Schubert / Brahms 2021
Dentro del cuarteto canónico de compositores que dieron forma al clasicismo y abrieron paso al romanticismo –Haydn, Mozart, Beethoven, Schubert–, el único que nació en Viena y aprovechó desde su infancia las bondades de vivir en una ciudad musical fue Franz Schubert (1797-1828). Al igual que Felix Mendelssohn (1809-1847) y Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791), Schubert fue un niño prodigio sobresaliente. Sus vidas fueron breves: ninguno de los tres llegó a su cuarta década, y fue Schubert el que murió más joven, con apenas 31 años. El pequeño Franz creció en el contexto de una familia de melómanos; ahí recibió sus primeras lecciones de piano, de la mano de su hermano mayor, Ignaz, a quien superó rápidamente. Continuó su entrenamiento por su cuenta y posteriormente recibió de su padre clases de violín. Todos ellos integraban un cuarteto de cuerdas familiar, y es muy probable que las primeras composiciones para cuerdas de Schubert fueran concebidas para este ensamble hogareño. A los trece años compuso su primera pieza, y a partir de ahí nunca paró en su afán de componer música. La influencia que Antonio Salieri –colega de Mozart y uno de los mejores músicos y profesores de Viena– tuvo en Schubert fue decisiva. Salieri reconoció el enorme talento de Schubert y lo aceptó como alumno privado en Viena. Al día de su muerte, Schubert había escrito más de mil piezas, entras ellas nueve sinfonías, seiscientos lieder y mucha música de cámara. El crítico musical Alex Ross nos brinda una original semblanza de la personalidad de Franz Schubert:
¿Cómo era Schubert? Es seguro aventurar unas pocas conjeturas. Era cordial, hasta cierto punto; grosero, cuando se le presionaba; muy tímido o muy arrogante, o probablemente las dos cosas al mismo tiempo. Era descomunalmente ambicioso. Hizo de la música una carrera y una religión; era un lector voraz que ponía a prueba constantemente las aptitudes musicales de los textos. No podía postrarse frente a potenciales patronos, aunque se esforzaba razonablemente en tareas de autopromoción. Sus horas de ocio, dominadas por la bebida, carecían de rumbo. Forjó amistades intensas con hombres; adoraba a las mujeres, pero en la distancia. Teorizó sobre el amor más que vivirlo. Era proclive tanto a la euforia como a una melancolía paralizante, pero se tranquilizaba con el trabajo. Fue más un observador de la vida que un participante en ella: tenía poco tiempo para todo aquello que no guardara relación con su arte. No existían límites de ningún tipo para su imaginación musical […] Organizó su primer y único concierto público el día del aniversario de la muerte de Beethoven; produjo canciones sobre los poemas a los que Beethoven había planeado poner música; escribió su Quinteto de cuerda en Do mayor para dar cumplimiento a otro proyecto de Beethoven; preparó una edición de tres sonatas para piano, un agrupamiento predilecto de Beethoven en su juventud. Y, al final, empezó una Sinfonía en Re mayor que los estudiosos han identificado como una especie de Tombeau de Beethoven, con una elegía central en Si menor y todo. Aun cuando se dio cuenta de que no podría terminarla, se atuvo al programa. ‘Beethoven no yace aquí’, musitó en su lecho de muerte, en lo que era aparentemente una petición para ser enterrado cerca del Maestro. Y lo fue 1.
