart: Quinteto para clarinete, K. 581 / Quinteto para corno, K. 407

Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) nació en Salzburgo, Austria y falleció en Viena, ciudad donde vivió sus últimos diez años y donde compuso la mayoría de sus obras más importantes. Desde su infancia estuvo rodeado de un ambiente musical muy fértil; fue el último hijo de un violinista al servicio de la corte en Salzburgo, Leopold Mozart, quien además de buen músico había escrito un afamado método para violín, convirtiéndose en el único maestro de Wolfgang desde los cinco años de edad. El padre, al constatar la facilidad de su hijo para la composición y la ejecución decidió llevarlo –junto a su otra hija virtuosa del teclado: Nannerl– a las cortes y palacios en donde podría obtener fama y beneficios económicos. En aquellos desgastantes viajes, además de ser escuchado por las élites económicas y culturales, Mozart pudo escuchar la música de sus contemporáneos, sorprendiendo por su capacidad de imitación y asimilación de diversos estilos. En muy poco tiempo logró dominar las técnicas de la composición. El arte musical de Mozart es una síntesis de muchos elementos diferentes, fusionados sobre todo en los años que pasó en Viena. Su música madura, caracterizada por una exquisitez melódica, elegancia en sus formas, riqueza de armonía y texturas, estuvo marcada por la ópera italiana y arraigada en algunas tradiciones instrumentales de Austria y el sur de Alemania. A diferencia de otros grandes maestros, como Haydn (mayor por 24 años) y Beethoven (menor por 15 años), Mozart destacó en todas las corrientes musicales y estilos populares de su tiempo, por lo que se le considera el compositor más universal de la historia de la música occidental.

 

La corta y agitada vida de Mozart bien podría servir de modelo para entender profundos cambios musicales y sociales en la Europa del siglo XVIII. Es a mediados de ese siglo cuando la música, más que otras artes, «vivió una brusca escisión entre la teoría y la práctica. Para Johann Sebastian Bach, por referir a un maestro que murió en el meridiano de aquel siglo, la teoría y el hecho artístico eran algo indisociable, se alimentaban mutuamente; pero el eclipse barroco trajo consigo un nuevo modo de entender la música que vino a plantear la relación entre el arte y el artista 1». Esta conflictiva situación sociomusical exigía de los compositores hacer más creíble su música, adecuándola a las ideas racionalistas en boga, asentadas en la Ilustración. A partir de Mozart se puede ir rastreando una ruptura sociomusical respecto a los compositores de siglos anteriores. Esta escisión tiene que ver con el mundo de las emociones y los afectos. Independientemente de la importancia musical, la vida de Mozart nos da pistas para entender transformaciones sociales y estéticas. El holandés John Neubauer (1933-2015), quien fuera un estudioso de la literatura comparada con intereses en la música, indagó acuciosamente en ese cambio de lo que la música representaba antes y después de la época de Mozart: «el paso de este tipo de representación musical del XVII y principios del XVIII a lo que se dio en llamar la expresión musical de finales del XVIII […] se trató de un movimiento hacia una mayor verosimilitud en la representación, pues ahora se les exigía a los compositores que realizaran un retrato cuidadoso de emociones finamente matizadas, individualizadas y personales, y no de las pasiones normales 2». Las décadas finales del siglo XVIII fueron decisivas para la historia de la música occidental, las formas musicales sufrieron cambios extraordinarios, el estatus de celebridad de los compositores difuminaban la distancia entre compositor y obra, y sobre todo la música comenzó a adoptar una forma narrativa, incluso para la música "pura", sin texto cantado. La sinfonía fue uno de los terrenos más fértiles para esta transformación, el historiador de la música Ted Gioia y el teórico Charles Rosen coinciden en que «la sinfonía se vio obligada a convertirse en una representación dramática y como consecuencia adquirió no solo algo parecido a una trama, con un clímax y un desenlace, sino también una unidad de tono, carácter y acción que con anterioridad solo había alcanzado de manera parcial 3». Gradualmente, todas las formas basadas en la forma sonata terminarían por adaptarse a esta importante transformación.

