Gómez y Olguín 23/09/22
Joven organista trabaja su Te Deum Laudamus en “solo dos días y medio”
John G. Lazos
Investigador independiente (1)
Es Santa sin ser mujer;
es rey sin cetro real;
es hombre, mas no cabal
y sultán al parecer
Adivinanza popular
El mes patrio
Una vez que arranca el mes patrio, prácticamente desfilan en todas las salas de concierto de México obras que identificamos como “música mexicana”. El motivo principal, así lo entendemos, es celebrar los logros de un país desde su independencia a la actualidad. Ahora que, dentro de este marco temporal que ya cumple los dos siglos, existe una paradoja: la gran mayoría de estas obras de concierto, por no decir casi todas, pertenecen al mismo periodo, el siglo XX. Es decir, si buscamos en los programas de concierto nos sorprendería encontrar una obra de la primera parte del siglo XIX.(2)
Así que ahora que entramos en la recta final en este mes de septiembre la Orquesta Sinfónica de Xalapa decide romper, para bien, con las costumbres. El concierto de este fin de semana tiene como plato fuerte el Te Deum Laudamus (1835) de José Antonio Gómez y Olguín (1805-1876). Desde el título reconocemos el himno dedicado al Señor y que suele cantarse en los Maitines de los domingos y en días festivos. Sobre el compositor, de entrada, me atrevería a afirmar que es uno de las más prolíficos y eclécticos filarmónicos —como se les decía entonces— del siglo XIX mexicano.
Como resultado de su victoria en la batalla de Zacatecas en 1835, el Cabildo Metropolitano decidió invitar a la Catedral Metropolitana al General Antonio López de Santa-Anna (1794-1876). Así que entre el estira y afloja de eventos y arreglos, un joven ambicioso organista, y también audaz compositor, buscando hacerse notar en la iglesia más importante del país decidió escribir su Te Deum Laudamos para voces solistas, coro, órgano y toda orquesta en cuestión de días.
El origen fue la iniciativa de ley para eliminar la milicia cívica en los estados. La presencia de estos cuerpos armados, abogaban los estados, era para su protección y seguridad. Aunque eran también, por otro lado, grupos que transgredían el poder federal. La mayoría acató la ley, excepto Zacatecas.
Y los periódicos le entran al quite. El Gobierno no se iba a cruzar de brazos, menos sí Zacatecas osaba desobedecer al supremo General, enfatizando que sí decidía sacar sus “soberanas uñas para destrozar” los altos poderes, claro, solo sí estos se dejan. Por si faltaba más, el mismo periódico echaba leña a la hoguera dejando en claro que sí…
El Aníbal mexicano [Santa-Anna por supuesto] va á Zacatecas, porque en amor y en guerra es preciso verse las caras. Esos poderes fanfarrones y fascinados, que quieren dictar la ley á la nación, tendrán que obedecer á la voluntad de esta por grado ó por fuerza, mal que le pese á su rebelde y orgullosa soberanía. ¡Ojalá y lo mismo se haga con cuantos quieren sacar las uñas indebidamente de su soberano estuche!(3)
Entonces descansando en su hacienda en Veracruz, decidió al mando de su ejército tomar rumbo hacia al estado del norte. El anunciado conflicto bélico inició en la madrugada del lunes 11 de mayo de 1835. Preparando su defensa, el gobernador de Zacatecas mandó a un fiel oficial (aunque corto en asuntos militares) con la encomienda de frenar al experimentado y hábil Santa-Anna. Ni dos horas duró la batalla. Muchos prisioneros, pocos muertos, y con ello “concluyó el terrible espanto del ejército, y el gran coloso que quería destruirlo.”(4)
Una victoria así de abrumadora confirmaría la posición del Gobierno Federal. Para Zacatecas fue una derrota decisiva que hasta perdió parte de su territorio conformándose así el Estado de Aguascalientes. Y los festejos por una batalla, aun efímera, no se hicieron esperar. El periódico la Lima de Vulcano publicó el detallado itinerario de Santa-Anna quien llegaría a la ciudad de Querétaro, para recibir…
…las más vivas demostraciones de júbilo y entusiasmo [al día siguiente en punto de las] nueve llegará a la ciudad de Guadalupe, donde se cantará un solmene Te Deum y se harán á S. E. los honores militares. Pasará en seguida á Tacubaya, debiendo hacer su entrada en esta capital el domingo 21, para satisfacer la ansiedad que para cumplimentarlo manifiestan sus habitantes.(5)
Al mismo tiempo que se acumulaban los festejos, el Cabildo aceleraba los preparativos. Para ello, la Comisión presentó la siguiente exquisita propuesta:
…se reunió hoy el Ilmo. Cabildo para oír á la Comisión y al Sr. Moreno manifestó los pasos que había dado con el Sup.mo Gobierno, esponiendole las disposiciones del Ilmo. Cabildo para obsequiar el Exmo. Sr. Gral. Presidente D. Antonio López de Sta. Ana el día de su publica entrada á esta capital; y en virtud de esto se acordó que en el haya con Solemne Te Deum, y concluido se ponga un esquisito refresco, para cuyos gastos queda autorizado la Haceduria.(6)
Un domingo en la Catedral
Tratemos de imaginar un domingo, no cualquiera, en la Catedral Metropolitana colmada de las élites religiosas, políticas, y sociales con el fin de rendir homenaje a la figura del momento: Santa-Anna. Ante estas excepcionales circunstancias ¿Qué papel se jugaba un joven y talentoso organista para hacer notar su presencia en solemne celebración?