El Quinteto para piano y cuerdas en La mayor, D667, La Trucha (ca. 1819), debe su sobrenombre a una canción (lied) del propio Schubert llamada Die Forelle (La Trucha, en alemán) Op. 32, D550. El texto, del poeta germano Christian Friedrich Daniel Schubart, relata la historia de una trucha capturada por un pescador. Die Forelle, compuesta en 1817, alcanzó tal popularidad que dio origen al Quinteto La Trucha, en cuyo cuarto movimiento encontramos unas variaciones sobre esta canción 2. La historia cuenta que en 1819, mientras hacía senderismo en la Alta Austria, Schubert se detuvo unos días en casa de su amigo, el reconocido cantante Michael Vogl, de cuyo hogar en la ciudad de Steyr dijo que era «inconcebiblemente hermoso». En una carta a su hermano Ferdinand, Schubert describió así su estancia en este lugar:
En la casa donde me alojo hay ocho muchachas, casi todas bonitas. Hay mucho que hacer, como ves. La hija de Herr von Koller, donde Vogl y yo comemos diariamente, es muy bonita, toca bien el pianoforte y cantará varias de mis canciones 3.
En una de aquellas veladas, Schubert y sus amigos se reunieron con Sylvester Paumgartner –mecenas, violoncellista amateur y gerente de una empresa minera– quien encargó al compositor una pieza de cámara para una de sus reuniones musicales. La comisión de Paumgartner incluía ciertas cláusulas muy específicas: la obra debía contemplar la misma instrumentación que el quinteto para piano de Johann Nepomuk Hummel, a saber: piano, violín, viola, violoncello y contrabajo; y al menos uno de los movimientos debía presentarse en forma de tema y variaciones sobre la canción Die Forelle 4. El trabajo fue publicado un año después de la muerte de Schubert. La obra rezuma alegría y jovialidad, es muy probable que aquellas vacaciones veraniegas de Schubert con su amigo Vogl y la agradable compañía de aquellas muchachas hayan marcado el carácter juguetón e intenso de las líneas melódicas de La Trucha, donde hay momentos tan gozosos de interacción contrapuntística y de dinámica de los instrumentos que parecieran evocar aquel pasado reciente y feliz. Así, un enfoque interpretativo interesante de La Trucha sería apelar a ese pathos juvenil, pleno, donde las ideas musicales fluyan y dialoguen notablemente 5.
Para el especialista musical George S. Bozarth, Johannes Brahms (1833-1897) es el sucesor de Beethoven y Schubert en cuanto a las formas mayores de la música orquestal y la música de cámara; heredero de Schubert y Schumann en lo que respecta a las formas menores, el preludio, estudio, impromptu y la canción; y legatario de los polifonistas renacentistas y barrocos en cuanto a música coral. Brahms supo hibridar creativamente las prácticas musicales de tres siglos con el folclor europeo y con el lenguaje musical de mediados y finales del siglo XIX.
El precoz talento de Brahms fue impulsado por su padre, Johann Jakob, músico independiente y multiinstrumentista quien le dio sus primeras lecciones musicales. Aunque personal y musicalmente creció hasta formar parte del círculo íntimo de Robert Schumann y su esposa Clara, en la Alemania de mediados del XIX, donde nació y se crió, no fue bien recibida su obra. Esto lo condujo a migrar a Viena en 1862, en una especie de autoexilio. Era un buen momento para llegar a esta ciudad musical: el centro de Viena estaba siendo reconstruido, se erigieron algunas salas de concierto y un nuevo teatro de ópera. Desde su llegada, Brahms comenzó a bocetar su obra madura, ampliamente esperada por sus amigos y cobijada por una ciudad que era cuna y crisol de importantes tradiciones musicales y testigo de interesantes polémicas. Como señala Federico Sopeña, historiador del arte y musicólogo español: «En Viena, especialmente, hubo gran resistencia a la admiración de todo el sistema wagneriano: no olvidemos que entonces parecía necesario ligar las óperas de Wagner con toda su amañada concepción del mundo. Hoy no aparecen como enemigas las músicas de Brahms y de Wagner, pero entonces, desde Viena, aparecían como incompatibles 6».
