Ponce / Elgar 10/06/22
Ferial
Es, hasta cierto punto, natural que un pueblo colonizado sea observado de manera despectiva para justificar así su explotación. Al emanciparse en una lucha independentista no siempre se mira hacia el origen para reencontrarse con las raíces; de una manera u otra se sigue observando al explotador como el ideal civilizatorio que hay que alcanzar. José María Luis Mora (1794-1850) fue el impulsor de la reforma educativa en el gobierno de Valentín Gómez Farías (1781-1858). Él consideraba que, aunque los indios despertaran compasión, no eran sino “envilecidos restos de la antigua población mexicana”. Esta era la manera en la que costumbres y rasgos culturales de los pueblos originarios eran vistos por la élite gobernante del México liberal del siglo XIX. Manuel M. Ponce (1882-1948) nació y creció en la provincia mexicana, influido por las formas musicales europeas que permearon el romanticismo mexicano y las canciones populares que llegaban a sus oídos en la Feria de San Marcos de su natal Aguascalientes. Como muchos artistas de su época, él veía las expresiones de la cultura popular con otros ojos, y tal vez por ello procuró “vestir y alimentar con celo, convicción y fe” a “esa niña huérfana y desamparada…” que era la canción popular mexicana, como lo expresara su heredero, el pianista Carlos Vázquez. En 1925 y con 43 años, siendo ya un músico reconocido, Ponce se embarca a París pues consideraba estar rezagado con respecto a los enfoques del lenguaje composicional contemporáneo. Consigue que la Secretaría de Educación lo comisione para enterarse de cuáles eran las tendencias artísticas y pedagógicas en el arte musical y qué procedimientos se empleaban para recoger y clasificar los cantos populares con el objetivo de publicar un catálogo de la música mexicana de todas las regiones del país. En las conclusiones del reporte que presenta con las recomendaciones de lo que es posible hacer con la música popular, podemos vislumbrar cuál era el destino que imaginaba para esos registros: De esas remotas melodías… podría nacer un día… la música mexicana estilizada en formas modernas, en las cuales se encerrasen, no las simples melodías, sino el ambiente que ellas puedan crear.
Esta concepción es apreciable en su obra Ferial estrenada en agosto de 1940 por la Orquesta Sinfónica de México a cargo de Carlos Chávez (1899-1978), alumno y “detractor” de Ponce, ya que cuestionaba severamente el concepto de nacionalismo que el maestro manejaba.
Ponce subtituló la obra “divertimento sinfónico” y lo dedicó “a México”. Y si bien es una composición de forma libre y carácter alegre, sería más apropiado considerarlo un poema sinfónico ya que tiene la intención de describir una escena mediante la música, en este caso las impresiones que en Ponce dejó una tarde de feria en un pueblecito cercano a Teotihuacán. En esta obra conviven, se suceden, se superponen una canción criolla (Cuiden su vida), una melodía indígena que se ejecuta con chirimías, huehetl y tambor (La bola) y un coral religioso.
Es esta la obra de un músico maduro, consolidado, creador de obras complejas en las que conviven el germen romántico y mexicano con los conceptos musicales contemporáneos que ha buscado y de los que se ha apropiado a lo largo de su inquieta y permanente búsqueda artística.
Concierto del Sur.
Si bien la aparición en escena del Concierto del Sur sucede casi al mismo tiempo que la creación y estreno de Ferial, su génesis y desarrollo fueron diferentes. Ponce inició los esbozos del concierto doce años atrás, al parecer motivado por un encuentro con Andrés Segovia (1893-1987) en París en 1928. El concierto se menciona por primera vez en una carta escrita a Ponce en febrero de 1929. Ambos artistas establecieron contacto en la primera visita que Segovia realizó a México en 1923. Ponce escribió ese año en El Universal una crónica del recital que Segovia había ofrecido, y del guitarrista dijo que “…es un inteligente y valioso colaborador de los jóvenes músicos españoles que escriben para guitarra. Su cultura musical permítele traducir con fidelidad […] el pensamiento del compositor y, de esta manera, enriquece día a día el no muy copioso repertorio de música para guitarra”.
Desde entonces y hasta la muerte del compositor se estableció una relación fraterna, que no por ello estuvo exenta de altibajos. Antes del concierto, Ponce dedicó a Segovia una gran cantidad de piezas de diferentes características, duración, formas y estilo.
La primera obra que Ponce obsequió a Segovia es la Sonata Mexicana. En ella utiliza ritmos indígenas, una canción mexicana en un compás poco común de 5/8 así como una breve cita del Jarabe Tapatío.