 

A finales del siglo XVIII, los compositores dependían fundamentalmente de dos vías para progresar en su carrera: las instituciones religiosas y el mecenazgo privado. A veces el límite entre estas era borroso, a veces un funcionario eclesiástico era un noble acaudalado, como fue el caso de Hieronymus von Colloredo, que ostentaba el título de príncipe arzobispo de Salzburgo 4. Fue en 1781 cuando Colloredo –quien también había sido el patrón de Leopold, padre de Mozart– despidió bruscamente a Wolfgang Amadeus por un viaje que éste realizó “en comisión de servicios”. A partir de ese momento, Mozart se mudó a Viena donde comenzó su vida de músico independiente. El humor, la altivez y la arrogancia que Mozart pudo mostrar –a diferencia de sus antecesores– en muchas ocasiones eran posibles gracias que «en los últimos años del siglo XVIII, las posibilidades de trabajar por cuenta propia aumentaron considerablemente para los músicos 5». Aunque tardó algún tiempo en adaptarse a la ciudad, Mozart pudo abrirse paso entre las nuevas dinámicas políticas y musicales, dando clases privadas de piano y conciertos donde habitualmente él era el solista, organizando conciertos privados y cobrando algún dinero sobre la publicación de sus obras, logrando así una independencia artística, prescindiendo del mecenazgo, que hubiera sido imposible en su natal Salzburgo. En 1781, cuando Mozart se mudó a Viena, inició su última década llena de nuevas posibilidades musicales y económicas. El campo musical y sus dinámicas cambiaban rápidamente. Haydn y Mozart representaron un par de ejemplos de compositores que comenzaban a librarse de los contratos leoninos de sus patrones. La economía política de la música –por usar una expresión de Jacques Attali– estaba determinando la forma de vivir y trabajar de los músicos; la música comenzaba a configurar un «nuevo código de poder, el del consumidor solvente, la burguesía 6»

 

Mozart conoció al clarinetista vienés Anton Stadler en 1782 y un par de años después ambos pertenecían a la misma logia masónica. Su amistad influyó en las futuras composiciones que Mozart dedicaría al instrumento, no sólo en los conceptos masónicos de La flauta mágica, también en los amplios solos de clarinete y clarinete bajo de La clemenza di Tito, y en las indiscutibles obras maestras tardías que dedicó al clarinete: el Concierto K. 622 y el Quinteto para clarinete, en La mayor, K. 581 (1789), también llamado Quinteto Stadler. En aquella época, el clarinete era un instrumento relativamente nuevo en la música sinfónica y Mozart escribió tanto su Concierto como su Quinteto para el instrumento conocido como corno di bassetto. Es así que las interpretaciones originales de estas obras se hicieron en un instrumento algo diferente al que reconocemos hoy en día. Fue en la publicación de partituras a principios del siglo XIX donde se establecieron las partes actuales del clarinete moderno. El corno di bassetto es el:

 

«Nombre italiano del Bassetthorn alemán, creado en Passau en torno a 1768 o 1769 por los hermanos Anton y Michael Mayrhofer, de ahí que en muchos programas de la época se refieran a “un instrumento de creación reciente”. Casi siempre que se habla de Mozart y el clarinete hay que hacerlo pensando en el Bassetthorn, pues tanto el Quinteto (K. 581) como las óperas Così fan tutte (K. 588), La clemencia de Tito (K. 261), La flauta mágica (K. 620) y, por supuesto el Requiem, cuentan con este clarinete bajo que gustó sobremanera al compositor. Si el instrumento normal estaba afinado en Si bemol, el corno di bassetto lo estaba a una cuarta inferior, es decir en Fa, aunque no era raro, sobre todo a finales del XVIII, encontrar bassetti en Sol. Los ejemplares de Mayrhofer eran curvos y se distinguían por su amplio pabellón (…) Su sonido era más dulce y a la vez más triste que el actual » 7.