A partir del siglo XIX el concepto Romanticismo comenzó a definir un nuevo espíritu de la época, más cercano a las artes, a las ciencias, a la filosofía y a la política. Movimiento complejo y convulso, extendido desde las primeras décadas del XIX hasta principios del XX, el Romanticismo resaltaba en cualquiera de sus manifestaciones el mundo de las emociones y sensaciones por encima de las formas y el orden. Los países europeos lo vivieron cada uno desde sus particularidades: en Italia cobró tintes políticos, donde poetas y compositores buscaban independencia política, la figura de Giuseppe Verdi cobró especial importancia. En Alemania el movimiento se encarnó principalmente en la música, a la que incluso los poetas le reconocían supremacía artística. En esta Alemania, donde además se buscaba una síntesis de las artes, el personaje de Richard Wagner fue decisivo. Fue en este periodo cuando las orquestas crecieron en número de instrumentos y de instrumentistas, en el que surgió el concepto del virtuosismo como lo entendemos hoy, y que dio lugar a músicos como Paganini, Berlioz y Liszt.
Brahms compuso dos Quintetos para cuerdas, el No. 1, Op. 88 (1882) y el Quinteto para cuerdas No. 2 en Sol mayor, Op. 111 (1890). Ambos están pensados para la misma alineación que usaba Mozart en sus propios quintetos de cuerda: dos violines, dos violas y un violoncello. La elección de dos violas es importante en Brahms, el registro de este instrumento y la riqueza de textura que puede aportar al conjunto se convirtió en uno de los sellos brahmsianos 7. En diciembre de 1890, en una carta a su editor Fritz Simrock, Brahms -entonces de 57 años- anunció su intención de retirarse de la composición: «con este fragmento declaro la despedida de mis notas, porque realmente es tiempo de parar 8».
Afortunadamente, Brahms no cumplió de inmediato con la intención anunciada -continuó componiendo varios años más-, pero el fragmento al que se refería era nada más y nada menos que una parte del Quinteto para cuerdas No. 2, que el compositor había terminado el verano anterior.
1 ROSS, Alex (2012): «Un alma grande. En busca de Schubert», Escucha esto, trad. Luis Gago, Barcelona, Seix Barral.
2 Una versión notable del lieder Die Forelle, cantado por Dietrich Fischer-Dieskau, puede escucharse en el siguiente enlace: https://youtu.be/CdOQN0cNjmM
3 STEBLIN, Rita (2008): «Schubert's Pepi: His Love Affair with the Chambermaid Josepha Pöcklhofer and Her Surprising Fate», The Musical Times, Vol. 149, No. 1903, p. 50.
4 WYLD, Joanna (2010): «Notas del disco», ‘The Trout’ Piano Quintet in A; Piano Trio No. 1 in B Flat, The Schubert Ensemble, Sussex Occidental, Inglaterra, Champs Hill Records.
WEISS, Piero (1979): «Dating the “Trout” Quintet», Journal of the American Musicological Society, Vol. 32, No. 3, p. 539.
5 La juventud y frescura que la obra requiere, la que el mismo Schubert a sus 22 años le imprimió, fue registrada notablemente en uno de los documentales musicales de Christopher Nupen, donde –después de 13 minutos de introducción a los miembros del quinteto y al festival de cámara donde se presentaron– se interpreta La Trucha íntegramente. Los integrantes del Quinteto de esta versión no pasan desapercibidos, se trata de unos jóvenes y radiantes Pinchas Zukerman (viola), Zubin Mehta (contrabajo), Itzhak Perlman (violín), Jacqueline du Pré (violoncello) y Daniel Barenboim (piano). Todos ellos, futuros referentes en el último tercio del mundo musical “clásico” del siglo XX. El documental está disponible en el siguiente enlace: https://youtu.be/LTVvq28eOgo
6 SOPEÑA, Federico (1962): Historia de la música, Madrid, EPESA.
7 ANDERSON, Keith (2019): «Notas del disco», Brahms: String Quintets Nos. 1 & 2, New Zealand String Quartet & Maria Lambros, viola, Naxos.
8 BRODBECK, David (1999): «Medium and meaning: new aspects of the chamber music», The Cambridge Companion to Brahms, ed. Michael Musgrave, Nueva York, Cambridge University Press, p. 98.
Axel Juárez