Pero fuera de esos primeros obsequios, el resto de la producción para guitarra está pensada en un lenguaje más universal y donde los motivos que remiten a España son utilizados con frecuencia.
Ponce trabajó lentamente en el concierto. Segovia mismo pensó que nunca se concluiría, pero en 1940 Ponce se dedicó a trabajar intensamente en la obra hasta que estuvo terminada en 1941 y pudo estrenarse en octubre de ese mismo año en Montevideo, Uruguay, en una gira de conciertos y conferencias por Sudamérica que Segovia gestionó para Ponce.
Para las melodías del concierto Ponce Recurre a las escalas que se emplean en algunos modos litúrgicos de la Edad Media, no las habituales mayores y menores a las que nuestros oídos están acostumbrados; de ahí que el ambiente que se crea nos parezca etéreo e indefinido, aunque siempre nos lleva a buen puerto.
El concierto se distribuye, de acuerdo a una tradición que se mantiene desde el barroco, en tres movimientos contrastantes: rápido-lento-rápido. El primero está escrito en lo que se conoce como “forma sonata”, que es utilizada generalmente en los primeros movimientos de conciertos y sinfonías. El segundo está desarrollado sobre dos temas que nos remiten al sur de España y su influencia árabe. El concierto concluye con un brillante tercer movimiento que nos deja un grato sabor de boca. En él se evocan los aires flamencos a través de sus brillantes rasgueos y la exhibición de vertiginosas escalas.
Variaciones “Enigma”.
Con seguridad, cuando pensamos en historias de detectives, tenemos en mente a un personaje o a un autor de origen británico: James Bond, Sherlock Holmes, Ian Fleming o Agatha Christie. Desconozco si los ingleses tienen una particular afición por los acertijos, pero el interés en ellos llevó a Sir Edward Elgar (1857-1934) a componer sus Variaciones sobre un tema original para orquesta Op. 36 y que son mejor conocidas como Variaciones Enigma.
En 1898, Elgar improvisaba distraídamente al piano cuando uno de los temas que surgieron llamó la atención de su compañera. Ella, interesada, le pidió que lo repitiera. Elgar lo repitió e improvisó variaciones por un largo rato. Decidió que el material valía la pena y
aprovechó la idea para realizar catorce “retratos musicales” que describieran a sus más cercanos amigos. No quedó ahí el asunto: lo que hace interesante la obra es que ellos tenían que resolver el enigma de descubrir qué variación los describía y reconocerse musicalmente en ella. Al mismo tiempo, el tema que tanto había entusiasmado a su esposa nunca aparece “nunca se toca”, en palabras del propio Elgar.
Se considera a la novena variación como la más bella de todas. Lleva el título de “Nimrod” haciendo alusión a un patriarca del Antiguo Testamento a quien se describe como “un valiente cazador en presencia del Señor”. Esta variación está dedicada a su cercano amigo y editor Augustus J. Jaeger (1860-1909), quien fuera un importante apoyo moral en los momentos difíciles. Durante una crisis depresiva, Elgar fue visitado por Jaeger. Al encontrarlo en ese estado, Jaeger le recordó todas las tribulaciones que Beethoven había padecido, entonando con profunda intensidad el adagio de la Sonata Patética para cerrar su discurso. En la novena variación, Elgar cita los primeros compases del mencionado adagio, rindiendo de esta manera un emotivo homenaje a su amigo.
La obra fue estrenada por Hans Richter (1843-1916), quien había estrenado con éxito la tetralogía del Anillo de Wagner en Bayreuth, y pasó a convertir a Elgar de un desconocido y solitario compositor de provincia a una figura internacional.
Raramente el “talento” surge sin la influencia del medio. El padre de Elgar se ganaba la vida afinando pianos y vendiendo artículos musicales. Aunque sus habilidades se manifestaron pronto, su familia carecía de los recursos para enviarlo a formarse en alguno de los conservatorios prestigiosos de Europa, por lo que, después de intentar hacerse abogado, se instruyó a sí mismo en armonía, contrapunto y formas musicales, por lo que su formación se desarrolla liberada de la rigidez de la enseñanza académica. Fue también un voraz e infatigable lector.
Después de la muerte de su esposa Caroline Alice Roberts acaecida en 1920, dejó prácticamente de componer pero empezó a interesarse por la naciente industria del registro sonoro. Elgar se convierte de esta manera en el primer compositor británico que dirige y graba su propia obra. Elgar realizó grabaciones de sus Variaciones enigma en gramófono mecánico en 1924 y en moderno registro eléctrico en 1926.