Como mencionado, y hasta probar lo contrario, José Antonio Gómez fue el filarmónico singular en el complejo y turbulento siglo que fue el XIX mexicano. Esto a pesar de que la narrativa musical haya intentado guardarlo a distancia reduciéndolo a discretas intervenciones musicales. Se dice fácil, pero entre su vida y obra tenemos un siglo ininterrumpido de quehacer musical.(7)
No hay plazo que no se cumpla, ni fecha que no llegue. En su listado de obras mayores, un orgulloso Gómez nos comenta sobre su “gran Te Deum que trabajó en solos dos días y medio”.(8) La excepcional “Partitura Original”, porque son contadas de este periodo, consta con más de cien folios y de 36 partes instrumentales divididas entre cuatro voces solistas, coro, gran orquesta y órgano. Seguramente la tinta habrá estado fresca en los manuscritos antes de su estreno. Recordemos, el Cabildo había decidido obsequiar una semana antes a Santa-Anna un Te Deum y Gómez habrá maquinado a contratiempo los siguiente:
Primero, hacer proezas para convencer al Cabildo de que él, el segundo organista de 30 años era capaz de escribir una obra digna para el Generalísimo y los concurrentes.
Segundo, tener tiempo suficiente para sentarse a escribir un monumental himno cuya dotación exigía, según su concepción musical, de versátiles solistas, coro y una orquesta completa.
Tercero, si no los tenía ya amarrados, buscar y comprometer a los solistas, al coro como a varios de sus colegas filarmónicos para estudiar, ensayar e interpretar una obra nueva. ¿Algo más? Seguramente.
Y a pesar de un esfuerzo colosal, nos queda claro que el éxito no siempre está garantizado. Siempre hay que esperar por el reconocimiento público. Leamos la crónica y prestemos atención al verbo y el adjetivo en la última frase:
La solemnidad con que se celebró la entrada del general presidente Don Antonio Lopez de Santa-Anna en esta capital el domingo último, ha sido una de las mayores pruebas de afecto y gratitud que se pueden dar…Entre las cosas que solemnizaron la entrada de S. E. en el mencionado domingo, ha merecido singulares aplausos el Te Deum que se cantó en la Catedral, y dicen fué compuesto por el hábil profesor D. José Gómez.(9)
La plaza de primer organista
Todo parecía salirle como anillo al dedo al joven filarmónico. Todavía seguía el estreno en los oídos de su público cuando la plaza de primer organista se hallaba vacante. Ni tardo ni perezoso Gómez se presentó como el candidato ideal, de hecho, fue el único. La decisión fue un simple trámite. Solo recibía la plaza con todos los votos, pero el Acta se suscribió sobre sus virtudes como pretendiente, como de profesor, y por las piezas recién escritas (entiéndase su Te Deum). Los elogios no faltaron:
Se dio cuenta con un escrito de D. José Antonio Gómez, único pretendiente; y habiendo manifestado el Sr. Chantre que su instrucción era notoria, y había dado Gómez pruebas de ella, en el tiempo que desempeñó esta plaza como por las piezas que ha compuesto en las veces que para ello lo ocupó S. S. en tal virtud era de dictamen que por las circunstancias referidas se proveyese en él la plaza referida, sin necesidad de las formalidades de estilos y suficientemente discutido, se procedió al nombramiento de primer organista y salió D. José Antonio Gómez con todos los votos.(10)
El destino de Gómez no estaba para pulsar el órgano. La mirada del primer organista ya estaba puesta en el ámbito secular, en donde dejaría una gran huella como pionero de nuestro medio musical. Los caminos de Gómez y Santa-Anna se volverían a cruzar, y por última vez, en 1854 durante el muy narrado concurso del Himno Nacional y de la competencia para la plaza de director del Conservatorio que quedó en promesas.
Epílogo
Poder escuchar el Te Deum de Gómez, considerando nuestro acercamiento con el México del siglo XIX, es toda una novedad en nuestro medio. En especial, cuando nuestros parámetros musicales identifican solo ciertas obras como “mexicanas”. En contraste, presenciar a casi dos siglos de distancia, aquellos sonidos son, para alguien que ha seguido de cerca el legado de este filarmónico, es una agradable y grata sorpresa que tira por la borda prejuicios establecidos desde hace tiempo en nuestra narrativa musical.
Estoy convencido de que el origen del Te Deum de Gómez es singular; pero nos deja ver, por otro lado, más allá del ámbito político y religioso de entonces, que había al mismo tiempo músicos de calidad musical con el talento para escribir y ejecutar obras complejas que incluían virtuosismo vocal y solos instrumentales, buscando también su lugar para la posteridad (que apenas se está reconociendo), en un escenario tan significativo para México como lo es la Catedral Metropolitana.
1 Todas mis colaboraciones se pueden consultar en: https://independent.academia.edu/JohnGLazos
2 La única obra que se me viene a la mente de este periodo es la obertura “Primavera” (1835) de Joaquín Beristain.
3 El Mosquito Mexicano, 1835, 14 de abril, 4.
4 El Mosquito Mexicano, 1835, 26 de mayo, 1.
5 Lima de Vulcano, 1835, 16 de junio, 4.
6 Archivo del Cabildo Catedral Metropolitano de México (ACCMM): Actas de cabildo, Libro 73, ff. 268r-268v, 13 de junio de 1835.
7 Véase John G. Lazos cat., (2016). “José Antonio Gómez y Olguín (1805-1876) y su Catálogo musical: Un acercamiento a la práctica musical del México decimonónico [English introduction included]”, FONCA, México.
9 El Mosquito Mexicano, 1835, 27 de junio, 4.
10 Archivo del Cabildo Catedral Metropolitano de México (ACCMM): Libro 73, f. 273r, 17 de julio de 1835.
Montreal, PQ, Canadá
Septiembre, 2022