 

Mozart compuso su Quinteto para clarinete en un momento de duras dificultades económicas y emocionales. Su padre había muerto dos años antes, su esposa había estado enferma constantemente y la reputación de Mozart, por una u otra razón, iba en decadencia. A pesar de su estado de desesperación, el Quinteto está escrito en la alegre tonalidad de La mayor, el clarinete solista expresa un estado de calma y resignación pacífica. El estreno de la obra se realizó en la Sociedad vienesa de músicos Tonkünstler-Societät el 22 de diciembre de 1789, con Anton Stadler como solista.

 

El Quinteto para corno en Mi bemol mayor, K. 407 fue escrito en Viena, a finales de 1782. Es muy probable que este quinteto, único en su alineación instrumental, haya sido compuesto para Joseph Leutgeb (1732-1811), virtuoso del corno, amigo cercano de Mozart y cornista principal en la Orquesta de la Corte del Arzobispo de Salzburgo. La original alineación de este Quinteto sugiere que Mozart pudo haber buscado un equilibrio entre los timbres del corno y de las violas. La inusual combinación de un violín, dos violas y un violonchelo resulta más resonante que la del cuarteto de cuerdas convencional (dos violines, una viola y un violonchelo). Cabe señalar la dificultad técnica que este Quinteto impuso a los cornistas de la época, debido a la ausencia de válvulas que facilitan la afinación en el instrumento contemporáneo. Joseph Leutgeb, famoso por sus habilidades en el siglo XVIII, había desarrollado técnicas más avanzadas que la presión variada de los labios utilizada por la mayoría de cornistas y trompetistas de la época. Utilizó una serie de obstrucciones del pabellón con la mano derecha para producir otras notas, controlar su afinación y calidad de sonido. Leutgeb viajó mucho y fue aclamado como solista en París; después de su primer concierto, la afamada revista Mercure de France lo elogió por su capacidad de «cantar un adagio tan perfectamente como la voz más suave, interesante y precisa» 8. De una belleza encantadora, esta obra permite al corno desplegar su brillantez tímbrica por encima del acompañamiento de las cuerdas. Mozart y Leutgeb se conocieron en Milán en febrero de 1773, durante los constantes viajes de los Mozart. El cornista se estableció en Viena poco después. Desde 1781, cuando Mozart llegó a Viena, se hicieron grandes amigos. El Quinteto para corno, bien podría representar una ofrenda a una amistad que duró hasta los últimos días de Mozart y que es recordada en su última carta.

 

 

 

1 ANDRÉS, Ramón (2003): Mozart, Barcelona, Ediciones Robinbook, p. 11.

 

2 NEUBAUER, John (1992): La emancipación de la música. El alejamiento de la mímesis en la estética del siglo XVIII, Madrid, Visor, p. 23.

 

3 GIOIA, Ted (2020): La música. Una historia subversiva, Madrid, Turner, p. 301; ROSEN, Charles (1986): El estilo clásico. Haydn, Mozart, Beethoven, Madrid, Alianza, p. 179.

 

4 GIOIA, op.cit., p. 291.

 

Ibíd, p. 299.

 

6 ATTALI, Jacques (1995): Ruidos. Ensayo sobre la economía política de la música, México, Siglo XXI Editores, p. 77.

 

7 ANDRÉS, op.cit., p. 220.

 

8 MORLEY-PEGGE, Reginald y HIEBERT, Thomas (2001): «Leutgeb [Leitgeb], Joseph [Ignaz]», The New Grove Dictionary of Music & Musicians, ed. Stanley Sadie, Nueva York, Grove’s Dictionaries.

 

 

Axel Juárez